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miércoles, 19 de noviembre de 2014

El chivo expiatorio

Ajarei Mot(Levítico 16-18)


"El chivo cargará sobre sí todas las iniquidades de ustedes..." (Levítico 16:22)
Nuestra parashá comienza con la discusión de una de las ceremonias más desconcertantes de la Torá; la ofrenda de un 'chivo expiatorio' para expiar por nuestros pecados, en la que un chivo es lanzado por un barranco en el Día de la Expiación cargando en su espalda los pecados del pueblo judío.
Maimónides nos dice que el chivo expiatorio:
“[Tiene la capacidad de] expiar por todos los pecados de la Torá, ya sean ligeros o graves, sin importar si la transgresión fue hecha de forma intencional o no, e independientemente de si la persona tiene conciencia del pecado o no...” (Leyes de Arrepentimiento 1:2).
El Midrash ofrece la siguiente idea:
Este chivo [el chivo expiatorio, llamado sair en hebreo] hace referencia a Esav, como está escrito: "pero mi hermano Esav es un hombre velludo[que se escribe soir en hebreo]” (Génesis 27:11) [La palabra del hebreosair, 'chivo', y soir, 'velludo', se escriben igual].
[También está escrito:] El chivo cargará sobre sí todas sus iniquidades (avonotam)". En hebreo, la palabra avonotam puede ser dividida en las palabras avonot tam, lo cual significa 'las iniquidades del inocente'. Esta es una referencia a Yaakov, sobre quien está escrito: “Yaakov era un hombre íntegro (tam)” (Génesis 25:27). La palabra tam en hebreo significa 'íntegro' o 'inocente' (Bereshit Rabá 65:15).
El chivo expiatorio representa a Esav, y el Midrash sugiere que ésto explica cómo funciona: los pecados que comete Israel son de alguna forma rastreables hasta Yaakov, ya que todos somos sus descendientes. Los pecados de Yaakov son de alguna forma culpa de Esav y, por lo tanto, hace sentido que el chivo —que representa a Esav— cargue con los pecados de Israel.
Intentemos dilucidar estos aparentemente extraños conceptos.
* * *

Chivos expiatorios humanos

La parashá de esta semana comienza con un incidente que involucra muerte, el cual alude al concepto del chivo expiatorio:
"Hashem habló con Moshé después de la muerte de los dos hijos de Aharón, quienes llevaron una ofrenda [no autorizada] al Eterno y murieron" (Levítico 16:1).
Como vemos en la parashá Shminí (Levítico 10), los hijos de Aharón fueron consumidos por un fuego cuando ingresaron al Santo Sanctorum sin autorización e intentaron ofrecer una ofrenda de incienso.
Moshé le ofreció a Aharón las siguientes palabras de consuelo:
"De esto habló Dios, diciendo 'Yo seré santificado a través de los que están más cerca de Mí, así seré honrado ante todo el pueblo'. Y Aharón se quedó en silencio" (Levítico 10:3).
El Talmud interpreta el significado de este versículo con la ayuda de un Midrash:
Moshé le dijo a Aharón: "Aharón, hermano mío, yo sabía que el Templo sería santificado por medio de alguien muy santo y cercano a Dios. Yo creía que sería por medio tuyo o mío... pero ahora veo que ellos, Nadav y Avihu, son más grandiosos que nosotros [ya que fueron seleccionados]" (Talmud, Zevajim 115b).
Moshé consoló a Aharón y le dijo que la muerte de sus dos hijos era necesaria para santificar el Templo. Aparentemente, dos de los judíos más santos debían morir para que el Templo fuera santificado de forma apropiada. Moshé pensó que él y Aharón serían seleccionados, por lo que se sorprendió cuando en lugar de eso fueron elegidos los hijos de Aharón. Por lo tanto, Nadav y Avihu eran en cierto sentido “chivos expiatorios”; sus muertes fueron requeridas para que el Templo pudiera ser inaugurado para el resto de nosotros.
A pesar de que el hecho de haber ofrecido un incienso no autorizado aparece explícitamente como la razón de sus muertes, el Talmud sugiere que no fue la razón más profunda. Y si bien Nadav y Avihu no habrían muerto si no hubieran hecho algo malo, el castigo tomó en cuenta un factor secundario; aún había algo que faltaba en el Templo y sus muertes eran necesarias para proveer el factor que faltaba.
¿Cómo pueden las muertes de personas hacer eso? ¿Qué era lo que faltaba? ¡¿Acaso la Torá no aborrece la idea de sacrificios humanos?!
El chivo expiatorio es una parte integral del concepto de expiación y para comprenderlo mejor debemos entender primero qué es la expiación. Ahora bien, la expiación es la conclusión de un largo proceso que comienza con el arrepentimiento, por lo tanto, para entender la expiación debemos primero entender el concepto de arrepentimiento.
* * *

El arrepentimiento como un proceso

La expiación depende del arrepentimiento, y el arrepentimiento tiene determinadas reglas definidas. Al principio de las leyes de arrepentimiento, Maimónides explica que el arrepentimiento requiere confesión, y que esa confesión contiene tres elementos:
  1. Admitir que se ha cometido un pecado.
  2. Expresar que uno realmente se arrepiente de haber cometido el pecado.
  3. Hacer un compromiso firme de nunca volver a hacerlo.
Sin una confesión que incluya estos tres elementos, es imposible lograr una expiación completa, sin importar cuán sincero sea el arrepentimiento en el corazón del pecador.
Maimónides discute sobre el tema del arrepentimiento específicamente en el contexto del Día de la expiación, en el segundo capítulo:
El Día de la expiación, Iom Kipur, es un momento de arrepentimiento para todos, tanto para la persona individual como para la congregación. Marca la etapa final del perdón que se le otorga a Israel y, por lo tanto, todos están comandados a arrepentirse y a confesarse en Iom Kipur... La confesión que Israel ha adoptado decir en Iom Kipur es: "Pero hemos pecado", y esta es la esencia de la confesión (Leyes de arrepentimiento 2:7-8).
Es sorprendente notar que dos de los tres elementos que el mismo Maimónides declaró como esenciales para la confesión estén ausentes de la confesión de Iom Kipur que él cita: la expresión de arrepentimiento por haber pecado y el compromiso de no repetir el pecado. Si Israel como nación adopta una forma estándar de confesión para cumplir con el requerimiento de arrepentimiento de Iom Kipur y lo incorpora en el rezo público que deben recitar todos los judíos, entonces ¿cómo es posible que los aspectos más importantes de la confesión estén ausentes?
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¿Por qué confesarse?

Primero debemos intentar comprender cuál es el rol que juega la confesión en el proceso de arrepentimiento. Nosotros los judíos no confesamos nuestros pecados frente a un sacerdote que tiene el poder de absolvernos. Dado que el arrepentimiento ocurre realmente en el corazón, ¿qué rol puede tener la confesión?
El arrepentimiento está basado en el cambio. Las acciones de una persona reflejan sus creencias, su carácter y su personalidad. El arrepentimiento es sobre una o todas las anteriores. Si enunciáramos la petición de perdón del pecador, ésta sonaría algo así: "Ya no soy la persona que cometió el pecado. He cambiado, y el pecado que cometí ya no expresa la persona que soy. Miro hacia atrás a la persona que cometió el pecado y ya no me reconozco en ella. Dado que el nuevo 'yo' no se identifica con el pecado, es injusto castigarme".
Cuando esta declaración expresa la realidad interna de quien la enuncia, entonces Dios la acepta y toma nota del cambio. Dado que la persona ha cambiado, y que el pecado ya no refleja su carácter y personalidad, es irracional hacer que la persona actual sea responsable y deba pagar por las acciones de una persona que ya no existe; Dios perdona debidamente el pecado.
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El proceso de cambio

A diferencia de Dios, nosotros los humanos no podemos ver los corazones de las personas, sino que sólo podemos ver sus acciones. Por lo tanto, somos incapaces de tomar en cuenta el arrepentimiento de manera efectiva en el sistema judicial humano. Pero la mayoría de nosotros sí aprecia la lógica de que el arrepentimiento esté relacionado con el perdón. Por lo general estamos de acuerdo que la esencia de una persona es su carácter, y que cuando hay un profundo cambio de carácter en alguien, estamos hablando de una persona completamente nueva. La mayoría de nosotros puede relacionarse con el principio de la expiación: si un pecador se transforma en una persona completamente nueva, entonces podemos ver la justicia que hay en excusarlo de tener que sufrir las consecuencias.
Vemos entonces que el arrepentimiento implica modificar nuestras antiguas características de personalidad. Somos incapaces de alterar nuestra altura, nuestro coeficiente intelectual o nuestra edad, pero sí somos podemos cambiar nuestro carácter. Cuando nos arrepentimos, estamos cambiando nuestro interior, dejando intacta sólo la capa exterior. A la vista de la mayoría de nosotros, un cambio como este nos transforma completamente en otra persona.
Pero no podemos modificar nuestras características de personalidad sin modificar la parte más interna de nuestros seres, deshaciéndonos de nuestro antiguo sistema operativo que estaba a cargo de dirigir nuestros deseos y motivaciones que nos llevaron a cometer el pecado. Para alejarnos de nuestroyo antiguo, debemos modificar estos antiguos motivadores y desarrollar un sistema operativo totalmente nuevo que nos conduzca hacia el bien.
El habla es el único método a nuestra disposición para externalizar nuestro interior. Es mediante el habla que podemos expresar los sentimientos de nuestro corazón y los pensamientos de nuestra mente. Cuando los expresamos, ellos se vuelven en cierto sentido parte del mundo exterior. Verbalizar nuestros sentimientos y arrepentimiento por medio de confesar los pecados que hemos cometido es nuestra forma de deshacernos de los antiguos pensamientos y actitudes; removemos los sentimientos que nos llevaron a cometer nuestros pecados por medio de decirlos en voz alta; simbólicamente los expulsamos de nuestro interior envueltos en el paquete de nuestras palabras.
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La dificultad de cambiar

