La transformación de El Pobrecito Hablador (1832-1833) de Mariano José de Larra en una revista satírica que jamás existió
Antoni Ferrer
p. 349-365
Résumés
L’objectif de cet article est de mettre en évidence une erreur récurrente dans la bibliographie de l’écrivain Mariano José de Larra. Cette erreur, probablement due au critique américain F. C. Tarr en 1929 mais reprise en 1960 par l’historien Carlos Seco Serrano, éditeur de la BAE (Biblioteca de Autores Españoles), a consisté à considérer les premières publications de Larra, intitulées El Duende Satírico del Día et El Pobrecito Hablador comme des revues satiriques et non comme de simples brochures, sans périodicité régulière, ce qui n’est pas sans conséquences sur l’interprétation de certains de ses écrits et même sur la compréhension de la situation politico-littéraire de la période 1823-1833 connue sous le nom d’Ominosa Década (Abominable Décennie), celle des débuts de l’écrivain.
Entrées d’index
Mots-clés :
Larra (Mariano José de), El Duende Satírico del Día (titre), El Pobrecito Hablador (titre)Palabras claves :
Larra (Mariano José de), El Duende Satírico del Día (título), El Pobrecito Hablador (título)Index géographique :
EspagneIndex chronologique :
XIXeTexte intégral
1En pleno verano de 1832, un joven madrileño de veintitrés años se lanza a la palestra literaria con una nueva colección de folletos. No es ésta, en efecto, la primera vez que Mariano José de Larra utiliza ese curioso sistema de publicación. Si cinco años antes el entonces jovencísimo escritor se había dado a conocer precisamente con un folleto suelto1, en 1828 ya había recurrido a otra serie de ellos. El Duende Satírico del Día, que tal había sido entonces el título escogido, es, en efecto, una colección formada por cinco folletos numerados. La nueva tentativa, sobre la que va a versar el presente estudio, se saldó con un total de quince números. ¿Puede afirmarse, por consiguiente, que tanto El Duende Satírico del Día como El Pobrecito Hablador son sencillamente dos series de folletos no sometidas a ningún tipo de periodicidad ? ¿O, por el contrario, se trata de dos publicaciones periódicas que, por razones que nos son desconocidas, aparecieron irregularmente ?
2Sea cual fuere nuestra respuesta, lo cierto es que al lector de hoy le cuesta mucho establecer la diferencia, si la había, entre un folleto suelto y una colección de folletos. Todo permite sospechar que ambas publicaciones están muy marcadas por la penuria intelectual que caracteriza a la Ominosa Década. En efecto, al no existir una verdadera libertad de prensa el escritor se refugiaba en ese tipo de opúsculo no muy oneroso. Ahora bien, tratándose de una práctica literaria caída hoy en desuso, ¿no corremos el riesgo de incurrir en anacronismos o falsas interpretaciones si no la situamos en su debido contexto ?
3Para volver a Larra, ¿en qué se diferenciaba concretamente su primer folleto de 1827 de las dos colecciones que hemos apuntado más arriba ? ¿Tenían el mismo formato ? ¿Conviene adoptar como criterio diferenciador el número de páginas ? ¿Debemos privilegiar, por el contrario, la numeración de los cuadernos ? ¿O en fin de cuentas, hay que hacer especial hincapié en la relativa periodicidad de ambas colecciones ? Y, ya en otro orden de cosas, ¿en qué se distinguen esas dos colecciones de una revista o periódico de la época ? ¿Cómo plantearnos, en una palabra, el estudio de la obra de Larra antes de que se convirtiera en uno de los periodistas de más éxito (y uno de los mejor remunerados2, dicho sea de paso) entre los surgidos a los albores de la nueva sociedad liberal ?
4A la búsqueda de unos criterios pertinentes que nos permitan abordar éstas y otras cuestiones subsidiarias, veamos cuál es el punto de vista del propio interesado. Con el desparpajo y la gracia que le caracterizan nos confiesa en un artículo titulado « Ya soy redactor » : « El hecho es que me acosté una noche autor de folletos y comedias ajenas, y amanecí periodista »3. Tal afirmación puede leerse en La Revista Española correspondiente al 19 de marzo de 1833. No parece excesivamente descabellado tomarla, por lo tanto, como inicio de respuesta a las preguntas que nos hacíamos más arriba. Entre 1827 y 1833, nuestro escritor habría ejercido como folletista y refundidor de comedias extranjeras. Es decir, la suya habría sido, ni más ni menos, la misma actividad que la de la inmensa mayoría de escritores españoles entonces en ejercicio. Con su práctica de folletista, Larra no se opone, pues, a nada ni a nadie. Se acomoda sencillamente a los escasos medios de autoedición que la sociedad fernandina pone a su alcance. Pero en cuanto puede ocupar la plaza de redactor dejada vacante por Mesonero Romanos, abandona una actividad tan precaria y mal pagada para obtener una estabilidad económica4.
5Pero la declaración de Larra se presta a otro comentario. Si, como acabamos de ver, no era lo mismo un « autor de folletos » que un « periodista », lo lógico sería deducir que la misma diferencia vale para los dos soportes impresos, es decir, el folleto y el periódico, en que se basan ambas actividades. Aunque con ello no hayamos avanzado mucho, creemos vislumbrar sin embargo una evidencia. Cada vez resulta más indispensable encararnos con esas verdaderas piezas de museo que son las obras impresas en la Ominosa Década.
