Shminí(Levítico 9-11)
La parashá de esta semana, Shminí, nos muestra el atributo Divino de justicia en su más duro e implacable aspecto: el fenómeno de la muerte de los justos.
Nadav y Avihu, los hijos de Aharón, presentados por el Talmud (Sanhedrin 52a) como los reemplazantes más aptos para Moshé y Aharón en toda la congregación de Israel, fueron consumidos por un fuego de Dios mientras realizaban un acto de servicio Divino. Era el último de los ocho días de celebración por la inauguración del Tabernáculo, y el incidente extinguió la alegría nacional de Israel en su clímax.
Al describir sus muertes, Moshé enunció las siguientes palabras de consuelo a su hermano Aharón, padre de ellos:
"De esto habló Dios diciendo: 'Yo seré santificado por quienes están más cerca mío, y entonces seré honrado frente a todo el pueblo..."(Levítico 10:3).
El Talmud (Zevajim 116b) interpreta esto como que Dios ya le había informado a Moshé que Su Tabernáculo debería ser santificado por la muerte de quienes estaban más cerca de Él. Moshé había pensado que él y Aharón debían morir para cumplir con este acto de santificación, ya que él pensaba que ellos eran los más cercanos a Dios. Cuando vio que las vidas de Nadav y Avihu fueron tomadas en el día de la inauguración, se dio cuenta que en ciertos aspectos ellos deben haber estado incluso más cerca de Dios que él y Aharón. Por lo tanto, él estaba consolando a Aharón al decirle cuán preciados deben haber sido sus hijos ante los ojos de Dios para haber ameritado ser seleccionados para aquel acto de santificación.
¿Cómo podemos seguir viviendo tranquilos a pesar de que el atributo de la justicia Divina derriba a los más santos?
El Talmud explica cómo ocurre una santificación en el nombre de Dios por medio de la muerte de lostzadikim, ‘personas justas’. Cuando Dios juzga a los justos, Su nombre se vuelve más imponente ya que el judío promedio se dice a sí mismo que si esto puede pasarle a gente tan santa —quienes son menos merecedores de un tratamiento tan duro que el resto de nosotros—, entonces cuánto más debemos merecer nosotros un tratamiento más duro que ese. El hecho de que podamos seguir viviendo tranquilos a pesar de que el atributo de la justicia Divina derriba a los más santos, es sólo gracias a la misericordia Divina.
El Midrash (Tanjumá, Ajarei Mot 10) presenta la fase siguiente de la aplicación de este mismo concepto. ¿Por qué la Torá describe la muerte de los hijos de Aharón en conexión con las leyes del Día de Expiación (Levítico 16)? Para enseñarnos que tal como el Día de Expiación nos fue dado para que podamos ser limpiados de nuestros pecados, asimismo las muertes de los rectos también expían por nuestros pecados y enmiendan la relación dañada entre el pueblo judío y Dios. De hecho, el Zohar (Vol. 2, 56a) sugiere que por eso leemos esta porción de la Torá en el Día de Expiación; las muertes de Nadav y Avihu ayudan a expiar los pecados judíos hasta hoy en día.
¿Cómo podemos relacionarnos con esta idea? ¿Cómo podemos entender que la muerte o sufrimiento de los rectos expíe por nuestros pecados? ¿Acaso esto tiene sentido?
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La muerte de Rav Pincus
Desafortunadamente, no me estoy refiriendo a este tema de la muerte de los justos desde la calma y distancia que provee la perspectiva filosófica o histórica, sino desde la conmoción traumática que conlleva una tragedia pública. Nadav y Avihu vivieron hace mucho tiempo, pero dos días antes de Pesaj del 2001 yo asistí al funeral de Rav Shimshon Pincus, su señora y su hija, cuyas vidas fueron apagadas en un trágico accidente automovilístico.
Rav Pincus tenía 56 años. Tanto él como su esposa eran personas que vivían sólo por los demás, sin dedicar ningún pensamiento a ellos mismos. El fuego sagrado de Rav Pincus ayudó a encender la chispa de santidad que estaba dormida en muchos corazones judíos. Su vida y la de su esposa estaban dedicadas completamente a actos de bondad y a enseñar.
Rav Weintraub, el maestro de Rav Picus, emitió una declaración que sería leída en el funeral, informándole al público que Shimshon Pincus, el individuo, había dejado de existir hace ya muchos años, ya que durante la última década de su vida él sólo existió por la gente. Todas sus decisiones de vida fueron hechas como si él fuera una personificación viva del pueblo judío.
La tormenta interna que causó su trágica e inesperada muerte nos proveerá los antecedentes para desarrollar este ensayo.