Cambiar es difícil. Por lo general nos arrepentimos de nuestras acciones tan pronto como las hemos realizado, pero rara vez tenemos éxito en realmente cambiarnos a nosotros mismos. Por lo general repetimos nuestros errores pasados y nos arrepentimos de ellos una y otra vez. El tercer requisito del arrepentimiento, hacer la resolución de "nunca volver a hacer esto", es el punto que por lo general derrota a nuestro sincero deseo de querer ser mejores personas. Como sabrá toda persona que posea un computador, si hay algo mal con el sistema operativo entonces estás en grandes problemas. Necesitamos mucha ayuda para poder cambiar. Y es aquí donde entra en juego Iom Kipur.
Intentemos comprender cómo opera Iom Kipur por medio de observar el servicio del Templo y de aplicar los símbolos espirituales de éste al corazón del individuo.
En Iom Kipur, el Sumo Sacerdote ingresaba al Santo Sanctórum y realizaba allí precisamente el mismo acto que causó la muerte de los hijos de Aharón. Como aparece al principio de nuestra parashá:
"Y Hashem le dijo a Moshé: Di a Aharón, tu hermano, que no entre en todo momento al Santuario hasta dentro de la Cortina, delante de la Cubierta que hay sobre el Arca, para que no muera; pues en una nube Yo habré de aparecer sobre la Cubierta" (Levítico 16:2).
Rashi explica:
¿Por qué Dios relacionó la muerte de los hijos de Aharón con el mandamiento que le restringe a Aharón la entrada al Santo Sanctórum? Rabi Elazar ben Azaria comparó esto a un enfermo a quien le advierten que no debe comer comida fría ni dormir en un lugar húmedo. Un doctor le dio las instrucciones sin mayor explicación, pero un segundo doctor le dijo: "A menos que evites la comida fría y los lugares húmedos, vas a morir tal como murió fulano". Claramente la advertencia del segundo doctor es más efectiva" (Sifra).
La primera parte de la parashá de esta semana describe las condiciones especiales necesarias para permitir la entrada anual de Aharón en el Santo Sanctórum.
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Santo Sanctórum

Para comprender la importancia de entrar en el Santo Sanctórum, debemos recordar primero cómo estamos conformados espiritualmente.
Nuestra tradición nos ensaña que el alma humana tiene cinco niveles, de los cuales los tres más bajos están conectados con nuestro ser físico. Y son estos tres niveles los que nos importan en este análisis. En la base de nuestro ser somos una neshamá, la cual siempre está conectada a Dios a tal nivel que es difícil decir dónde termina la Presencia Divina y dónde comienza la persona. A pesar de que la neshamá es la base de nuestro ser, nosotros no somos seres conscientes en el nivel de la neshamá; sólo somos conscientes en los dos niveles más básicos de nuestras almas, el ruaj y el néfesh.
La neshamá está conectada con nuestro ruaj, nuestro yo espiritual. Todos tenemos una consciencia de nosotros mismos como seres espirituales; podemos imaginarnos viviendo sin nuestros cuerpos, y todos tenemos un sentido de moralidad y del bien y el mal que sabemos que está por sobre la consideraciones materiales. El ruaj está conectado a nuestro néfesh, y corresponde a la fuerza vital que arde en nuestro interior y es el motor que nos guía, la parte materialista de nuestro ser.
El Templo está conformado de la misma forma. El nivel más externo se llamaAzará, y es donde se ofrecían los sacrificios animales. Este nivel es paralelo alnéfesh. La Azará estaba conectada con el Eijal, que es un lugar mucho más espiritual. Allí no se ofrecían sacrificios animales. En el Eijal se ofrecía el incienso y es donde se encontraba la Menorá y el Pan Sagrado, el cual se mantenía caliente y fresco desde un Shabat hasta el otro. Claramente el Eijalera un lugar más espiritual, pero aún teníamos acceso a diario a él, al igual que tenemos acceso a nuestra propia espiritualidad. Este nivel es paralelo alruaj.
Finalmente, en la parte más interior del Eijal se encontraba el Santo Sanctórum; una alcoba separada por una cortina. Allí se encontraba el Arca Sagrada y era el lugar en el cual habita la Shejiná. No teníamos acceso a diario a esta parte del Templo. La única persona que podía entrar era el Sumo Sacerdote, e incluso él sólo podía ingresar una vez al año. Esta falta de acceso es claramente una expresión existencial de nuestra falta de acceso a nuestras propias neshamot.
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Definiéndote a ti mismo

El simbolismo es claro; el Sumo Sacerdote que entraba en el Santo Sanctórum en Iom Kipur debía ingresar en el nivel de neshamá.
La vida es problemática sólo porque no estamos realmente seguros de cómo definirnos a nosotros mismos. Si fuésemos capaces de vernos a nosotros mismos como neshamot y estuviéramos por lo tanto conscientes de nuestro inquebrantable apego a Dios, entonces el sentido de nuestras vidas sería sumamente claro; no estaríamos para nada confundidos sobre por qué existimos y qué se supone que debemos hacer con nuestras vidas. Pero Dios decretó que debemos vivir con libre albedrío y, por lo tanto, no somos conscientes de esto.
En lugar de eso, fuimos puestos en una situación de conflicto existencial; nuestra intensa fuerza de vida, el néfesh, y nuestro lado espiritual, el ruaj, siempre están enfrentándose y jalándonos en direcciones opuestas. El incesante conflicto nos confunde; nadie de nosotros está seguro de quiénes somos y qué somos. Nadie quiere renegar su verdadero yo y terminar viviendo la vida equivocada; nuestra confusión sobre quién somos es la fuente de nuestros pecados. La confusión eterna es el dilema que forma el contexto sobre el cual debemos ejercer nuestro libre albedrío.
Nuestro estado de olvido sobre la existencia de nuestra neshamá, el nivel más alto de nuestra alma que está siempre apegado a Dios, nos impide alcanzar claridad con respecto a quiénes somos y resolver así nuestra confusión.
Entrar en el Santo Sanctórum significa volvernos conscientes como neshamot. La neblina de la confusión es disipada de inmediato y es reemplazada por la claridad absoluta de la visión. Alcanzar ese nivel de claridad va en contra del propósito de vivir en este mundo. Entrar en el Santo Sanctórum es salirse de la vida según como Dios decretó que debe ser vivida en este mundo de difíciles decisiones. Cuando Nadav y Avihu dieron este paso, pusieron fin al sentido de su existencia en el mundo de las elecciones y por lo tanto lo dejaron; ellos murieron.
Pero ellos santificaron el Templo en el proceso. Ellos demostraron la existencia del Templo en el nivel de la neshamá, demostraron la existencia de sus propias neshamot, el estado de apego de la neshamá a Dios, y cómo esta relación es reflejada por el Santo Sanctórum del Templo. Para nosotros, simples mortales, la causa de su muerte quizás hubiera sido un misterio; pero para la 'generación de sabios' que se pararon a los pies del monte Sinaí, la lección que debían aprender de sus muertes era obvia, y revelaba el poder de la hasta ahora faltante dimensión del Templo, el Santo Sanctórum.
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El regalo de Iom Kipur

Estamos en la cúspide de Iom Kipur. Puede que el nivel de claridad al que aspiraban Nadav y Avihu no sea posible de mantener en esta vida terrenal, pero alcanzar ocasionalmente tal nivel de claridad es necesario para todo judío. Debemos ser capaces de echar un vistazo a nuestros verdaderos orígenes, pues de otra manera, la acumulación de errores nos alejaría cada vez más de nuestras neshamot —nuestro punto de conexión con Dios— hasta que el camino de vuelta estaría tan lleno de escombros producto de nuestros errores, que el viaje de retorno sería imposible de intentar.
La existencia en un estado de confusión irreconciliable tiene tan poco sentido como la existencia en un estado de completa claridad. Ninguno de estos estados permite la existencia del libre albedrío. Si perdemos totalmente nuestra habilidad de encontrar el camino de vuelta hacia nuestros orígenes habremos perdido también nuestra razón de existir.
Por eso Dios nos dio Iom Kipur. Este día Dios nos permite dejar nuestras existencias ordinarias y nos permite dar un vistazo a nuestra verdadera conexión con Él. Nuestro representante, el Sumo Sacerdote, tiene permitido volverse consciente del nivel de neshamá. Esto nos permite echar un vistazo a quiénes somos en realidad y nos muestra el camino de vuelta hacia nuestros orígenes al resolver temporalmente nuestros conflictos internos y al permitirnos alcanzar la claridad. Mientras estemos inspirados por la claridad que nos da la entrada del Sumo Sacerdote al Santo Sanctórum, podemos deshacernos de las cosas que nos separan de Dios.
Con esta información podemos comprender con facilidad la diferencia que hay entre la confesión ordinaria de un pecador y la confesión que hacemos en Iom Kipur. En la confesión de la vida ordinaria, cuando no somos conscientes de nuestro nivel de neshamá, llegar a cambiar nuestro carácter y refinar nuestras personalidades es una labor heroica. Alcanzar un nivel de arrepentimiento sincero y poder tomar una resolución firme de nunca volver a nuestros malos caminos, los cuales son elementos claves de cualquier cambio de carácter, son tareas extremadamente arduas. Por lo tanto, el arrepentimiento es extremadamente difícil de alcanzar, y el pecador debe llegar a niveles espirituales extremadamente altos por medio de su propio esfuerzo.
En Iom Kipur, cuando podemos dar un vistazo a nuestros orígenes y cuando la confusión de la auto definición es eliminada casi por completo, el rechazo de nuestros elementos negativos se vuelve una cosa de rutina. Podemos eliminar todas nuestras actividades pecaminosas dado que no reflejan nuestro verdadero ser, ya que vimos quienes somos en realidad. La confesión de Iom Kipur es simplemente que hemos pecado. Nos arrepentimos de nuestro accionar y podemos realmente decidir no volver a él, no porque hayamos generado la determinación necesaria para lograr el cambio interno, sino por la clara visión de nosotros mismos que nos da la santidad de este día. Puede que el cambio de carácter de Iom Kipur sea temporal, pero de todas formas es sumamente real.
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Una nueva visión sobre el chivo expiatorio