6Añadamos, para cerrar esta rapidísima presentación, que en la veintena de números seriados impresos por Larra entre 1828 y 1833, se hallan algunos de los textos considerados mayores de la prosa satírica del siglo XIX, como « El castellano viejo » o « Vuelva usted mañana ». Dada la importancia que en la historia de la literatura española se atribuye a « Fígaro », lo lógico sería esperar que el tema hoy abordado hubiera merecido la atención de algún estudioso. Y la ha merecido, en efecto. Lo que pasa es que la influencia indirecta del filólogo norteamericano F. C. Tarr sigue ejerciéndose en unas condiciones algo especiales, como vamos a ver a continuación.
7A él se debe, en efecto, aunque haya pasado prácticamente desapercibida, la propuesta, lanzada antes de la guerra civil, de transformar las dos colecciones de folletos de Larra en dos revistas satíricas5. Es decir, la de metarmofosear a un folletista en periodista, con todas las consecuencias que de esas dos transformaciones iban a derivarse. Pero donde se plasmó realmente ese cambio fue en la edición de las Obras de Larra aparecida en Madrid en 1960, que, como es sabido, marcó un verdadero hito en la bibliografía larriana.
8Recogiendo en esa fecha el novedoso aunque discutible enfoque propuesto por Tarr en su artículo de preguerra, débese, en efecto, al editor de la BAE, el historiador Carlos Seco Serrano, que las dos colecciones de folletos de El Duende Satírico del Día y El Pobrecito Hablador se convirtieran definitivamente en sendas publicaciones periódicas. Nada más normal, por lo tanto, que las preguntas que nos han ocupado hasta aquí dejaran de tener sentido. La explicación no puede ser a su vez más sencilla. A pesar de ésta y otras críticas que pudieran formularse, la edición de la BAE sigue siendo todavía hoy la mejor con que cuentan los estudiosos de Larra. Por ello resulta comprensible que, entre los trabajos basados en ella, abunden las alusiones a las dos revistas satíricas que Larra habría publicado antes de incorporarse, como ya hemos visto, a La Revista Española. Pero incluso hubo más. Lejos de suscitar críticas o reservas, la transformación despertó encendidos elogios :
Por fortuna, la nueva y excelente edición de Carlos Seco Serrano ha abandonado el criterio de los compartimientos y publicado los artículos de Larra agrupándolos por las publicaciones [sicl en que aparecieron, y, dentro de ellas, en rigurosa serie cronológica ; con ello casi se obtiene la serie cronológica total, puesto que Larra colaboró sucesivamente en las revistas o periódicos mencionados.6
9Por si cupiera alguna duda, precisemos que esas « revistas o periódicos » de Juan Luis Alborg son las colecciones de El Duende y El Pobrecito Hablador. Dicho de otro modo, lo que está elogiando es que en 1960 se adoptara por primera vez en una edición de las Obras de Larra el nuevo estatuto apuntado más arriba. Ahora bien, puesto que en ningún momento se le justifica en qué criterios se basa, el lector de la BAE se hallará de ahora en adelante totalmente indefenso. Sin saberlo, se verá obligado a aceptar una nueva presentación que le impedirá abordar correctamente los artículos de Larra. ¿Cómo podía comprender, por ejemplo, las numerosas alusiones que hace el escritor a unos folletos7 que el editor Seco Serrano había hecho desaparecer al asimilarlos a los números de una revista8 ? Tal es el origen de una de las contradicciones mayores que atraviesan la bibliografía larriana de los últimos cuarenta años y cuyas consecuencias están aún por estudiar9.
10¿En esas condiciones, puede sorprendernos la interpretación ciertamente abusiva que en 1967 realizó Pedro Gómez Aparicio? Después de incorporar a suHistoria del periodismo español los dos nuevos periódicos obtenidos por Seco Serrano, afirma – para dar una sola muestra de su prosa – que en 1828 Larra « funda y escribe íntegramente los cuadernos de un periódico sin periodicidad, titulado El Duende Satírico del Día, pero genuinamente periodístico »10. Lástima que no introdujera en su Historia, al lado de los de Larra, los demás folletos de sus contemporáneos. De haber continuado en su empeño bibliográfico, habría conseguido rizar el rizo : transformar una de las décadas mas estériles del siglo XIX en uno de los períodos más fecundos de la prensa española.