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Una tragedia pública
La clave para entender la visión de la Torá sobre el fenómeno de la muerte de los justos comienza con otra declaración de Moshé a Aharón:
"Moshé le dijo a Aharón y a sus hijos Elazar e Itamar: 'No dejen sus cabelleras sin cortar y no rasguen sus vestiduras, para que no mueran y Él se encolerice con toda la asamblea; y sus hermanos, toda la Casa de Israel, lamenten la conflagración que encendió Hashem" (Levítico 10:6).
Moshé está diciendo aquí que las muertes de Nadav y Avihu no debían ser vistas como tragedias personales ya que si eran tratadas así, si Nadav y Avihu eran llorados principalmente por su familia, como suele ocurrir, entonces esto provocaría la furia de Dios en contra de todo el pueblo judío. El pueblo judío debía entender que estas muertes fueron principalmente una calamidad nacional que ellos sufrieron como pueblo, y que por lo tanto debían ser llorados por todo el pueblo. Toda la nación debía estar de duelo.
No reconocer esto causaría que sus muertes hubiesen sido en vano. Ellos no merecían morir como personas individuales, sino que murieron sólo como miembros de la comunidad y sus muertes ocurrieron por el bien de otros. Si la comunidad apreciaba esto, aprendía la lección y consecuentemente experimentaba un despertar espiritual, entonces sus muertes no habrían sido en vano. Pero si Aharón y sus hijos eran los únicos que los lloraban, como si hubiera sido una tragedia personal, entonces la comunidad sería considerada como responsable por sus muertes. Hacer que la tragedia que ellos experimentaron hubiese sido en vano era equivalente a tomar sus vidas.
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Universidad versus Ieshivá
La metáfora más cercana que se viene a la mente para explicar estas ideas viene del campo de la educación. Primero, consideremos un fenómeno que es familiar para todos nosotros. Por muy incómoda que sea la idea, todos sabemos que algunas universidades son superiores a otras. La sociedad trata distinto a alguien que ostenta un título de Oxford o Harvard que a alguien que estudió en la Universidad de Manchester o Kansas. A pesar de que no hay duda que existe una cierta correlación entre mayores niveles de CI y mejores universidades, la diferencia que se percibe en el valor de la educación tiene poco que ver con los niveles de inteligencia pura, y es más bien atribuible a las diferentes "culturas" que hay en dichas instituciones de enseñanza.
Las instituciones más establecidas tienden a tener a los mejores profesores y a los estudiantes más motivados y ambiciosos, los cursos tienden a ser dictados en un nivel más alto y las mayores demandas intelectuales tienden a sacar a la luz una mayor parte del potencial inherente que hay en el alumnado. A pesar de que el nivel intelectual promedio no es muy diferente al que hay en instituciones menos prestigiosas, el nivel de logros sí tiende a ser superior. Incluso un estudiante talentoso tenderá a lograr más si asiste a una universidad prestigiosa; allí hay una "cultura" de excelencia que presiona a todos los estudiantes para lograr lo máximo que puedan.
Es fácil ver como esta "cultura" de excelencia puede ser derrochada en poco tiempo.
Sin embargo, es fácil ver como esta "cultura" de excelencia puede ser derrochada en poco tiempo. Si los profesores que se retiran son reemplazados por personas mediocres, si el cuerpo estudiantil comienza a ser seleccionado sin considerar su potencial de excelencia y si comienzan a regalar las notas, entonces incluso la mejor universidad bajaría su nivel y empeoraría su reputación, descendiendo hasta el nivel de las universidades menos ilustres. La excelencia no es un fenómeno que se auto perpetúa. Debes trabajar para mantenerla.
Ahora, cambiemos a una metáfora educacional que probablemente es menos familiar para muchos lectores, como lo es la institución judía de estudios superiores conocida como Ieshivá. Una Ieshivá tiene que lograr lo mismo que una universidad y mucho más. No sólo debe transmitir las bases del conocimiento y cultura judía a la siguiente generación de judíos, sino que la Ieshivá también tiene que servir como el mecanismo principal para formar un lazo personal con Dios lo suficientemente profundo como para conducir al alumno por una vida de santidad, además de proveerle suficiente inspiración para sus eventuales descensos. La Ieshivá tiene que ser capaz de transmitir un poderoso sentimiento relativo a la santidad del pueblo judío y a su lazó único con Dios por medio del conocimiento de la Torá, de forma tal que la familiaridad con la santidad se vuelva parte de las almas de sus estudiantes.
Una atmósfera de tensión sagrada es tan esencial para una Ieshivá exitosa como lo es la cultura de excelencia intelectual. Si la “cultura” de excelencia intelectual es de por sí difícil de mantener, imagina cuán complejo es mantenerla fresca y vigorosa al mismo tiempo que desarrollas y mantienes un ambiente de tensión sagrada.