Los hijos mellizos de Itzjak, Yaakov y Esav, eran más poderosos espiritualmente de lo que somos nosotros. Ellos alcanzaron la claridad absoluta de visión que viene con la auto definición sin la ayuda de la intervención Divina, mediante el uso de su propio libre albedrío. Yaakov se definía a sí mismo como una neshamá; era un "hombre íntegro", totalmente consistente, completo y libre de contradicciones. Esav declaró que "mira, yo voy a morir", definiéndose por lo tanto sólo como una criatura de este mundo, un hombre del campo.
Nosotros no poseemos la fortaleza espiritual necesaria para alcanzar la claridad de visión que permite auto definirse tan nítidamente, pero en Iom Kipur, la distinción original entre Yaakov y Esav se restablece en cada uno de nosotros con la ayuda de Dios. Nosotros, los descendientes de Yaakov, recuperamos la integridad original de nuestro patriarca. Nuestra completa falta de confusión resalta también el lado opuesto de la moneda. De repente, estamos un billón por ciento seguros que no somos Esav, y nos damos cuenta que los problemas espirituales que enfrentamos a lo largo del año provienen de la falta de claridad sobre el hecho que no somos Esav. Este es el secreto que hay tras la idea del chivo expiatorio.
La pérdida del Templo y del Santo Sanctórum y el hecho que ya no podamos ofrendar el chivo expiatorio no significa que hemos perdido Iom Kipur por completo. Tenemos cuerpos físicos; somos habitantes del mundo de la acción, no del espíritu. Dios nos dio un Templo y sacrificios ya que Él sabe que siempre nos frena nuestra falta de habilidad de traducir nuestros pensamientos a acciones. Actualmente, Iom Kipur todavía nos ayuda a alcanzar el nivel espiritual del verdadero arrepentimiento, pero la ausencia de la entrada física del Sumo Sacerdote al Santo Sanctórum y la falta de un chivo expiatorio hacen que sea mucho más difícil para nosotros aferrarnos a la inspiración que nos provee esta gran elevación.
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El secreto de la retención

La respuesta es enfocarse en lo positivo. En Iom Kipur, cuando alcanzamos el nivel de neshamá, debemos aceptar para nosotros una sola mitzvá que cumpliremos a lo largo de todo el año en el nivel en que respetaríamos todas nuestras mitzvot si pudiésemos aferrarnos a la claridad de Iom Kipur. Sería tonto seleccionar una mitzvá difícil; a pesar de que estamos parados frente a Dios en Iom Kipur en el nivel de neshamá, sabemos perfectamente que mañana ni siquiera recordaremos cómo se sentía. Un buen ejemplo de una mitzvá fácil es una bendición en particular; por ejemplo, recitar siempre la bendición sobre el agua con el mayor nivel de foco y atención posible.

Este es quizás un pequeño paso, pero no obstante nos permite mantener el nivel de neshamá en nuestras vidas a lo largo del año. La conexión con la santidad significa el rechazo de lo contrario. Si mantenemos un pequeño punto de santidad, entonces estaremos manteniendo también un pequeño punto de separación del nivel de Esav. La esencia del chivo expiatorio es el completo desapego de lo que él representa. Si estamos totalmente desapegados del nivel de Esav entonces las acciones que surjan de nuestra conexión con él no nos representan realmente.

El verdadero poder del habla

Metzorá(Levítico 14-15)


Es prácticamente imposible apreciar la visión de mundo del judaísmo sin tener algún grado de familiaridad con el concepto de lashón hará, que significa literalmente “habla maliciosa”.
Lashón hará puede ser traducido vagamente al español como “chismes”, pero pierde todo el sentido. No hay duda que los chismes son un mal hábito que uno incluso podría catalogar de repulsivo; pero nadie lo llamaría malicioso. Pero de acuerdo a la Torá, decir algo derogatorio sobre alguien, independientemente de si la información es verdadera o no, está prohibido por ser lashón hará —habla maliciosa— excepto en circunstancias muy especiales.
Y no sólo eso, sino que el pensamiento judío considera que esta común práctica social es uno de los mayores males morales que existen. El pecado de hablar lashón hará es considerado equivalente en su grado de maldad a los pecados de idolatría, relaciones sexuales prohibidas y asesinato combinados (Talmud, Arajin 15b). Nuestra tradición nos enseña que el pecado de lashón hará fue el responsable de la destrucción del Segundo Templo (Ioma 9b). Es un pecado que Dios se rehúsa a dejar pasar; y acarrea consecuencias, tanto en este mundo como en el siguiente.
Lashón Hará es también la causa principal por la cual se contrae tzaraat, una enfermedad a la piel particularmente vil, similar a la lepra, sobre la cual se habla en la parashá de esta semana (ver Maimonides, Yad Jazaká, Ética 7:2-3; Talmud Ioma 9b y Arajin 16a; Yerushalmi, Peá 1).
¿Cómo podemos relacionarnos con la severidad que le asigna la Torá a esta difundida y aparentemente “inofensiva” costumbre social?
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¿Habla o hálito de Dios?

"Y Hashem Elo-him formó al hombre del polvo de la tierra e insufló en sus fosas nasales el alma de vida; y el hombre se transformó en un ser viviente" (Génesis 2:7) .
Onkelos, el traductor de la Torá del hebreo original al arameo, traduce la palabra 'viviente' como 'hablante'; su versión dice por lo tanto: "Y el hombre se transformo en un ser hablante".
El hálito de Dios en el hombre —que es la fuente de la fuerza vital del ser humano— se manifiesta en él como el poder del habla. La habilidad de expresar sus pensamientos más internos y comunicarlos a otros es el fenómeno que conecta al hombre con lo Divino.
Pese a que toda la creación —que de hecho se materializó por medio de una serie de declaraciones Divinas— testifica sobre la gloria de Dios, dicho testimonio sería mudo si no fuera por el hombre. Sólo el hombre es capaz de comprender y verbalizar la idea de que su misma existencia es una expresión de la gloria de Dios. Sólo él puede dar voz al testimonio sobre aquello por lo cual fue creado todo el universo. Su poder del habla lo pone en la posición de ser el portavoz universal; como veremos, este rol tan especial es la razón de su existencia.
El Rey Shlomó expresó este pensamiento de forma más elocuente:
"La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos" (Proverbios 18:21).
El Midrash explica el significado del versículo anterior con la ayuda de una metáfora:
El rey de Persia se enfermó y sus doctores le aconsejaron que debía tomar leche de una leona para curarse. Alguien se ofreció para traerle al rey leche fresca de leona, para lo cual pidió que le diesen tan sólo 10 cabras. Él tomó las 10 cabras y viajo hasta donde se encontraban los leones. En el primer día, cuando estaba seguro que una leona podía verlo claramente, le lanzó una cabra desde lo lejos. Al día siguiente se acercó un poco más... al décimo día ya había ganado su confianza y logró obtener una jarra llena de leche de la leona.
En su camino de vuelta a casa tuvo una visión; las partes de su cuerpo estaban teniendo una gran discusión. Las piernas decían: “Ninguna de las otras partes del cuerpo pueden compararse con nosotras. Si nosotras no hubiéramos transportado al cuerpo, entonces hubiera sido imposible obtener esta leche”. Las manos por su parte afirmaban que ellas no tenían paralelo; si ellas no hubieran realizado las varias acciones que fueron necesarias, entonces habría sido imposible obtener esa leche. El corazón argumentaba que si no hubiera tenido la idea de las cabras, entonces la misión habría sido imposible. La lengua por su parte decía que si ella no hubiera hablado, entonces todo habría sido en vano.
Todas las otras partes del cuerpo estaban enfurecidas con la lengua. “¿Cómo puedes atreverte a decir algo semejante? Tú estás en un lugar oscuro y escondido, ¡tú no puedes hacer nada ni pensar en nada!”. La lengua les respondió: “Ya verán; este mismo día ustedes estarán de acuerdo que yo soy la que los gobierna”.
Después de que el hombre escuchó todo esto, fue donde el Rey y le dijo: “Su majestad, aquí está la leche de perra que ordenaron para usted”. El Rey se puso furioso y exigió que él hombre fuese ahorcado. En el camino a la ejecución todas las partes del cuerpo comenzaron a llorar. La lengua les dijo: “¿No les dije acaso que ustedes eran inferiores? Si los salvo, ¿reconocerán mi superioridad?”. Todos estuvieron de acuerdo.
El hombre entonces le pidió al verdugo que lo dejara hablar con el Rey una vez más, y su deseo le fue concedido. Él le dijo al Rey que probara la leche, ya que de seguro lo curaría, y que de todas formas mucha gente llama a las leonas por el nombre de perras. El Rey probó la leche y se curó, y el hombre fue perdonado. Por lo que efectivamente, "¡la vida y la muerte están en manos de la lengua!" (Midrash Tehilim capítulo 39).
El Midrash enfatiza un concepto que solemos pasar por alto: el impacto de los eventos nunca puede ser medido en términos de los eventos mismos; el impacto es en función de la forma en que son percibidos y comunicados. Esta regla aplica tanto al universo como a las cosas que ocurren en él.
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Sujeto a interpretación