11Por lo demás, si las afirmaciones de Gómez Aparicio fuesen ciertas, Larra habría sido uno de los poquísimos turiferarios absolutistas a los que Fernando VII autorizó a publicar un periódico. Puesto que tal versión no se acuerda con la mitificación liberal11 de que, con el andar del tiempo, « Fígaro » iba a ser objeto, a partir de 1960 se pondrá el acento en el combate permanente que habría mantenido con la censura. No sólo se relacionarán con ella la aparición o la desaparición de sus dos revistas satíricas sino que sus artículos se leerán bajo esa óptica12. Del mismo modo, el joven escritor que, según propia confesión, « estaba viviendo de milagro desde el año 26 »13, habrá dejado de buscar un medio de subsistencia. Con su peculiar literatura satírica, en la que se entremezcla la escritura autobiográfica con la autoirrisión, y la descripción de las costumbres con una ficcionalización basada en los personajes literarios que la protagonizan, pasará a ser valorado sobre todo como testimonio histórico. La literatura habrá conseguido así imponerse a la realidad. Larra se habrá transformado en « el mejor prosista de su época – adelantado de la preclara generación del 98 »14. Como tal, recibirá un trato totalmente diferente de los demás escritores de su época :
El Pobrecito Hablador aparece con una carácter bien marcado, definido en la portada del primer número : Revista satírica de costumbres, etc. etc [...] En la nueva revista [sic], pone la nueva forma del artículo de costumbres al servicio de la sátira social que había determinado la génesis del Duende.La mueve la misma intención de escribir escritura útil con un espíritu reformista, según el concepto dieciochesco.15
12Como vemos, gracias a la metaformosis de 1960, se llega a un fenómeno de ideologización de la que cabe aportar un último ejemplo :
Entre febrero y diciembre de 1828 saca adelante, sorteando la censura y los apuros financieros, El Duende Satírico del Día. Son cinco cuadernillos en octavo menor, de variable número de páginas sin regularidad [...] ¿cómo es posible que este casi adolescente, desconocido e hijo de afrancesado, obtenga permiso para editar un periódico [sic] en época de férreo control de imprenta ? [...] José Maria [de] Carnerero funda y dirigeCartas Españolas que sale a la luz el 26 de marzo de 1831. [...] Unos meses después [sic], a partir del 27 [sic] de agosto, Larra lanza su segundo periódico [sic] : El Pobrecito Hablador. Revista satírica de costumbres, etc., etc., por el Bachiller Don Juan Pérez de Munguia,impreso por Repullés.16
13Cerremos el capítulo de las consideraciones paratextuales, que tendrían que haber orientado a los historiadores y biógrafos, y volvamos a la edición princeps.Ante la imposibilidad material de estudiar hoy las dos colecciones, he optado por reservar El Duende Satírico del Día para mejor ocasión. Por lo demás, a fin de simplificar la presentación formal, he elaborado dos cuadros. Sin más tardar, he aquí la visión obtenida según que nos acerquemos a El Pobrecito Hablador a través de la BAE o de su edición original.
CUADRO 1°: La revista satírica El Pobrecito Hablador según la BÁE
Título del artículo
|
Fecha de publicación
|
[1] Dos palabras
|
17 agosto 1832
|
[2]¿ Quién es el público y dónde se le encuentra ?
|
17 agosto 1932
|
[3] Sátira contra los vicios de la Corte
|
24 agosto 1832
|
[4] Carta a Andrés escrita desde las batuecas [sic] por el P. H.
|
11 septiembre 1832
|
[5] Empeños y desempeños
|
26 septiembre 1832
|
[6] Teatros. ¿Qué cosa es por acá el autor de una comedia ?
|
26 septiembre 1832
|
[7] Sátira contra los malos versos de circunstancias
|
10 octubre 1832
|
[8 ] Teatros.- ¿Quién es por acá el autor de una comedia ? . -
| |
Artículo segundo. El derecho de propiedad
|
10 octubre 1832
|
[9] Filología
|
10 octubre 1832
|
[10] Carta segunda escrita a Andrés por el mismo Bachiller
|
6 noviembre 1832
|
[11] Manía de citas y de epígrafes
|
6 noviembre 1832
|
[12] Costumbres. El casarse pronto y mal (art° del Bachiller)
|
30 noviembre 1832
|
[13] El castellano viejo
|
11 diciembre 1832
|
[14] Robos decentes
|
11 diciembre 1832
|
[15] Reflexiones acerca del modo de hacer resucitar el teatro español
|
20 diciembre 1832
|
[ 16] Carta de Andrés Niporeses al Bachiller
|
31 diciembre 1832
|
[17] Vuelva usted mañana (artículo del Bachiller)
|
14 enero 1833
|
[18] El mundo todo es máscaras. Todo el año es Carnaval
| |
(art° del Bachiller)
|
4 marzo 1833
|
[19] Conclusión
|
22 marzo 1833
|
[20] Carta última de Andrés Niporesas al Bachiller
| |
Don Juan Pérez de Munguía
|
22 marzo 1833
|
[21] Muerte del Pobrecito Hablador. Escríbela para
| |
el público Andrés Niporesas, su corresponsal
|
26 marzo 1833
|
[22] Carta panegírica de Andrés Niporesas a un
| |
tal don Clemente Díaz, gran poeta y literato en contestación
| |
a cierta sátira contra el Pobrecito Hablador
|
[ ?] febrero 1833
|
14Tratemos de comprender ahora lo que, a partir de 1960, se trasluce en los estudios dedicados a El Pobrecito Hablador. Bajo ese nombre se conoce una revista satírica iniciada por Larra el 17 de agosto de 1832 y acabada el 26 de marzo de 1833. Su colección está formada por un total de 22 artículos publicados en 14 fechas diferentes. Dos hechos relacionados con su relativa periodicidad llaman la atención. ¿Por qué el texto número 22 no lleva una fecha completa ? Y aun así ¿por qué no ocupa el lugar que parecería corresponderle, es decir, entre los textos número 17 y 18 ? El lector de la BAE que trata de obtener una respuesta no tarda en dar con la siguiente indicación :
Nuestra edición agrupa los artículos en series correspondientes a las revistas [sic] en que aparecieron [...]. Aparte el índice general que cerrará nuestra edición, cada uno de los cuatro volúmenes que la integran lleva el correspondiente a su contenido ; indicando, en los artículos, la fecha exacta de su primera impresión [sic].17
15Recordemos que en el primer tomo de la BAE van, en efecto, los artículos de El Duende, a continuación los de El Pobrecito Hablador y, por último, los de La Revista Española. Sin abandonar el estudio preliminar, al que pertenecen las líneas de más arriba, el lector cree hallar pronto una confirmación a sus deducciones cuando lee :
Decididamente irrumpe Larra en la escena literaria española – tras la experiencia juvenil de El Duende y de ciertos tanteos poéticos más o menos afortunados – con su publicación periódica El Pobrecito Hablador. El primer número aparece en 27 [sic] de agosto de 1832 ; el último verá la luz en 26 de marzo de 1833.18
16Veamos ahora en qué se diferencia el nuevo cuadro y qué afirmaciones se desprenden de su lectura.
