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viernes, 14 de diciembre de 2018

El 'padre' más oculto de la Constitución: el pendolista y ex boxeador Luis Moreno




CRÓNICA

NOTICIA
Luis Moreno Martín (1915-2014). CÁMARA DE COMERCIO DE MADRID / CRÓNICA




Es el hombre que en sólo ocho días escribió a mano la Carta Magna que firmaron todos los diputados y senadores
Es uno de los últimos calígrafos clásicos de España. Aquí su historia
La Carta Magna escrita a mano es la única que han firmado el rey, los presidentes de las Cortes, Senado y Congreso de los Diputados, así como todos los diputados y senadores de la legislatura constituyente de 1978. Y hay una rúbrica más, un misterio. Escondida en la esquina inferior derecha de su primera página, entre flores, en el medio de una pequeñísima cinta dibujada: «L. Moreno».
¿Quién era este firmante desconocido? Era un boxeador, corredor de maratón, bailarín, tenor y, también, el pendolista más reputado de entonces, el calígrafo Luis Moreno Martín (Madrid, 1915-2004), cuyo legado se ha ido perdiendo, como su propio arte. La demostración de que -a veces- el arte se pierde en el olvido, a pesar de guardarse en lugar privilegiado. Siendo parte de la Historia.


En el escritorio de la Constitución del Congreso está un facsímil de la obra del pendolista. Se encuentra dentro de una urna comprada en el Rastro. Los miles de visitantes que pasean por allí estos días, por el 40º aniversario, pueden ver el manuscrito de Moreno. «Bello e iluminado». Así describen su labor en la memoria del Parlamento.
Eso se comprueba al ver la delicadeza de los dibujos. En la firmeza de su trazo. En cada letra gótica. En la elegancia de cada adorno... En su mimo para escribir los 169 artículos, cuatro disposiciones adicionales, nueve disposiciones transitorias, una derogatoria, otra final, más los nombres de cada firmante. El original está resguardado en la caja acorazada del Congreso, en un recinto donde la temperatura no puede superar los 18 grados. Como los vinos antológicos. Como se merece.
¿Quién era Luis Moreno Martín? Nacido al lado de la Gran Vía, en la calle Leganitos, en 1915, desde la adolescencia se dedicó a escribir diplomas, cartas, invitaciones, libros de homenaje e, incluso, pergaminos... Llegó la Guerra Civil y la vida cambió para todos, pero él nunca dejó de hacer lo que amaba.
A los 26 años, en 1941, ya era considerado uno de los mejores del país y pasó a enseñar caligrafía. Sus privilegiados alumnos aprendían en el Centro de Instrucción Comercial e Industrial de la Cámara de Madrid. Pero él quería más. Cuando el Ayuntamiento convocó la oposición de calígrafo, él estaba en la treintena y ponía en juego su fama, mas se presentó. Era el mejor y lo iba a demostrar.