El mundo que creó Dios no está completamente definido. No habla por sí mismo y está sujeto a interpretación. Todo lo que ocurre en el mundo puede ser interpretado en más de una forma. Hasta que la lengua hace oír su voz, nadie sabe cómo dimensionar la importancia de las cosas.
Imagina a Juan Gonzales, un hombre que comenzó desde abajo y que poco a poco se abrió camino hasta alcanzar el éxito. Hay quienes lo mirarán con desprecio y dirán que Juan proviene de una familia de baja clase social. Pero otros se relacionarán con la misma información con admiración y dirán que Juan logró mucho sin tener el apoyo económico de la familia. O imagina a Susana Fernández, quien salió airosa de una reunión importante y se las arregló para sobreponerse a una fuerte oposición. Algunos dirán que Susana fue tan ruda y despótica que al final todos decidieron simplemente dejar que se saliera con la suya. Pero otros dirán que Susana sabe cómo defender sus principios y que peleó para defender sus creencias.
Los eventos y las acciones proveen el contexto sobre el cual la lengua ejerce su poderío. Todos conocemos este fenómeno. Los publicistas y los asesores políticos tienen mucha demanda en nuestro mundo, y los más talentosos de ellos tienen salarios sumamente elevados.
Es imposible exagerar sobre la importancia de este fenómeno, como muestra la historia judía.
Rava dijo: "Nadie puede hablar lashón hará como Hamán. Él le dijo a Ajashverosh: '¡Destruyamos a los judíos!'. El Rey le respondió: 'Tengo miedo de su Dios, no vaya a ser que Él haga conmigo como hizo con los reyes anteriores [Nebujadnezar, Belshezar y Sanherub, quienes fueron destruidos por su maltrato al pueblo judío]'. Hamán le dijo: 'Ellos [los judíos] han dejado de lado el cumplimiento de los mandamientos'. El Rey replicó: '¿Y qué hay de sus rabinos?'. Hamán le respondió: 'Ellos son un solo pueblo [sus rabinos son como el resto de ellos]... están dispersos y separados [han perdido su cohesión interna]" (Meguilá 13b).
El Midrash revela las enormes implicancias de lo que parecería haber sido una conversación terrenal; el 'chisme' de Hamán tuvo repercusiones en todo el universo y su impacto llegó hasta la corte celestial; su comentario fue tan poderoso que fue el responsable de que se decretara en el cielo un edicto de destrucción en contra del pueblo judío.
Él podría haber observado el mismo fenómeno —el bajo nivel de observancia de los mandamientos que había entre los judíos— y haberlo atribuido a una gran depresión y desánimo en lugar de atribuirlo a una debilidad en su fe. De acuerdo a los cálculos de todos, los setenta años del exilio babilonio ya deberían haber terminado en ese entonces, y sin embargo el redentor prometido aún no había llegado. La presunción era que nunca llegaría. Pero Hamán eligió ver que la falta de observancia no era meramente por desmotivación, sino que era una manifestación de un malestar más profundo: una pérdida de dirección y un abandono de la fe.
La corte celestial se vio obligada a aceptar esta interpretación como legítima; era una interpretación razonable de los hechos, un juicio racional al que había llegado un ser humano inteligente. Una interpretación negativa que calza con los hechos no puede ser simplemente ignorada; el Atributo de la Justicia no lo permitiría; debe ser refutada. El edicto de destrucción sólo podría anularse si los judíos refutaban la interpretación de Hamán mediante un arrepentimiento sincero.
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Como es arriba, asimismo es abajo

El enorme poder del lashón hará no radica en las repercusiones que tienen los comentarios negativos aquí en la tierra, sino en el impacto que tienen en el cielo. El hombre es el portavoz del universo. Él fue la única criatura que fue seleccionada por Dios para ser un "espíritu hablante". Él fue elegido para interpretar la creación y comunicar su significado. Y como tal, sus definiciones se sobreponen a la realidad. Cuando el hombre define un aspecto de la creación, entonces incluso Dios se relaciona con Su propia creación en base a la definición del hombre.
La palabra en hebreo para 'lengua' es lashón, una palabra que también hace referencia a la barra de equilibro que esta sobre la balanza, que es la parte del mecanismo que equilibra la balanza. La lengua es la que sopesa las ambiguas acciones del hombre e inclina la balanza en la dirección de inocente o culpable. La "balanza de la justicia" está bajo la jurisdicción de la lengua.
La corte celestial suele ser clemente y paciente. Si hay dos posibles interpretaciones para las motivaciones y acciones de una persona, entonces, la corte celestial siempre adoptará la visión más favorable. Dios nunca está en un apuro. Siempre quiere otorgar el beneficio de la duda. Sin embargo, si acá en la tierra un judío interpreta las acciones de su prójimo de forma desfavorable, entonces la corte celestial se ve forzada a aceptar ese juicio terrenal. Tendrá que aceptar la desfavorable interpretación y deberá proceder acorde a ella. Es el lashón hará el que causa el juicio, y no la acción misma que éste intenta describir.
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La medida de una persona

Pero la lengua no sólo está a cargo de la balanza del juicio. Mediante el habla 'positiva' y 'negativa' la lengua mide el balance entre la fisicalidad y la espiritualidad que podemos encontrar en cada persona. Nosotros, los seres humanos, somos una mezcla entre lo físico y lo espiritual; cuerpo y alma.
Como cuerpos, habitamos en un mundo de limitaciones. Competimos unos con otros por una limitada cantidad de bienes y honores. Teóricamente, las posesiones de nuestros colegas podrían haber sido o podrían ser nuestras. En este tipo de situación tendemos a rebajarnos unos a otros, dado que la posición de una persona en una competencia se calcula en relación al primer lugar. Si elimino a alguien que está frente a mí, entonces eso me acerca al primer lugar; o al menos me da la tranquilidad de saber que no soy el único perdedor. Este tipo de visión de mundo lleva directamente al lashón hará.
Como almas vivimos en un mundo ilimitado. Cada uno de nosotros fue enviado al mundo para cumplir una misión única y nos dieron los medios y el equipamiento necesario para hacerlo. Nuestros cuerpos son el traje que vestimos para funcionar en este mundo físico. Las ropas nunca definen a la persona. Ninguno de nosotros está compitiendo con el otro; es imposible que alguien se apropie de algo que está destinado a otra persona. No hay nada de beneficioso en que el otro falle. Por el contrario, uno de los elementos de mi propia misión es asistir a todos los que pueda a cumplir sus propias misiones. No hay ninguna ganancia en que el otro falle. No hay ningún incentivo para hablar lashón hará.
La cantidad de lashón hará que habla una persona es una medida precisa sobre cuánto se ve a sí mismo y a los demás como seres espirituales y cuánto como seres físicos. El nivel espiritual de una persona no se puede medir en base al dogma que hay en su cabeza. Un persona puede andar por ahí creyendo que es principalmente un alma pero refutar al mismo tiempo su creencia al hablar lashón hará, comportamiento que sólo es apropiado para alguien que se identifica principalmente con su cuerpo.
El judaísmo no es una religión dogmática. La lengua es la vara de medición apropiada para conocer el verdadero nivel espiritual de una persona y no las sofisticadas ideas que hay en su cabeza.
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El poder de la unicidad

Hay un balance más que está en manos de la lengua, y es el balance del poder. Para demostrar esta tesis debemos establecer primero la correspondencia que hay entre el poder y la unicidad. Los integrantes del pueblo judío son entidades separadas sólo desde el punto de vista físico. Espiritualmente, mientras más alto, más uniformidad encontraremos. Podemos entender el sentido de esto fácilmente: Cada persona está envuelta en un envoltorio físico separado que es claramente distinguible; nuestra altura es distinta, nuestras narices tienen distintos anchos, algunos somos hombres y otros mujeres, etc. Es fácil distinguirnos unos de otros.
Si existiéramos como seres no corporales, todavía seríamos distintos unos de otros, a pesar de que las diferencias de carácter son más sutiles y menos notorias que las diferencias físicas. Algunas personas tienen más coraje, algunas son más generosas, algunas son más humildes, etc. Pero intelectualmente somos todos prácticamente iguales. La verdad es la misma para todos. El significado objetivo de la información intelectual no varía de persona a persona. Puede que no hayamos sido dotados equitativamente, pero todas las mentes funcionan igual. Si fuésemos puro intelecto, sería extremadamente difícil diferenciarnos unos de otros.
En el rezo de la Amidá de Minjá de Shabat, hacemos la siguiente declaración:
"Tú [Dios] eres Uno, Tú nombre es Uno y quién es como Tu pueblo Israel, que es una nación única en la Tierra".
Si examinamos esta declaración a la luz de nuestra tesis sobre las diferencias individuales, entonces la unicidad de la nación judía a la que se alude claramente tiene que ser espiritual, siendo un reflejo de la unicidad de Dios. Para poder comprender a cabalidad este tipo de unicidad debemos entender primero un poco mejor la unicidad de Dios.
Cuando decimos que Dios es Uno, no nos referimos a que no hay dos Dioses. Eso es obvio. La declaración sobre que Dios es Uno es en realidad una declaración sobre su unicidad. Nadie de nosotros podría existir en un estado de unicidad. Nosotros necesitamos comida para comer, aire para respirar, otras personas con quienes hablar y un millón de otras cosas para poder existir. Si estoy consciente de la existencia de otra persona entonces quiere decir que sé que hay un mundo allá afuera, que hay un sol, y estrellas y un millón de otras cosas. En este sentido es que hablamos de la unicidad de Dios, ya que Él es capaz de existir como Uno: fuera del espacio y del tiempo, sin ninguna otra existencia fuera de Él.
Cuando decimos que Su Nombre es Uno, estamos viendo la unicidad de Dios desde nuestra propia perspectiva. Los nombres son la forma en que comprimimos nuestra percepción y conocimiento de alguien en una sola palabra que evoca toda esa información instantáneamente en nuestras mentes. Un nombre es por así decirlo la esencia espiritual de la persona que se está describiendo.
La tercera unicidad que mencionamos en el rezo, la unicidad de Israel, es un reflejo más de la unicidad de Dios. Por un lado tenemos la unicidad de Dios en relación a Sí mismo: Tú [Dios] eres Uno; por otro lado tenemos Su unicidad según como nosotros nos relacionamos con ella, por medio de Su nombre: Tú Nombre es Uno; y finalmente tenemos la unicidad de Dios en relación a cómo ésta interactúa con el pueblo judío, el cual se vuelve la personificación física de Su unicidad, tal como Su Nombre es su personificación espiritual.
De más está decir que si nos transformamos en la personificación física de la unicidad de Dios, entonces, obtendremos acceso a una fuente ilimitada de energía. Tal como esta unicidad es totalmente independiente y no requiere de ninguna ayuda externa para mantenerse, asimismo el pueblo judío que se conecta con esta unicidad al transformarse en su personificación física, comparte estas cualidades: es completamente autosuficiente e independiente, y en cierto sentido incluso es omnipotente. Pero este tipo de unicidad también requiere que haya una armonía interna entre los judíos mismos. No puedes ser la personificación de una unicidad cuando estás dividido internamente.
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La compuerta de entrada