№
|
Fecha
|
Impta.
|
Libr.
|
Págs.
|
Bae
|
1
|
Agosto de 1832
|
M. R.
|
--
|
[24 p.]
|
[17-VIII-32]
|
2
|
Agosto de 1832
|
M. R
|
--
|
[14 + 2p.]
|
[24-VIII-32]
|
3
|
Setiembre de 1833
|
[sic] M. R.
|
--
|
[24 p.]
|
[114X-32]
|
4
|
Setiembre de 1832
|
M. R.
|
E.
|
[24 p.]
|
[26-IX-32]
|
5
|
Octubre de 1832
|
M. R.
|
E.
|
[23+lp.]
|
[10-X-32]
|
6
|
Noviembre de 1832
|
M. R.
|
E.
|
[24 p.]
|
[6-XI-32]
|
7
|
Noviembre de 1832
|
M. R.
|
E
|
[29 +3p.]
|
[30-XI-32]
|
8
|
Diciembre de 1832
|
M. R.
|
E.
|
[32 p.]
|
[l-XII-32]
|
9
|
Diciembre de 1832
|
M. R.
|
E.
|
[24 p.]
|
[20-XII-32]
|
10
|
Diciembre de 1832
|
M. R.
|
E.
|
[24 p.]
|
[31-XII-32]
|
11
|
Enero de 1833
|
M. R.
|
E.
|
[24 p.]
|
[14-1-33]
|
12
|
Marzo de 1833
|
M. R.
|
E.
|
[24 p.]
|
[4-111-33]
|
13
|
Marzo de 1833
|
M. R.
|
E.
|
[19 + 5p.]
|
[22-111-33]
|
14 y últ. Marzo de 1833
|
M. R.
|
E.
|
[20+4 p.]
|
[26-111-33]
| |
[15]
|
Febrero de 1833
|
M. R.
|
E.
|
[23 + lp.]
|
[----------]
|
M = Madrid, R = Repullés, E = Escamilla
17Leídas verticalmente, y de izquierda a derecha, las seis columnas de que consta el nuevo cuadro, se imponen las siguientes conclusiones :
- .- La colección de El Pobrecito Hablador se compone de 14 números seriados, más uno sin numerar, al que he atribuido el número 15, y que por su fecha debiera figurar después del numero 11.
- .- La fecha de aparición va de agosto de 1832 a marzo de 1833. En todas las portadas sin embargo sólo se precisan el mes y año, pero no el día.
- .- Clasificados los 15 cuadernos según el mes de aparición, se obtiene una periodicidad relativa de dos cuadernos mensuales : agosto (2), septiembre (2), octubre (1), noviembre (2), diciembre (3), enero (1), febrero (1) y marzo (3).
- .- Todos los folletos fueron impresos en Madrid por el impresor Repullés.
- .- El nombre del librero Escamilla, en cambio, sólo figura a partir del cuarto número de la colección20.
- .- Por lo que se refiere al número de páginas puede afirmarse que, en la práctica totalidad, constan de 24, es decir, de tres pliegos en octavo menor. (De los 15 folletos, 2 son de 32 páginas, 12 de 24 y 1 de 16).
- .- En 6 casos (cuadernos 2, 5, 7, 13, 14, y 15), las páginas numeradas no coinciden con las que forman el folleto. La tendencia se agudiza al final de la colección. Van sin numerar, en efecto, las 5 y 4 últimas páginas de los números 13 y 14, detalle sobre el cual habrá que volver.
- .- Todas las características registradas en las cinco primeras columnas delCuadro 2o desaparecen en la edición de la BAE, la cual se contenta con facilitar la fecha de la sexta columna y los títulos de los 22 artículos contenidos en el Cuadro 1o.
- .- Ahora bien, al no llevar los preceptivos corchetes, esas fechas introducidas en 1960 impiden percatarse de que han sido añadidas modernamente. Nada advierte tampoco al lector que los 22 artículos corresponden a 15 folletos, todos ellos numerados, salvo el último.
- .- El cotejo de la edición de Seco Serrano con el artículo de F. C. Tarr permite comprobar que las 14 fechas adoptadas por el editor de la BAE son exactamente las mismas. Curiosamente, sin embargo, el artículo del filólogo norteamericano brilla por su ausencia en la « Bibliografica básica sobre Larra », con la que se cierra el estudio preliminar del editor. De este modo el lector no puede relacionar el nexo existente entre ambos trabajos.