Las universidades tienden a mantenerse alejadas de las vidas personales de sus alumnos y tienen poco interés en sus relaciones personales o en sus estándares morales. De hecho, enfocarse en dichas cosas obstaculizaría el libre intercambio de ideas que constituye la base del espíritu de la excelencia intelectual que impregna la atmósfera. Pero una Ieshivá no puede permitirse ignorar los aspectos privados de las vidas de sus estudiantes. La atmósfera de santidad que debe mantenerse en el interior de los muros de la Ieshivá es extremadamente frágil y delicada, y se necesitan los estándares morales y religiosos más altos para mantenerla.
Y en algunas ocasiones, la Ieshivá tiene que recurrir a sanciones dramáticas, como expulsar a ciertos estudiantes, para mantener la atmósfera de santidad sin la cual no podrían funcionar.
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Expulsar a un buen estudiante
Imaginemos el siguiente escenario teórico. Un grupo de estudiantes nuevos, que están acostumbrados a la atmósfera más relajada y distendida del mundo secular del cual provienen, deciden ir a la ciudad y pasar la noche en un bar, en el cual algunos de los estudiantes se ponen un poco alborotados. A pesar de que este es un comportamiento perfectamente entendible dado el ambiente del cual provienen, y a pesar de que son buenos chicos que vienen de familias decentes y que con un poco de tiempo de seguro podrían adaptarse al ambiente de santidad, dicho comportamiento no puede ser ignorado por la administración de la Ieshivá. Los chicos se podrán ajustar al ambiente de santidad sólo si la Ieshivá es capaz de mantener dicho ambiente durante su período de ajuste, pero aquel comportamiento es precisamente lo que rompe la atmósfera de santidad para todos en la Ieshivá.
El grupo de estudiantes revoltosos trae consigo la atmósfera del bar a la Ieshivá, y hasta que la neblina que introduce esta atmósfera sea disipada, la clara luz de la santidad que generalmente está disponible en la Ieshivá para inspirar a sus estudiantes se ve atenuada, sin importar el hecho que ellos eventualmente estarán listos para asimilarse a una atmósfera sagrada. Al igual que ocurre con el clima, la temperatura espiritual que prevalece afecta a todos. Cuando ocurre algo como esto se debe hacer algo. Algún estudiante, o a veces un grupo de estudiantes, deben ser expulsados. Cuando ellos se van, el aire envenenado de las calles se va con ellos.
Expulsar a un estudiante siempre es difícil. ¿A quién escoges?
La selección siempre es difícil. Si la expulsión es absolutamente necesaria, entonces obviamente es preferible expulsar a tan pocos estudiantes como sea posible. Entonces, ¿a quién eliges? ¿Expulsas al estudiante que tiene más potencial y que está entre los más fuertes de primer año, quien probablemente no fue un líder de la expedición en cualquier caso, o seleccionas al estudiante más débil, el que tiene la mayor tendencia a causar alboroto y quien probablemente es el que tuvo la idea del desafortunado episodio en primer lugar?
Generalmente expulsas al mejor estudiante. ¿Por qué?
Dado que el objetivo es la restauración de la atmósfera de santidad, el curso de acción que suele traer más beneficios a todos es expulsar al estudiante que menos querrías expulsar. Su expulsión es la que causará más impacto en el alumnado y la que tendrá los efectos más poderosos en cuanto a restaurar la tensión sagrada que es necesaria en el ambiente que se requiere para que la Ieshivá siga funcionando. Si das un ejemplo con él, entonces por lo general bastará con la expulsión de tan sólo un estudiante. Además, es más probable que él pueda encontrar otro lugar sin mayor dificultad y que pueda tener una recuperación espiritual completa.
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Muerte de los justos
Con esta metáfora en mente, estamos listos para explorar nuevamente la muerte de los justos. Cuando Dios retira o “expulsa” a los justos, Él no le está mandando un mensaje al no creyente. El no creyente tomará el fenómeno como otra justificación para su rechazo al concepto de la Providencia Divina. El mensaje de este acto de expulsión está claramente dirigido directamente al creyente que sabe que está presenciando un acto de Dios.
Mediante este acto, Dios está atacando al espíritu de la complacencia. La Casa de Israel, a la que se refiere Moshé, es similar en muchos aspectos a la Ieshivá de nuestra metáfora. También tiene que mantener un espíritu de tensión sagrada para poder funcionar. Cuando el Tabernáculo estaba a punto de ser inaugurado, había un gran peligro de que la complacencia espiritual fuese un producto colateral involuntario de esta nueva familiaridad con Dios. La tendencia sería pensar: “Nosotros, los judíos, estamos perfecto. Después de todo, somos tan santos que Dios mismo se siente cómodo habitando en una de las tiendas de nuestro campamento”.