La compuerta de entrada al mundo espiritual es el poder del habla, y el puente levadizo que provee o niega el acceso es controlado por la lengua. Es precisamente en el habla dónde el hombre combina lo físico con lo espiritual. La facultad del habla involucra al cuerpo: la exhalación, las cuerdas vocales, la lengua, etc. Sin embargo, el habla misma es una expresión del espíritu humano.
El 'buen habla', o lashón hatov, expresa la unidad que hay entre la parte física y la parte espiritual del hombre. Cuando las partes del hombre se encuentran unificadas, forman una entidad que puede conectarse con la tercera expresión de la unicidad de Dios, la Nación de Israel, y pueden recibir energía de la fuente de toda la vida, la unicidad de Dios.
El 'habla maliciosa', o lashón hará, cierra esta entrada al mundo espiritual. El hombre queda atrapado en el mundo de lo físico, donde sólo tiene sus propios recursos individuales a los cuales puede recurrir.
La centralidad de la idea de la unicidad en el judaísmo se ve claramente reflejada en la declaración básica de la ética judía:
"Todos los judíos son responsables unos de otros" (Talmud, Shavuot 39a).
La implicaciones son claras: todos nos beneficiamos de los éxitos de otros y sufrimos por las faltas de los demás. Si todos los judíos nos sintiéramos realmente de esta forma, entonces sentiríamos el mismo impulso compulsivo de disimular los defectos de cualquier otro judío que sentimos de disimular nuestros propios defectos. Es más, estaríamos tan sesgados, que tendríamos la misma dificultad para percibir defectos en los otros que tenemos para reconocer nuestros propios defectos.
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Unicidad y santidad

Unicidad y santidad son conceptos prácticamente idénticos en el pensamiento judío. La Presencia Divina, la Shejiná, se manifestaba abiertamente en el Primer Templo. La existencia de un Templo en Jerusalem testificaba sobre el estado de armonía y coexistencia pacífica entre los mundos físico y espiritual. Y el Primer Templo —dado que la Shejiná se manifestaba en él— indicaba claramente esto.
Pero en el Segundo Templo no se manifestaba la Presencia Divina. La Shejinánunca posó su Presencia sobre él. Si es así, entonces es legítimo preguntarse sobre la lógica de su existencia. ¿Qué representaba?
Si pensamos en ello con profundidad, nos encontraremos nuevamente en el área de las tres unicidades que son mencionadas en el rezó de la Amidá deMinjá de Shabat. Dios es Uno y Su Nombre es Uno es la lógica del Primer Templo, en el cual la marca del Nombre Divino era claramente visible. Pero aún falta la tercera unicidad que expresa la unicidad de Dios; la unicidad de la Nación de Israel es el contenedor de las primeras dos unicidades. Esta tercera unicidad, la unicidad de Israel, es el secreto del Segundo Templo. Éste se mantenía por la unidad de Israel con Dios.
Un Israel unificado siempre está conectado con la fuente por medio del principio de "Tú [Dios] eres uno, Tú nombre es Uno y quién es como Tu pueblo Israel, que es una nación única en la Tierra". Todo el tiempo que se mantenga esta unión, será posible traer energía de lo espiritual a lo físico. La unicidad de Israel transforma automáticamente al mundo en un lugar que puede ser inundado de santidad.
El Primer Templo fue destruido por los pecados cardinales de la idolatría, el libertinaje sexual y el asesinato. Pero durante el Segundo Templo estos pecados no aparecen en ninguna parte. El Talmud nos dice que los judíos eran diligentes en el estudio de Torá y eran generosos unos con otros (Talmud, Ioma 9b). El Segundo Templo fue destruido por lashón hará. Dado que la unicidad judía era la base sobre la cual había sido construido el Templo, la disolución de la unicidad judía causó su destrucción.
Cuando los judíos están en un nivel espiritual suficientemente alto, el mal uso de la lengua puede manifestarse de forma física. La muerte es la desconexión entre el alma y el cuerpo. La desconexión entre lo espiritual y lo físico también es un tipo de muerte. Lashón hará —la fuerza que corta la conexión entre lo físico y lo espiritual—, causa un tipo de muerte que tiene una apariencia física de una enfermedad a la piel similar a la lepra.
El Metzorá —aquel que carga con esta enfermedad—, es como un hombre muerto. Al hablar lashón hará él cortó la conexión entre su alma y su cuerpo y se definió a sí mismo como un ser físico. Él declaró estar compitiendo con el resto e intentó separar a las personas.
Cuando hay un Templo que testifica sobre el estado de unidad con Dios, esta persona es forzada a vivir en la práctica su estilo de vida interno. Se ve afectado por una terrible enfermedad a la piel que lo aísla del resto de la humanidad. La gente lo evita y él se vuelve un apartado social; se ve obligado a vivir en la atmósfera espiritual que creó por medio de su lashón hará. Él experimenta el mundo según como lo definió su propia lengua, y se mantiene apartado hasta que encuentra una cura espiritual para el mal uso de su atributo Divino de la comunicación. Cuando eso ocurre, la compuerta de su alma se abre nuevamente y el poder de la santidad que entra lo sana.

Si tan sólo aprendiéramos a hablar correctamente podríamos abrir los canales que nos unen y acceder a la espiritualidad que hay en el universo.

Removiendo la cáscara

Tazriá(Levítico 12-13)


"Al octavo día circuncidaras la carne del prepucio" (Levítico 12:3).
Hasta hace poco, todo el pueblo judío realizaba fervientemente la práctica de la circuncisión sin importar su nivel general de compromiso con la observancia de los demás mandamientos. Pero en las últimas décadas, incluso esta sagrada costumbre judía que comenzó con la circuncisión del primer judío, Abraham, se ha visto bajo ataque, siendo acusada de no ser más que un ritual barbárico.
¿Qué significado espiritual puede tener la remoción de un pliegue de piel del cuerpo humano?
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El mismo argumento de siempre

"No hay nada nuevo bajo el sol", dijo el Rey Shlomó. Y resulta que la práctica de la circuncisión ya se ha visto sujeta a estos mismos ataques en épocas anteriores.
Turnusrufus, el gobernador romano que dominó Judea poco después de la destrucción del Segundo Templo y ejecutó a Rabí Akiva —uno de los diez mártires— le preguntó a Rabí Akiva: "¿Las acciones de quién son más bellas, las de Dios o las del hombre?".
Rabí Akiva le respondió: “Las acciones humanas son más bellas y completas”. Turnusrufus le dijo: “Con respecto a los cielos y la tierra, ¿podría acaso un logro humano unirlos?”. Rabí Akiva le respondió: “No puedes señalar un fenómeno que esté más allá de la capacidad humana, yo me refería a los asuntos que están dentro del dominio humano”.
Entonces Turnusrufus le preguntó: “¿Por qué los judíos se circuncidan?”. Rabí Akiva le respondió: “Yo entendí inmediatamente que esta era la pregunta qué estabas haciendo realmente, y por lo tanto me adelanté y te respondí que las acciones de los seres humanos son más completas que las acciones de Dios. Tráiganme gavillas de trigo y panecillos horneados... [cuando se los trajeron, Rabí Akiva los señaló y dijo:] este es el producto de Dios y este es el producto del hombre, ¿acaso no son los panecillos más completos? Tráiganme manojos de lino y telas de lino que fueron producidas en Bet Shan... [cuando se las trajeron, Rabí Akiva señaló y dijo:] este es el producto de Dios y este es el producto del hombre, ¿acaso no son las telas de lino más hermosas y perfectas?”.
Entonces Turnusrufus le preguntó: “Si Dios prefiere a los hombres circuncidados, entonces ¿por qué no salen del útero de sus madres en ese estado?”. Rabí Akiva le preguntó entonces: “¿Por qué el cordón umbilical sale con el bebé si tendrá que ser cortado por la madre? Dios no creó a los seres humanos circuncidados, sino que les dio los mandamientos a los judíos de forma que pudieran perfeccionarse a sí mismos mediante su observancia... (Tanjuma, Tazriá 7).
Rabí Akiva podría haber enunciado su respuesta de forma más simple sin gavillas de trigo y manojos de lino. Si estos eran tan convincentes, ¿por qué Turnusrufus no estuvo de acuerdo? Y más aún, ¿por qué Dios no creó un universo en el que crezcan panecillos y telas de lino en los árboles? ¿Sobre qué discutían realmente?
Es importante tener en mente que esta discusión era entre:
  1. Turnusrufus, el representante de la cultura romana que dominaba al mundo antiguo, la cual a su vez representaba la fuerza del progreso y la civilización moderna de aquellos tiempos.
  1. Rabí Akiva, el representante por excelencia del judaísmo ortodoxo rabínico, el cual siempre ha sido considerado la antítesis misma de las ideas "progresistas".
Y también es importante tener en mente que el asunto sobre el cual estaban discutiendo es fundamental para entender todos los mandamientos.
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La idea de los mandamientos