- .- Las 21 fechas « completas » introducidas en 1960 pertenecen en realidad a un artículo de 1933, publicado por lo tanto cien años después. En dicho trabajo su autor anunciaba un proyecto de edición crítica de El Pobrecito Hablador que, por lo visto, no llegó a cuajar. Ahora bien, al no figurar los guarismos en la edición original, Tarr había tomado la precaución de darlos entre corchetes, al lado del número de serie de la colección, garantías de las que se prescinde en la edición de 1960.
18Estamos, creo yo, en condiciones de contestar con objetividad algunas de las preguntas que nos formulábamos al principio del presente trabajo. Contrariamente a lo que afirma el editor de la BAE, y a partir de él los estudiosos que se basan en su edición, las fechas que Seco Serrano atribuye a los artículos de El Pobrecito Hablador no son las de su primera publicación. En realidad, corresponden a las mismas que había obtenido Tarr basándose en algo tan sui generis como es la incipiente publicidad de la época.
19Ahora que hemos llegado, por fin, al verdadero meollo de la cuestión, veamos cuál fue, pues, el método utilizado en 1933. Después de afirmar literalmente que « de El Pobrecito Hablador no existe ninguna reimpresión de los catorce cuadernos de que se compone este periódico [sic] »21, Tarr pasa a elaborar una « tabla cronológica del contenido de los folletos originales [sic] ». Ahora bien, sin justificar por qué abandona el sistema de referencias utilizado cinco años antes, se limita a advertir que « la cifra que va entre corchetes indica el día del mes en que se anunció el cuaderno en el Diario de Avisos, es decir, el día en que se puso a la venta en la libreria Escamilla, calle de Carretas. También va entre corchetes la demás materia que no trae la portada »22.
20Habrá que esperar un estudio dedicado a los folletos fernandinos para poder pronunciarse sobre la veracidad de las fechas así obtenidas. En el estado actual de la cuestión, todo permite calificarlas así y todo de meras aproximaciaciones orientativas. Una cosa en todo caso son las fechas que en la misma edición acompañan los artículos aparecidos en La Revista Española y otra cosa muy diferente las que se atribuyen a la colección de folletos.
21Después de formular tales reservas, tratemos de explotar los resultados plasmados en el Cuadro 2o. Si nos atenemos al ejemplo descrito, pronto surge la hipótesis de que toda colección de folletos exigía la intervención de un folletista, un impresor y un librero. ¿Pero cuáles eran exactamente sus respectivas obligaciones ? Acabamos de ver como Tarr logra su datación a partir de los anuncios aparecidos en un periódico oficial. ¿A quién se debería esa iniciativa comercial : a Larra, Repullés o Escamilla ? ¿Por qué tipo de contrato se regían las relaciones entre esos tres personajes ? ¿En qué se traduce, en una palabra, la intervención de la censura calomardina que tanto Tarr como Seco Serrano creen detectar a lo largo de la colección ?
22Volvamos a las intenciones declaradas por Larra en las primeras líneas del prólogo con que abre el primer folleto de su colección :
No tratamos de redactar un periódico [...]. Emitir nuestras ideas tales cuales se nos ocurran, o las de los otros, tales cuales las encontremos para divertir al público, en folletos sueltos de poco volumen y de menos precio, éste es nuestro objeto.23
23La meta que se había trazado Larra, no coincide, como vemos, con la que le atribuyen los dos estudiosos. El folletista, para citarlo textualmente, no pretendía « redactar un periódico » sino publicar « folletos sueltos ». ¿Y si éstos, por el mero hecho de ir numerados, se hubieran convertido en colección al cabo de cierto tiempo ? ¿Cuál es, en una palabra, el sentido que hay que atribuir al sintagma « revista satírica de costumbres » de la portada y al término « colección » cuando éste aparece en otra publicidad, incluida ahora en el propio folleto ? Lo malo del caso es que, si no dispone de la edición original, el lector de hoy ignora incluso de qué se le está hablando.
24Volvamos, pues, por primera vez desde 1833, a las páginas dejadas sin numerar que contienen los cuadernos 13 y 14. Tarr, que tan meticuloso puede ser en su descripción bibliográfica, evita aludirlas. ¿Por qué ? Tal vez porque son unas páginas problemáticas que podrían hacer zozobrar la tan cacareada intervención de la censura calomardina. Y, sin embargo, vuelven a ser unas páginas de publicidad.
25Sin tener que aceptarlos como sinónimos de fechas de publicación, veamos de más cerca los anuncios que Tarr había descubierto en el Diario de Avisos. Los correspondientes a los números 13 y 14 de El Pobrecito Hablador aparecieron respectivamente el 22 y 26 de marzo de 1833. El artículo en que Larra declara haber dejado de ser autor de folletos aparece el 19 de marzo de 1833. ¿Y si se hubiese desinteresado incluso de terminar los últimos cuadernos de sus folletos ? Lo cierto es que el impresor, con el texto facilitado por el folletista, no llegó a cubrir las 24 páginas previstas para esos folletos. ¿Por qué razones esta vez no se prestó como en otras ocasiones24, a escribir unos « textos de relleno » ? Como vemos, la repentina interrupción del folleto satírico de Larra vuelve a ser tan problemática o más incluso que su inicio. Por ello convendría prestar un poco de atención al catálogo de Escamilla.