De hecho, todos los “defectos” de Nadav y Avihu que son mencionados por nuestros sabios como causas de sus muertes emergen del sentimiento de complacencia:
1. Tomaron decisiones en temas de Torá en presencia de su maestro Moshé (Talmud, Eruvin 63a). Sin consultarle a él, ellos decretaron que estaba permitido llevar una ofrenda de fuego privada al Santo Sanctórum. Si Nadav y Avihu hubieran tenido alguna duda respecto a la rectitud de su opinión, entonces seguramente le habrían preguntado a Moshé cuál era la ley. Su error al no hacerlo era una muestra de un grado inaceptable de arrogancia.
2. Ellos fueron al Santo Sanctórum después de haber bebido vino (Vaikrá Rabá 12:1). Nadie dijo que estaban borrachos. El día inaugural era una festividad. En una festividad judía se acostumbra a comer carne y beber un poco de vino junto con las comidas para ayudar a generar una atmósfera festiva. Su ofrenda de incienso en el Santo Sanctórum era una expresión del rebalse de su alegría. Esto también indicaba familiaridad excesiva. Uno sólo puede acercarse al Santo Sanctórum con una abundancia de temor reverente.
3. El mismo acto de una entrada no autorizada que es descrito por el versículo implica una sobreabundancia de familiaridad:
"Cada uno de los hijos de Aharón, Nadav y Avihu, tomaron su brasero, le pusieron fuego y colocaron encima incienso; y trajeron ante Hashem un fuego extraño que Él no les había ordenado" (Levítico 10:1).
Este sentimiento de familiaridad excesiva con Dios en los corazones de los más justos era sin duda un indicativo de una actitud general de complacencia en la Casa de Israel. El Tabernáculo no tenía por objetivo disminuir la tensión necesaria para el crecimiento espiritual, sino que buscaba fomentar justo lo contrario: una atmósfera de santidad en el campamento judío. Por lo tanto, dado el espíritu de complacencia que prevalecía en el campamento, nadie era capaz de lograr lo que Dios pretendía.
En otras palabras, la "Ieshivá de Israel" no estaba funcionando. Bajo tales circunstancias, alguien tenía que ser expulsado para restaurar la atmósfera apropiada. Recordemos que la regla es intentar lograr el cometido expulsando al menor número de personas y logrando el mayor efecto. Sólo los justos sirven para lograr esto.
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Un mensaje poderoso
El judaísmo sostiene que la vida en este mundo es sólo un medio para un fin. Estamos aquí para hacer cosas, este no es nuestro lugar de recompensa. Para algunos de nosotros esta idea no es más que palabrería. Para otros, es un constructo intelectual que tiene sentido, pero que no penetra el nivel de los sentimientos. Pero para gente del nivel de Nadav y Avihu es tan elemental como el amanecer.
Al someterse a su "expulsión" de la Ieshivá de la vida, ellos establecieron la atmósfera apropiada de tensión dinámica que se requería para hacer que el Tabernáculo (y los Templos que más adelante lo reemplazaron) fuera completamente operacional desde el punto de vista espiritual. Fue mediante ellos que el Tabernáculo fue santificado de forma apropiada. Con sus muertes, ellos construyeron la Casa de Dios para la Casa de Israel, y se fueron en gloria y majestad.
La muerte de Rav Pincus buscaba remecernos de nuestro sentimiento de complacencia.
De la misma forma, la muerte de Rav Pincus, su esposa y su hija —su "expulsión" de esta vida— también buscaba remecernos a quienes creemos en la Providencia Divina de nuestro sentimiento de complacencia. Seguramente no estábamos haciendo suficiente en el plano espiritual para justificar nuestra existencia. La tensión sagrada que es crucial para el mantenimiento de una relación apropiada con Dios debe haber estado en falta en la Casa de Israel.
¿Pero cómo puede ser beneficioso remover a las personas que son quienes instauran el fuego de la santidad en las almas del pueblo judío, cuando justamente eso es lo que falta?
La respuesta es que la Casa de Israel es un cuerpo inseparable. Cuando la atmósfera de luchar para ascender hacia grandes alturas espirituales es reemplazada por un sentimiento general de complacencia, entonces nadie puede funcionar de forma apropiada. Alguien debe ofrecerse como voluntario para restablecer la santidad del Tabernáculo. ¿Y quién puede ser más apto para morir que un tzadik, que vive sólo por el pueblo de Israel?
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