Desde una perspectiva superficial, los mandamientos son una mezcla de cosas. Algunos de ellos buscan mejorar el carácter, mientras que otros hablan de amar al prójimo y honrar a los padres. Otros buscan fomentar una ideología adecuada, como aquellos cuyo propósito es conmemorar los eventos del Éxodo o Shabat, cuya observancia es un recordatorio de que Dios es el autor de la creación.
Hay otros que están relacionados con la observancia ritual, como las leyes de pureza y aquellas relativas a los sacrificios del Templo, las cuales buscan hacer que el servicio Divino sea un elemento central en nuestras vidas. Y hay otras leyes que claramente están dirigidas a mantener la pureza familiar y a servir como barreras en contra de un posible descenso hacia un comportamiento licencioso.
La circuncisión es uno de los pocos mandamientos que no pueden ser clasificados de forma convincente.
La circuncisión es uno de los pocos mandamientos que no pueden ser clasificados de forma convincente. Circuncidar a un niño en su octavo día de vida no parece servir ningún propósito espiritual. A esa edad, cualquier cosa que le pase al niño no sólo es involuntaria, sino que está muy cerca de ser incluso inconsciente. Resulta difícil ver cómo una experiencia como aquella podría afectar el carácter humano. Además, como una marca indeleble que sirve para identificar a quien está circuncidado como un sirviente de Dios, tiene la desventaja de haber sido impresa en una parte del cuerpo que suele estar tapada. Por lo tanto, pareciera no tener otro propósito que la corrección en un defecto físico de nacimiento.
Ese era precisamente el problema de Turnusrufus con la circuncisión. ¿Por qué Dios crearía al hombre con un defecto físico que debía ser reparado, cuando la realización de dicha reparación pareciera no tener un propósito real? Este era el significado subyacente de la pregunta.
La respuesta de Rabí Akiva equivale a una declaración de que Dios deliberadamente creó al hombre defectuoso y dejó en manos del hombre los retoques finales.
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El primer hombre

El Maharal traza la raíz de esta idea al nombre Adam (que significa 'tierra'), el nombre que le asignó la Torá al primer hombre. La Torá explica que dado que el hombre fue creado a partir del polvo de la tierra, entonces era apropiado que fuera nombrado en base a la tierra de la cual había sido formado, pero en realidad este concepto podría ser aplicado también a cualquier otra criatura. De acuerdo a la historia del Génesis, todos ellos fueron creados por Dios a partir del polvo de la tierra.
El Maharal explica que la verdadera razón que hay tras el nombre del hombre es que él necesita trabajar para poder sacar a luz su potencial oculto. De todas las formas vivientes, él era el único que había sido creado en un estado imperfecto. Otras formas de vida se llaman beemá, que significa 'lo que es, ya está allí', o jaya, que significa simplemente 'criatura viviente'. Puede que también provengan de la tierra, pero no son parecidos a ésta.
Pero el hombre es precisamente como la tierra. La tierra no produce nada sin una labor intensiva, pero si uno la trabaja, puede generar una abundancia de vegetación capaz de mantener a todas las otras formas de vida. De la misma forma, el hombre es capaz de lograr grandes cosas a pesar de sus defectos inherentes.
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Defectos inherentes

¿Cuál es la naturaleza de estos defectos inherentes que simboliza la necesidad de una circuncisión?
Rami Bar Aba dijo: "[De acuerdo a la tradición judía, un hombre judío tiene 248 órganos, que corresponden a los 248 mandamientos positivos de la Torá]. Abraham fue conocido primero como Abram, lo cual suma 243, que es el número de órganos que Dios puso bajo el control del hombre cuando lo creó. La adición de la letra hebrea hei [cuyo valor numérico es cinco] en el cambio de nombre de Abram a Abraham hizo que la cuenta aumentara a 248. Los cinco órganos adicionales implicaban que el hombre estaba ahora en control de las dos orejas, los dos ojos y el órgano sexual. [El cambio de nombre y este control adicional fueron producto de la circuncisión]" (Nedarim 32b).
El hombre tiene dos aspectos. Por un lado es una criatura de este mundo al igual que todas las demás especies. Puede que tenga una mayor inteligencia, pero tiene las mismas motivaciones y fuerza vital que el resto de las criaturas vivientes. Por otro lado el hombre es también el vínculo que hay entre este mundo y el mundo espiritual superior. Cuando Dios quiere enviar algo al mundo físico, siempre lo hace por medio del alma de los seres humanos. Incluso los milagros de Egipto y la entrega de la Torá en el monte Sinaí requirieron que Moshé actuase como el intermediario de Dios.
Los ojos y oídos son por lo general receptores pasivos de información que ya se encuentra en la naturaleza.
Esta dimensión adicional de los seres humanos —su habilidad para ver más allá de los físico y para escuchar el mensaje de lo infinito—, requiere un control especial sobre los ojos y oídos que no viene programado de forma innata en el hombre. Los ojos y oídos son por lo general receptores pasivos de información que ya se encuentra en la naturaleza. El hombre escucha y ve lo que otras formas inferiores de vida también pueden escuchar y ver. Su capacidad de interpretación es superior, pero tiene acceso a la misma información.
Para poder ver y oír más allá de la naturaleza, el hombre debe enseñarle a sus ojos y oídos a ser más que receptores pasivos. Él deberá utilizar estos órganos de percepción para acceder a información del mundo espiritual, tomar la información que obtenga y hacerla parte del mundo natural. En el proceso, él transformará su mundo en un lugar en el que el espíritu de Dios podrá residir.
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Nueva vida y nueva inteligencia

Cuando llega una nueva vida al mundo mediante el proceso de la reproducción humana, ésta trae consigo una nueva inteligencia. Todo el tiempo que los ojos y oídos del hombre estén sintonizados sólo con este mundo, entonces no podrá haber ninguna nueva inteligencia que no sea ya parte de la naturaleza. Todo el tiempo que sus ojos y oídos sean ojos y oídos ordinarios, y que él no esté abierto a ver y escuchar el mensaje Divino que viene de más allá, entonces la nueva vida que traiga el hombre a este mundo no va a ser más que el reciclaje de información que ya estaba allí.
El pensamiento judío dice que Dios maneja el mundo utilizando principalmente dos atributos Divinos: la fuerza Divina y la bondad Divina. Cuando maneja el mundo con el atributo de la fuerza, entonces la energía Divina que fluye al mundo sólo es suficiente para mantener lo que ya existía; no permite la expansión y el crecimiento. Estos períodos están marcados por épocas de depresión económica y guerras. La falta de expansión de los recursos del mundo genera una dura competencia por lo que ya existe, causando inflación, depresión y guerra.
En períodos en los cuales el atributo Divino de la bondad es el que predomina hay una sobreabundancia en el mundo. Estas épocas están marcadas por la paz y prosperidad. La energía Divina fluye a través del alma humana. Si el alma humana está abierta al más allá y los ojos y oídos del hombre están sintonizados con Dios, entonces, la fuerza de vida que el hombre trae a este mundo mediante el proceso de reproducción será una fuente de expansión y de nueva energía.
No es que Abraham haya sido el primer ser humano en hablar con Dios. Pero incluso hablar con Dios no es suficiente para remover los defectos inherentes que hay en el hombre. Hasta que estos defectos sean corregidos para alcanzar la completitud, el mundo no podrá progresar. Abraham fue el primero en alcanzar la completitud humana, y de esta forma fue el primero en ser circuncidado.
Rebi dijo: "El mérito de la circuncisión es muy grande. A pesar de todos los actos de devoción que hizo nuestro patriarca Abraham, la Torá no se refirió a él como completo sino hasta que se circuncidó, como está escrito 'camina delante de mí y sé completo' (Génesis 17:1)".
Otra forma de expresar esta idea: El mérito de la circuncisión es muy grande. Si no fuera por ella, Dios no habría creado el mundo, como está escrito: "si no fuera por mi pacto, el cual está presente constantemente de día y de noche, [lo cual es una referencia a la circuncisión, el único mandamiento cuyo cumplimiento es constante] Yo nunca habría establecido las leyes de los cielos y la tierra (Jeremías 33) (Mishná, Nedarim 3:11).
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Un mundo de capas

Nosotros estamos en este mundo sólo para tener la posibilidad de perfeccionarnos. Todo el tiempo que los ojos y oídos del hombre estén cerrados a lo que está más allá de la existencia física y que él dedique toda su fuerza vital solamente a mantener y mejorar el mundo físico, entonces estará meramente en la capa más exterior de la existencia. Este estado se conoce en el pensamiento judío por el nombre de klipá, que literalmente significa 'capa' o 'cáscara'. Cualquier bondad de Dios que fuese vertida en un mundo que esté conformado sólo por personas que no han ganado control sobre sus ojos y oídos sería utilizada sólo para mejorar la cáscara.
Ahora bien, la cáscara existe sólo para proteger lo que está en su interior. Dios quiere verter Su bondad en el interior. La cáscara debe ser removida para que el flujo de bondad llegue al interior. La remoción del prepucio representa la remoción de la "cáscara".
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Lepra espiritual

El tema principal de nuestra parashá es tzaraat, una enfermedad que no tiene una traducción clara al español. Pareciera ser un tipo de lepra espiritual. De acuerdo a la tradición judía, ésta aparece debido al lashón hará, o habla prohibida, y su cura es el arrepentimiento espiritual y el ofrecimiento de un sacrificio. Esta enfermedad afectaba la piel, las ropa o las murallas de una casa habitada, es decir, la interfaz entre el mundo interior y exterior del hombre.
El lashón harátiene como objetivo la separación y el juicio.
El Sefer Yetzirá, el 'Libro de la Creación', uno de los libros más antiguos de la librería judía, hace una conexión entre el brit hamoar, la circuncisión propiamente tal, y el brit halashón, la circuncisión de la lengua. El lugar de la circuncisión es el lugar a través del cual el hombre vierte su fuerza vital física al universo, mientras que la lengua es el lugar por medio del cual el hombre vierte sus pensamientos e ideas al mundo.
El lashón hará tiene como objetivo la separación y el juicio. Los ojos y oídos se enfocan en encontrar las fallas y debilidades, y la lengua es utilizada para exponer los defectos que fueron encontrados por la inteligencia.
La inteligencia del hombre es el poder de la bondad que debe esparcir en el mundo. Enfocar su poder en lo negativo es similar a que Dios maneje el mundo con fuerza en vez de con bondad. Representa un enfoque en la superficie (la cáscara) en lugar de un enfoque en lo interior (el fruto).
La apariencia externa de este poder humano mal utilizado se manifiesta en la aparición física de defectos en la interfaz entre el mundo interno y externo del hombre, la “cáscara de su existencia”. Su piel, su ropa o las murallas de su casa se enferman.
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Tres lugares de circuncisión

La fuerza vital del hombre se encuentra en tres lugares: en su inteligencia, sus órganos reproductivos y su corazón. Debemos circuncidar dos de estos lugares. Los padres circuncidan el órgano reproductivo en el octavo día de vida, ya que de ellos depende transformar a su hijo en un canal para que la bondad de Dios ingrese en este mundo mediante un entrenamiento y educación adecuada. Si ellos hacen bien su trabajo, entonces los padres podrán corregir este defecto.
Circuncidar la lengua, es decir emplear su inteligencia de adulto para abrir sus ojos y oídos a lo positivo que hay en los otros y en el mundo, dependerá de la persona misma.
La circuncisión del corazón es más compleja y ocurrirá al final de los días.
Hashem tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tu descendencia, para amar a Hashem tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, para que vivas (Deuteronomio 30:6).
La circuncisión final tendrá el efecto de remover completamente la inclinación del mal y de cerrar la era actual de la historia humana por medio de finalizar con el libre albedrío.
El mandamiento de la circuncisión, que en hebreo se llama brit, tiene un valor numérico de 612, que es sólo uno menos que el numero de mandamientos que hay en la Torá, 613. La palabra brit significa también pacto y de acuerdo a Najmánides deriva de la palabra briá, que significa creación.