26Como puede comprobarse recurriendo a la edición original, en lugar de dejar esas páginas en blanco, el impresor Repullés las rellenó, ni corto ni perezoso, con el Catálogo de las piezas dramáticas que se venden en la librería de Escamilla.En él se alude dos veces a Larra. En la parte superior de la página 22 y en la mitad de la página 23. En el penúltimo cuaderno, se anuncian « los 13 números que van de la colección » y, en el último, « los 14 números de que consta la colección ». No deja de ser sorprendente que Tarr, que se apoya para su datación en la publicidad que seguramente Escamilla había hecho aparecer en elDiario de Avisos, prescinda de la que estamos describiendo. Pero lo mismo pudiera decirse de Seco Serrano, ya que ese catálogo de la edición princeps tuvo que pasar necesariamente por sus manos25.
27¿Qué sentido hay que atribuir a la palabra « colección », utilizada, esta vez, no por Larra sino por su librero ? Todo resultaría ahora mucho más fácil si, en ese inesperado ejemplo publicitario, Escamilla hubiese precisado qué vendía : ¿la colección de una revista satírica o una colección de folletos ? Así planteada la cuestión, tratemos de reconstruir la respuesta dada por Tarr, en la que se basa su transformación paratextual, e, indirectamente, su lectura de El Pobrecito Hablador.
28Tomando al pie de la letra el subtítulo que figura en la portada, el filólogo cayó en la trampa que le había tendido el folletista con esa antífrasis. Creyendo, en efecto, que se las había con la « colección de una revista satírica », se creyó autorizado a « completar » una laguna que, a su modo de ver, desentonaba en una publicación periódica. Lejos estaría de pensar que, en lugar de desfazer el entuerto, echaba en realidad las bases de una transformación que se concretizaría algunas décadas después en la edición de la BAE. Tal es, ni más ni menos, el origen de una revista satírica que jamás existió.
29Pero la nueva paradoja es que, procediendo de la suerte, Tarr borraba así una de las huellas evidentes dejadas por la censura en la portada de los folletos. En efecto, contrariamente a la práctica actual, la ley de imprentas fernandina exigía que en todas las impresiones del reino figurasen « el nombre del impresor, mes, año y lugar »26. O sea, que lo que Tarr tomó como indicio de periodicidad, combinado con un subtítulo leído al pie de la letra, le llevó a cometer un anacronismo de gravísimas consecuencias.
30En efecto, del mismo modo que ahora nos explicamos que esos requisitos se cumplieran en las portadas de obras impresas coetáneamente, firmadas por Ducange, Cervantes, Chateaubriand, López Soler, Quevedo, etc., que nada tienen de periódicas, del mismo modo nos explicamos la presencia del mes en las portadas de los folletos de la época, como lo son las tres sátiras de Bretón de los Herreros que figuran igualmente en el catálogo de Escamilla aludido más arriba.
31No por ello parece razonable afirmar, sin embargo, que el folletista Larra consiguiera inducir en error a los lectores de su época, y mucho menos a su censor, de quien dependía la concesión del imprescindible imprimatur. Ahora bien, así planteada la cuestión, no se tarda en llegar a una nueva paradoja. Si el censor calomardino autorizó la impresión de la supuesta « revista satírica » titulada El Pobrecito Hablador fue porque sabía pertinentemente que esos folletos sueltos no constituían en absoluto una publicación periódica. ¿Por qué ? Por una razón que de tan sencilla parece imposible que no se le ocurriera a Tarr y, a partir de él, a ninguno de los eruditos que se han ocupado del tema.
32Lo pertinente en la portada de las publicaciones periódicas no era la precisión del mes, obligatoria, como hemos visto, en cualquier tipo de impreso, sino la debida autorización de S.M. Como los demás folletistas de su época, Larra no podía exhibir ese real privilegio. Un cotejo de los escasísimos periódicos de la época con esos sucedáneos que son los folletos basta para salir de dudas. En resumidas cuentas, sin que produjera realmente una verdadera transformación discursiva, la prosa satírica de Larra fue sometida, a partir de 1933, a interpretaciones abusivas que, en su origen, se basan en la falsa lectura de un paratexto radicalmente alterado. Puesto que se presentaban como artículos de una revista satírica, había que explicarlos como tales.
33Devuelta así al joven Larra su condición de precario folletista, creemos comprender también por qué no dudó en abandonar una fuente de ingresos tan limitada, como eran los folletos sueltos. Convertido, a partir de diciembre de 1832, en colaborador de La Revista Española, y de marzo de 1833, en redactor del nuevo periódico, esos opúsculos dejaban de ser prioritarios, sobre todo si no estaba vinculado por ningún contrato con su librero. Que dejara los últimos folletos inacabados o incompletos nos confirma, pues, más que la intervención de la censura, la simple ruptura de las relaciones comerciales que hasta entonces había mantenido con Repullés y Escamilla.
34En fin, así concebida, su etapa inicial de escritor se asimila cada vez más a la de sus contemporáneos aunque su praxis literaria siga reclamando mucha más atención de la que se le ha prestado. A despecho de la interpretación favorecida por la edición de la BAE, es decir, que con El Pobrecito Hablador el joven Larra habría manifestado una actitud crítica, por no decir contraria al absolutismo, ha llegado sin lugar a dudas el momento de arriesgar una interpretación mucho más matizada, basada en una nueva lectura de su obra. Lejos de constituir un verdadero ataque frontal a las bases del régimen fernandino, tanto con sus folletos sueltos como con sus « comedias ajenas » ¿no habría tratado de entretener unas relaciones por lo menos ambiguas con una sociedad que se envilecía moralmente y a la que el joven escritor trataba de hacer reir por todos los medios a su alcance ? ¿Por qué, ni incluso después de muerto, no critica a Fernando VII, a quien tanto había elogiado en sus folletos27 y a quien en cambio había cantado en unos lamentables versos laudatorios que nada tienen que envidiar a los de los poetastros contemporáneos28 ?