Fueron pruebas enrevesadas. Se examinaba lo más selecto de su arte. Durante una quincena de días, repasó y pintó caracteres cervantinos, letras bastardas, alemanas, góticas... Le preguntaron hasta por un estilo que se usó en los tiempos de la introducción de la imprenta. Salió airoso.
Era un pendolista que trabajaba con palillos y plumas. A los 55 años, su magna labor ya era aplaudida por todos los ministerios. Se lo pedían prestado al Ayuntamiento para escribir los documentos más importantes. Fue traspasado, cual futbolista estelar, al Ministerio de Relaciones Exteriores, la cumbre para un pendolista: tratados internacionales, misivas presidenciales...
Fue asignado a la sección de Protocolo. Para entonces ya se había convertido, en silencio, en quizá el último de los grandes pendolistas clásicos. Se consideraba heredero de Pedro Díaz Morante (Toledo, 1566-Madrid, 1636), autor del legendario 'Arte de escribir'. Y de Nicomedes Carrero Ojeda, quien escribió el 'Quijote' en 26 tipos de letra, en cuatro volúmenes... Es una destreza que se hereda de generación en generación. Se ha de aprender la mezcla de tintas para cada tipo de papel, cómo tatuar cada material... Ya que un pendolista no es sólo, como dice la RAE, una «persona que escribe con muy buena letra», es un artista.
Moreno Martín se jactaba de trabajar en vitela, un tipo de pergamino que se fabrica a partir de la piel de becerros nacidos muertos. Es un material que data de la Edad Media, de la más alta calidad. Con éste se confeccionaron ejemplares de la Biblia de Gutemberg. O la carta en que los Reyes Católicos le conceden la Real Provisión a Colón en 1493...
Con esa sapiencia, no había nadie mejor que Luis Moreno para escribir la Constitución a mano. Se le dio una copia de la Carta Magna que firmó el rey, el 27 de diciembre de 1978, para esa misión. El encargo para elaborarla partió del presidente del Senado, Alberto Fontán. Había que respetar la tradición de sus predecesoras: la Pepa, la de 1837, la de 1845, la de 1869, la de 1876, la de 1931... Todas eran manuscritas. Fue Nicolás Pérez-Serrano, letrado del Congreso, quien se lo transmitió a Moreno Martín. En conversación con Crónica, le recuerda como un hombre cercano, afable e instruido: «Un encanto de persona». Fue una lucha contra el tiempo.
«Tenía tan sólo ocho días para terminarlo y tuve que añadir los datos de todos los congresistas. No tuve apenas tiempo de dormir aquella semana y llamaba a mi ángel de la guardia en mi ayuda», declaró Moreno a una revista institucional de la Cámara de Comercio, el único momento que hemos encontrado en que ha hablado públicamente de su gran misión: la Constitución de la democracia. Comenta también sobre su particular oficio:
«La caligrafía es una labor muy difícil, no sólo se precisan cualidades como la de ser un perfecto dibujante y estar dotado de creatividad, sino que los materiales de trabajo como el soporte, las tintas o los pinceles son dificilísimos de encontrar». Además, rememora que cada error, duda o temblor costaba romper la página, comenzar de nuevo. Para él los bolígrafos y rotuladores eran el fin de su mundo. «Matan la caligrafía», creía.
Su trabajo está en manos de otras personas o instituciones. Como las invitaciones de boda de la infanta Elena que elaboró a pulso. O la monumental obra, encargada por el propio dictador Francisco Franco, del libro de los muertos de la Guerra Civil española, la del Valle de los Caídos: 35 kilos de peso y 22.000 nombres. «Una de las mejores encuadernaciones realizadas en España», a decir de los expertos de la Complutense Antonio Carpallo y José María de Francisco. Estos especialistas recuerdan, además, que Moreno es autor también del ejemplar manuscrito de la Constitución que está en el Senado.
Los premios a su obra fueron llegando. Ha recibido, en España, desde la Cruz del Mérito Aeronáutico hasta la Real Orden de Isabel la Católica. En el extranjero obtuvo la Pontificia Orden Ecuestre de San Gregorio Magno del Vaticano y la Legión de Honor de Francia. Celebraba que podía llenar una maleta enorme con sus galardones... Todos obtenidos por su dominio de las tintas. Sus mezclas favoritas: las agayas de roble, palo de campeche y la aguatinta al azúcar. Con eso conseguía, que sus escritos conservaran su intensidad. Como la Constitución, cuyos colores permanecen vívidos. Presumía de que escritos suyos de medio siglo atrás parecían hechos ayer.
Moreno no sólo fue calígrafo. Fue un humanista y un deportista. Fue tenor, ciclista, hizo danza clásica... Cuando el estrés le embargaba se enfundaba unos guantes de boxeo y, en lugar de buscar belleza con sus manos, daba guantazos.
«A mí me conoce todo el mundo... Me conocen hasta las piedras», soltaba en 1996. Entonces quizá fuera cierto. Pero su nombre se fue perdiendo. Como el escudo de 1978 que aparece en la Constitución manuscrita. Era el del Águila de San Juan, que no la franquista. Se dice que cerca de su 20º aniversario se decidió cambiarla para las siguientes ediciones facsimilares y, así, se colocó el escudo aprobado en 1981. La firma, letras y dibujos del pendolista se conservaron. Como detalle adicional, en la otra variante de la Constitución manuscrita él reafirma su autoría colocando su nombre completo. «Escrito: Luis Moreno».
El pendolista sigue haciendo historia. Fue un facsímil de su obra -ya con el escudo actual de España- el que utilizó Felipe VI para juramentar y ser proclamado rey en 2014. Hasta allí se coló, una década después de fallecido, el padre de la Constitución escrita a mano.
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