El objetivo de los otros 612 mandamientos sólo se revela por medio del mandamiento de la circuncisión. El objetivo de la existencia humana y del cumplimiento de los mandamientos en general es corregir el defecto humano de vivir en la klipá —la cáscara de la existencia—, y perfeccionar al hombre por medio de enseñarle cómo vivir en lo principal. El objetivo de la creación es tener una vida como esta; sólo una vida así podrá liberar la bondad de Dios.

Bendita física

Shminí(Levítico 9-11)


La parashá de esta semana, Shminí, nos muestra el atributo Divino de justicia en su más duro e implacable aspecto: el fenómeno de la muerte de los justos.
Nadav y Avihu, los hijos de Aharón, presentados por el Talmud (Sanhedrin 52a) como los reemplazantes más aptos para Moshé y Aharón en toda la congregación de Israel, fueron consumidos por un fuego de Dios mientras realizaban un acto de servicio Divino. Era el último de los ocho días de celebración por la inauguración del Tabernáculo, y el incidente extinguió la alegría nacional de Israel en su clímax.
Al describir sus muertes, Moshé enunció las siguientes palabras de consuelo a su hermano Aharón, padre de ellos:
"De esto habló Dios diciendo: 'Yo seré santificado por quienes están más cerca mío, y entonces seré honrado frente a todo el pueblo..."(Levítico 10:3).
El Talmud (Zevajim 116b) interpreta esto como que Dios ya le había informado a Moshé que Su Tabernáculo debería ser santificado por la muerte de quienes estaban más cerca de Él. Moshé había pensado que él y Aharón debían morir para cumplir con este acto de santificación, ya que él pensaba que ellos eran los más cercanos a Dios. Cuando vio que las vidas de Nadav y Avihu fueron tomadas en el día de la inauguración, se dio cuenta que en ciertos aspectos ellos deben haber estado incluso más cerca de Dios que él y Aharón. Por lo tanto, él estaba consolando a Aharón al decirle cuán preciados deben haber sido sus hijos ante los ojos de Dios para haber ameritado ser seleccionados para aquel acto de santificación.
¿Cómo podemos seguir viviendo tranquilos a pesar de que el atributo de la justicia Divina derriba a los más santos?
El Talmud explica cómo ocurre una santificación en el nombre de Dios por medio de la muerte de lostzadikim, ‘personas justas’. Cuando Dios juzga a los justos, Su nombre se vuelve más imponente ya que el judío promedio se dice a sí mismo que si esto puede pasarle a gente tan santa —quienes son menos merecedores de un tratamiento tan duro que el resto de nosotros—, entonces cuánto más debemos merecer nosotros un tratamiento más duro que ese. El hecho de que podamos seguir viviendo tranquilos a pesar de que el atributo de la justicia Divina derriba a los más santos, es sólo gracias a la misericordia Divina.
El Midrash (Tanjumá, Ajarei Mot 10) presenta la fase siguiente de la aplicación de este mismo concepto. ¿Por qué la Torá describe la muerte de los hijos de Aharón en conexión con las leyes del Día de Expiación (Levítico 16)? Para enseñarnos que tal como el Día de Expiación nos fue dado para que podamos ser limpiados de nuestros pecados, asimismo las muertes de los rectos también expían por nuestros pecados y enmiendan la relación dañada entre el pueblo judío y Dios. De hecho, el Zohar (Vol. 2, 56a) sugiere que por eso leemos esta porción de la Torá en el Día de Expiación; las muertes de Nadav y Avihu ayudan a expiar los pecados judíos hasta hoy en día.
¿Cómo podemos relacionarnos con esta idea? ¿Cómo podemos entender que la muerte o sufrimiento de los rectos expíe por nuestros pecados? ¿Acaso esto tiene sentido?
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La muerte de Rav Pincus

Desafortunadamente, no me estoy refiriendo a este tema de la muerte de los justos desde la calma y distancia que provee la perspectiva filosófica o histórica, sino desde la conmoción traumática que conlleva una tragedia pública. Nadav y Avihu vivieron hace mucho tiempo, pero dos días antes de Pesaj del 2001 yo asistí al funeral de Rav Shimshon Pincus, su señora y su hija, cuyas vidas fueron apagadas en un trágico accidente automovilístico.
Rav Pincus tenía 56 años. Tanto él como su esposa eran personas que vivían sólo por los demás, sin dedicar ningún pensamiento a ellos mismos. El fuego sagrado de Rav Pincus ayudó a encender la chispa de santidad que estaba dormida en muchos corazones judíos. Su vida y la de su esposa estaban dedicadas completamente a actos de bondad y a enseñar.
Rav Weintraub, el maestro de Rav Picus, emitió una declaración que sería leída en el funeral, informándole al público que Shimshon Pincus, el individuo, había dejado de existir hace ya muchos años, ya que durante la última década de su vida él sólo existió por la gente. Todas sus decisiones de vida fueron hechas como si él fuera una personificación viva del pueblo judío.
La tormenta interna que causó su trágica e inesperada muerte nos proveerá los antecedentes para desarrollar este ensayo.
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Una tragedia pública

La clave para entender la visión de la Torá sobre el fenómeno de la muerte de los justos comienza con otra declaración de Moshé a Aharón:
"Moshé le dijo a Aharón y a sus hijos Elazar e Itamar: 'No dejen sus cabelleras sin cortar y no rasguen sus vestiduras, para que no mueran y Él se encolerice con toda la asamblea; y sus hermanos, toda la Casa de Israel, lamenten la conflagración que encendió Hashem" (Levítico 10:6).
Moshé está diciendo aquí que las muertes de Nadav y Avihu no debían ser vistas como tragedias personales ya que si eran tratadas así, si Nadav y Avihu eran llorados principalmente por su familia, como suele ocurrir, entonces esto provocaría la furia de Dios en contra de todo el pueblo judío. El pueblo judío debía entender que estas muertes fueron principalmente una calamidad nacional que ellos sufrieron como pueblo, y que por lo tanto debían ser llorados por todo el pueblo. Toda la nación debía estar de duelo.
No reconocer esto causaría que sus muertes hubiesen sido en vano. Ellos no merecían morir como personas individuales, sino que murieron sólo como miembros de la comunidad y sus muertes ocurrieron por el bien de otros. Si la comunidad apreciaba esto, aprendía la lección y consecuentemente experimentaba un despertar espiritual, entonces sus muertes no habrían sido en vano. Pero si Aharón y sus hijos eran los únicos que los lloraban, como si hubiera sido una tragedia personal, entonces la comunidad sería considerada como responsable por sus muertes. Hacer que la tragedia que ellos experimentaron hubiese sido en vano era equivalente a tomar sus vidas.
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Universidad versus Ieshivá

La metáfora más cercana que se viene a la mente para explicar estas ideas viene del campo de la educación. Primero, consideremos un fenómeno que es familiar para todos nosotros. Por muy incómoda que sea la idea, todos sabemos que algunas universidades son superiores a otras. La sociedad trata distinto a alguien que ostenta un título de Oxford o Harvard que a alguien que estudió en la Universidad de Manchester o Kansas. A pesar de que no hay duda que existe una cierta correlación entre mayores niveles de CI y mejores universidades, la diferencia que se percibe en el valor de la educación tiene poco que ver con los niveles de inteligencia pura, y es más bien atribuible a las diferentes "culturas" que hay en dichas instituciones de enseñanza.
Las instituciones más establecidas tienden a tener a los mejores profesores y a los estudiantes más motivados y ambiciosos, los cursos tienden a ser dictados en un nivel más alto y las mayores demandas intelectuales tienden a sacar a la luz una mayor parte del potencial inherente que hay en el alumnado. A pesar de que el nivel intelectual promedio no es muy diferente al que hay en instituciones menos prestigiosas, el nivel de logros sí tiende a ser superior. Incluso un estudiante talentoso tenderá a lograr más si asiste a una universidad prestigiosa; allí hay una "cultura" de excelencia que presiona a todos los estudiantes para lograr lo máximo que puedan.
Es fácil ver como esta "cultura" de excelencia puede ser derrochada en poco tiempo.
Sin embargo, es fácil ver como esta "cultura" de excelencia puede ser derrochada en poco tiempo. Si los profesores que se retiran son reemplazados por personas mediocres, si el cuerpo estudiantil comienza a ser seleccionado sin considerar su potencial de excelencia y si comienzan a regalar las notas, entonces incluso la mejor universidad bajaría su nivel y empeoraría su reputación, descendiendo hasta el nivel de las universidades menos ilustres. La excelencia no es un fenómeno que se auto perpetúa. Debes trabajar para mantenerla.
Ahora, cambiemos a una metáfora educacional que probablemente es menos familiar para muchos lectores, como lo es la institución judía de estudios superiores conocida como Ieshivá. Una Ieshivá tiene que lograr lo mismo que una universidad y mucho más. No sólo debe transmitir las bases del conocimiento y cultura judía a la siguiente generación de judíos, sino que la Ieshivá también tiene que servir como el mecanismo principal para formar un lazo personal con Dios lo suficientemente profundo como para conducir al alumno por una vida de santidad, además de proveerle suficiente inspiración para sus eventuales descensos. La Ieshivá tiene que ser capaz de transmitir un poderoso sentimiento relativo a la santidad del pueblo judío y a su lazó único con Dios por medio del conocimiento de la Torá, de forma tal que la familiaridad con la santidad se vuelva parte de las almas de sus estudiantes.
Una atmósfera de tensión sagrada es tan esencial para una Ieshivá exitosa como lo es la cultura de excelencia intelectual. Si la “cultura” de excelencia intelectual es de por sí difícil de mantener, imagina cuán complejo es mantenerla fresca y vigorosa al mismo tiempo que desarrollas y mantienes un ambiente de tensión sagrada.
Las universidades tienden a mantenerse alejadas de las vidas personales de sus alumnos y tienen poco interés en sus relaciones personales o en sus estándares morales. De hecho, enfocarse en dichas cosas obstaculizaría el libre intercambio de ideas que constituye la base del espíritu de la excelencia intelectual que impregna la atmósfera. Pero una Ieshivá no puede permitirse ignorar los aspectos privados de las vidas de sus estudiantes. La atmósfera de santidad que debe mantenerse en el interior de los muros de la Ieshivá es extremadamente frágil y delicada, y se necesitan los estándares morales y religiosos más altos para mantenerla.
Y en algunas ocasiones, la Ieshivá tiene que recurrir a sanciones dramáticas, como expulsar a ciertos estudiantes, para mantener la atmósfera de santidad sin la cual no podrían funcionar.
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Expulsar a un buen estudiante