35No podemos olvidar sin embargo que, como demuestran las periódicas reediciones de sus artículos satíricos, y a diferencia del resto de su obra, hoy completamente caída en el olvido, Larra sigue interesando y divirtiendo al lector actual. Tratar de comprender en qué resortes retóricos se basa una escritura tan compleja como es la suya, incluso aceptando de antemano el riesgo de que hoy nos pueda decir exactamente lo contrario de lo que entendían los lectores de su época, ¿no es éste un desafío apasionante a los albores del siglo XXI ?
Notes
1 M. J. de Larra, Oda a la exposición de la industria española de 1827, Madrid, Impta. de D. M. de Burges. A. Rumeau, « Larra poète. Fragments inédits. Esquisse d’un répertoire chronologique », Bulletin Hispanique, L, 1948, p. 511, la define como una « plaquette de seize pages dont la mise en vente est annoncée dans leDiario de Avisos du 1er octobre 1827. [...] La plaquette est rare ; c’est la première œuvre imprimée de Larra ».
2 La relación que mantuvo el escritor con el dinero, y más concretamente con sus libreros y editores, no ha llamado hasta hoy la atención de ningún estudioso a pesar de las numerosas alusiones que jalonan su obra y epistolario.
3 M. J. de Larra, Obras, Madrid, Atlas, BAE, CVVVII-CCXXX, 1960. Ed. y estudio preliminar de Carlos Seco Serrano, I, p. 199.
4 « Soy redactor de El Español con 20.000 reales al año y la obligación de dar dos artículos por semana. El primero de ésta ya ha salido a luz, y parece que sigo haciendo fortuna » escribirá a sus padres el 8 de enero de 1836, como si en aquella fecha hubiese entregado definitivamente al olvido la etapa de folletista(Obras, IV, p. 281).
5 Esa tendencia ya se apunta en el trabajo de F. C. Tarr, « Larra. Nuevos datos críticos y literarios (1829-1833) », Revue Hispanique, LXXVII (1929), p. 264, n. 2, cuando escribe : « El número 14 (el último) lleva indicado en la portada el mes de su publicación (Marzo). Pero los números 12 y 13 se publicaron en Marzo también, y en el 13 se anuncia ya la próxima suspensión del periódico » [sic], calificado en la misma página de « revista satírica ».
6 J. L. Alborg, Historia de la literatura española, Madrid, Gredos, 1980, IV, pp. 197-199. (El subrayado es mío).
7 Efectivamente, Larra alude a menudo a sus folletos, seriados o sueltos, sin que ninguno de ellos se describa o reproduzca en la BAE. El lector ignora de este modo que las odas inspiradas por la exposición de 1827 y el terremoto de 1829 (Obras,II, pp. 349-351 y 361-366) constituyen dos ejemplos de su actividad de folletista. También se refiere a los folletos de sus contemporáneos. En la Carta panegírica de Andrés Niporesas a un tal don Clemente Díaz... (Obras, 1, pp. 157-162) el término aparece 14 veces. Se trata del único cuaderno de El Pobrecito Hablador que nos indica su precio de venta : 2 reales. La información no se recoge en la BAE, como tampoco otras del mismo tenor.
8 « En el número 13 de su revista [sic] anuncia ya Larra el final de la serie ; el último – el 14 – relata la misteriosa muerte de El Pobrecito Hablador », escribe Seco Serrano en su estudio preliminar, Obras, I, p. xxxix, incurriendo en una peligrosa ambigüedad : la muerte del personaje literario y la de la « revista ».
9 Contradicciones de las que no se salvan grandes especialistas que van de V.Llorens, El Romanticismo español, Madrid, Castalia, 1989, p. 210, a C. Morange, « Rémanences et innovation : l’avènement de Larra », en J. Canavaggio (dir.),Histoire de la littérature espagnole, Paris, Fayard, 1994, II, p. 233, quien afirma que « la censure, moins rigoureuse, tolère l’apparition de quelques périodiques qui, malgré les contraintes qu’ils subissent, annoncent des temps nouveaux. C’est d’abord El duende satírico del día (le Lutin satirique du jour) de Mariano José de Larra ».
10 P. Gomez Aparicio, Historia del periodismo espanol, Madrid, Editora Nacional, 1967,1, pp. 217-218.
11 A. Ferrer, « Aribau y Larra, ¿dos mitos de la tradición literal ? », Actas del Congreso Internacional La revolución liberal española en su diversidad peninsular (e insular) y americana (Universidad Complutense de Madrid, abril de 1999), en prensa.
12 Buen ejemplo de tal actitud es el curioso trabajo de J. Escobar, « Larra durante la ominosa década », Anales de Literatura Espanola, (1983) 2, pp. 233-251, en el que partiendo de la edición de la BAE intenta infructuosamente situar a Larra en su contexto histórico.
15 J. Escobar, Los orígenes de la obra de Larra, Madrid, Editorial Prensa Española, 1973, p. 270, cit. por Alborg, op. cit., p. 244, n. 134. Tomando el subtítulo del folleto al pie de la letra, como suelen hacerlo los estudiosos, el erudito incurre en una mixtificación muy del gusto de Borges : el Bachiller Juan Pérez de Munguía sería el primer personaje literario que habría dirigido una revista que jamás existió !
16 M. J. de Larra, Artículos de costumbres, ed. e introducción de Luis F. Díaz Larios, Madrid, Espasa Calpe, 1996, pp. 14-19.
19 Ya di una detallada descripción bibliográfica en el trabajo presentado en Madrid.
20 Al final del 2° cuaderno figura sin embargo una nota que dice : « Se hallará con el número anterior en la librería de Escamilla, calle de Carretas ». La función de esas notas paratextuales, que aparecen a lo largo de la colección, parece ser doble : rellenar las páginas en blanco y hacer creer al lector que se trata de una revista. Dado que ni se alude a ellas en la BAE ni las recoge Tarr, no estará de más dar un botón de muestra : « NOTA. El Pobrecito Hablador no admite ni da contestaciones. OTRA. Siempre que por cualquier obstáculo no pudiese un cuaderno publicarse, saltaríamos al siguiente, aunque fuera dejando una laguna en la numeración ». (El subrayado es mío). No por ello dejan su huella en el texto larriano, como puede comprobarse en un solo ejemplo, entre los numerosísimos que pudieran aducirse : « si bien el Hablador no admite ni da contestaciones... » ;Obras, I, p. 161.
23 Obras, I, p. 71. (El subrayado es de Larra. Ni éste ni otros del prólogo « Dos palabras » se respetan en la edición de la BAE).
24 Tal sería, según Tarr, el origen de algunos textos breves de Larra, como el que, bajo otra óptica, estudié en A. Ferrer, « A propos de la Manía de citas y de epígrafes (1832) de M. I. de L », Cahiers d’Études Romanes, Nelle série, 2 (1999), pp. 95-110.
25 Como deja entender el editor cuando escribe : « Los artículos reproducidos por el propio Fígaro en su Colección de 1835-1837 presentan a veces diferencias muy grandes respecto a su primera versión. [...] nos atenemos a ella como base. Pero añadimos entre corchetes los textos suprimidos, y, en pie de página, las diferencias en palabras y frases », Obras, I, p. Lxxvii.
26 A. Gonzalez Palencia, Estudio histórico sobre la censura (1800 - 1833), Madrid, Esceliscer, 1934-1941, p. xxixi.
27 Por ejemplo, « la derogación de la pena de horca », cantada y comentada porLarra (Obras, I, p. 97), hace escribir a Escobar que « salvó la dignidad de Mariana Pineda y habría salvado la dignidad de Juan de la Torre y del librero Miyar, recientemente ajusticiados » (op. cit., p. 248). Resulta por lo menos curioso que ni el poeta de circunstancias ni ninguno de sus comentaristas modernos aludan para nada a este librero de otro folleto de Larra. La única alusión que he sabido encontrar es la que púdicamente escribía Rumeau (op. cit., p. 527, n. 3) : « Le Diario de Avisos du 9 septembre 1829 annonce la mise en vente de cette ode chez le libraire Miyar, calle del Príncipe, celui qui devait être exécuté le 11 avril 1831 ». Véase lo que sobre él escribe Alberto Gil Novales en su DBTL, p. 439.
28 Seco Serrano, Obras, II, pp. 347-372, se contenta con dar unas « Poesías selectas » que, a diferencia de los artículos en prosa, no van fechadas según su primera edición. Más grave, tal vez, sea, sin embargo, que no aluda para nada al trabajo de A. Rumeau (1948-1951), el último de carácter global que hasta hoy hayan inspirado sus versos. Desgraciadamente también se le escapa el trabajo de J.-R. Aymes, « Mariano José de Larra : ensayo bibliográfico », Annales littéraires de l’Université de Besançon, 1983, pp. 45-95. En esas condiciones me permito recordar que, aunque todavía por editar y estudiar globalmente, las poesías políticas de Larra, explotadas todas ellas como propaganda por el régimen absolutista, dan de éste una imagen que no coincide con la que, al menos desde 1960, se quiere deducir de los folletos satíricos del autor.
Pour citer cet article
Référence papier
Antoni Ferrer, « La transformación de El Pobrecito Hablador (1832-1833) de Mariano José de Larra en una revista satírica que jamás existió », Cahiers d’études romanes, 4 | 2000, 349-365.
Référence électronique
Antoni Ferrer, « La transformación de El Pobrecito Hablador (1832-1833) de Mariano José de Larra en una revista satírica que jamás existió », Cahiers d’études romanes [En ligne], 4 | 2000, mis en ligne le 15 janvier 2013, consulté le 25 février 2016. URL : http://etudesromanes.revues.org/3570
Auteur
Antoni Ferrer
Aix Marseille Université, CAER (Centre Aixois d’Études Romanes), EA 854, 13090, Aix-en-Provence, France.
Articles du même auteur
- Le Paris littéraire de Josep Pla [Texte intégral]Paru dans Cahiers d’études romanes, 6 | 2001
- George Sand, Un hiver à Majorque et ses deux auberges espagnoles [Texte intégral]Paru dans Cahiers d’études romanes, 17 | 2007
-
Paru dans Cahiers d’études romanes, 8 | 2003
-
Paru dans Cahiers d’études romanes, 2 | 1999
Droits d’auteur
© Cahiers d’études romanes
No hay comentarios:
Publicar un comentario