Imaginemos el siguiente escenario teórico. Un grupo de estudiantes nuevos, que están acostumbrados a la atmósfera más relajada y distendida del mundo secular del cual provienen, deciden ir a la ciudad y pasar la noche en un bar, en el cual algunos de los estudiantes se ponen un poco alborotados. A pesar de que este es un comportamiento perfectamente entendible dado el ambiente del cual provienen, y a pesar de que son buenos chicos que vienen de familias decentes y que con un poco de tiempo de seguro podrían adaptarse al ambiente de santidad, dicho comportamiento no puede ser ignorado por la administración de la Ieshivá. Los chicos se podrán ajustar al ambiente de santidad sólo si la Ieshivá es capaz de mantener dicho ambiente durante su período de ajuste, pero aquel comportamiento es precisamente lo que rompe la atmósfera de santidad para todos en la Ieshivá.
El grupo de estudiantes revoltosos trae consigo la atmósfera del bar a la Ieshivá, y hasta que la neblina que introduce esta atmósfera sea disipada, la clara luz de la santidad que generalmente está disponible en la Ieshivá para inspirar a sus estudiantes se ve atenuada, sin importar el hecho que ellos eventualmente estarán listos para asimilarse a una atmósfera sagrada. Al igual que ocurre con el clima, la temperatura espiritual que prevalece afecta a todos. Cuando ocurre algo como esto se debe hacer algo. Algún estudiante, o a veces un grupo de estudiantes, deben ser expulsados. Cuando ellos se van, el aire envenenado de las calles se va con ellos.
Expulsar a un estudiante siempre es difícil. ¿A quién escoges?
La selección siempre es difícil. Si la expulsión es absolutamente necesaria, entonces obviamente es preferible expulsar a tan pocos estudiantes como sea posible. Entonces, ¿a quién eliges? ¿Expulsas al estudiante que tiene más potencial y que está entre los más fuertes de primer año, quien probablemente no fue un líder de la expedición en cualquier caso, o seleccionas al estudiante más débil, el que tiene la mayor tendencia a causar alboroto y quien probablemente es el que tuvo la idea del desafortunado episodio en primer lugar?
Generalmente expulsas al mejor estudiante. ¿Por qué?
Dado que el objetivo es la restauración de la atmósfera de santidad, el curso de acción que suele traer más beneficios a todos es expulsar al estudiante que menos querrías expulsar. Su expulsión es la que causará más impacto en el alumnado y la que tendrá los efectos más poderosos en cuanto a restaurar la tensión sagrada que es necesaria en el ambiente que se requiere para que la Ieshivá siga funcionando. Si das un ejemplo con él, entonces por lo general bastará con la expulsión de tan sólo un estudiante. Además, es más probable que él pueda encontrar otro lugar sin mayor dificultad y que pueda tener una recuperación espiritual completa.
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Muerte de los justos

Con esta metáfora en mente, estamos listos para explorar nuevamente la muerte de los justos. Cuando Dios retira o “expulsa” a los justos, Él no le está mandando un mensaje al no creyente. El no creyente tomará el fenómeno como otra justificación para su rechazo al concepto de la Providencia Divina. El mensaje de este acto de expulsión está claramente dirigido directamente al creyente que sabe que está presenciando un acto de Dios.
Mediante este acto, Dios está atacando al espíritu de la complacencia. La Casa de Israel, a la que se refiere Moshé, es similar en muchos aspectos a la Ieshivá de nuestra metáfora. También tiene que mantener un espíritu de tensión sagrada para poder funcionar. Cuando el Tabernáculo estaba a punto de ser inaugurado, había un gran peligro de que la complacencia espiritual fuese un producto colateral involuntario de esta nueva familiaridad con Dios. La tendencia sería pensar: “Nosotros, los judíos, estamos perfecto. Después de todo, somos tan santos que Dios mismo se siente cómodo habitando en una de las tiendas de nuestro campamento”.
De hecho, todos los “defectos” de Nadav y Avihu que son mencionados por nuestros sabios como causas de sus muertes emergen del sentimiento de complacencia:
1. Tomaron decisiones en temas de Torá en presencia de su maestro Moshé (Talmud, Eruvin 63a). Sin consultarle a él, ellos decretaron que estaba permitido llevar una ofrenda de fuego privada al Santo Sanctórum. Si Nadav y Avihu hubieran tenido alguna duda respecto a la rectitud de su opinión, entonces seguramente le habrían preguntado a Moshé cuál era la ley. Su error al no hacerlo era una muestra de un grado inaceptable de arrogancia.
2. Ellos fueron al Santo Sanctórum después de haber bebido vino (Vaikrá Rabá 12:1). Nadie dijo que estaban borrachos. El día inaugural era una festividad. En una festividad judía se acostumbra a comer carne y beber un poco de vino junto con las comidas para ayudar a generar una atmósfera festiva. Su ofrenda de incienso en el Santo Sanctórum era una expresión del rebalse de su alegría. Esto también indicaba familiaridad excesiva. Uno sólo puede acercarse al Santo Sanctórum con una abundancia de temor reverente.
3. El mismo acto de una entrada no autorizada que es descrito por el versículo implica una sobreabundancia de familiaridad:
"Cada uno de los hijos de Aharón, Nadav y Avihu, tomaron su brasero, le pusieron fuego y colocaron encima incienso; y trajeron ante Hashem un fuego extraño que Él no les había ordenado" (Levítico 10:1).
Este sentimiento de familiaridad excesiva con Dios en los corazones de los más justos era sin duda un indicativo de una actitud general de complacencia en la Casa de Israel. El Tabernáculo no tenía por objetivo disminuir la tensión necesaria para el crecimiento espiritual, sino que buscaba fomentar justo lo contrario: una atmósfera de santidad en el campamento judío. Por lo tanto, dado el espíritu de complacencia que prevalecía en el campamento, nadie era capaz de lograr lo que Dios pretendía.
En otras palabras, la "Ieshivá de Israel" no estaba funcionando. Bajo tales circunstancias, alguien tenía que ser expulsado para restaurar la atmósfera apropiada. Recordemos que la regla es intentar lograr el cometido expulsando al menor número de personas y logrando el mayor efecto. Sólo los justos sirven para lograr esto.
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Un mensaje poderoso

El judaísmo sostiene que la vida en este mundo es sólo un medio para un fin. Estamos aquí para hacer cosas, este no es nuestro lugar de recompensa. Para algunos de nosotros esta idea no es más que palabrería. Para otros, es un constructo intelectual que tiene sentido, pero que no penetra el nivel de los sentimientos. Pero para gente del nivel de Nadav y Avihu es tan elemental como el amanecer.
Al someterse a su "expulsión" de la Ieshivá de la vida, ellos establecieron la atmósfera apropiada de tensión dinámica que se requería para hacer que el Tabernáculo (y los Templos que más adelante lo reemplazaron) fuera completamente operacional desde el punto de vista espiritual. Fue mediante ellos que el Tabernáculo fue santificado de forma apropiada. Con sus muertes, ellos construyeron la Casa de Dios para la Casa de Israel, y se fueron en gloria y majestad.
La muerte de Rav Pincus buscaba remecernos de nuestro sentimiento de complacencia.
De la misma forma, la muerte de Rav Pincus, su esposa y su hija —su "expulsión" de esta vida— también buscaba remecernos a quienes creemos en la Providencia Divina de nuestro sentimiento de complacencia. Seguramente no estábamos haciendo suficiente en el plano espiritual para justificar nuestra existencia. La tensión sagrada que es crucial para el mantenimiento de una relación apropiada con Dios debe haber estado en falta en la Casa de Israel.
¿Pero cómo puede ser beneficioso remover a las personas que son quienes instauran el fuego de la santidad en las almas del pueblo judío, cuando justamente eso es lo que falta?

La respuesta es que la Casa de Israel es un cuerpo inseparable. Cuando la atmósfera de luchar para ascender hacia grandes alturas espirituales es reemplazada por un sentimiento general de complacencia, entonces nadie puede funcionar de forma apropiada. Alguien debe ofrecerse como voluntario para restablecer la santidad del Tabernáculo. ¿Y quién puede ser más apto para morir que un tzadik, que vive sólo por el pueblo de Israel?