Por: Adrian Kohan
Para el mundo judío, la revolución digital debería ser una opción natural. ¿Qué falta para convertir la mera adopción de algunos bienes que ofrece Internet en un verdadero salto cualitativo de la vida judía?
Aquellos a quienes nos toca vivir en esta época, nos vemos bombardeados por una serie de conceptos y enunciados, los cuales, a fuerza de repetición, adquieren un status casi mágico. Así, el discurso contemporáneo nos sirve todos los días una buena dosis de "libertad de mercados" mezclada con "revolución digital", y todo esto condimentado con un poco de "posmodernismo".A los cibernautas, de estos tres conceptos, nos gusta hablar de la revolución digital. Y a los cibernautas judíos, nos justa hablar de la forma en la que la revolución digital está cambiando el mundo judío . Pero mi pregunta es: ¿de verdad el mundo judío cambió –o cambia– a partir de la revolución digital? O dicho de otra forma: ¿podemos hablar de una revolución digital judía, o quizás nos tengamos que contentar con una evolución? Porque si bien entre "evolución" y "revolución" hay sólo una “erre” de diferencia, esa erre tiene mucho más peso de lo que a nosotros –cibernautas y cibernéticos, judíos y no judíos por igual- nos gustaría aceptar.
Dice el diccionario:
Evolución : Acción de desarrollarse o de transformarse las cosas pasando gradualmente de un estado a otro.
Revolución : Cambio en la esencia o marcha habitual de las cosas.
Y entonces, para responder a la pregunta si lo digital produjo una revolución en el mundo judío, deberíamos preguntarnos si lo que hacemos hoy en el mundo judío es básicamente distinto a lo que hacíamos hace cinco años.
Y mi respuesta es, lamentablemente, no.
Por ejemplo : en los dos últimos años, sobre todo en el último, casi todas las instituciones consiguieron una presencia virtual. Es decir, todas tienen su propia página web. Esto, sin lugar a dudas, es un avance digno de ser elogiado. La pregunta es: ¿se trata de un avance evolutivo o revolucionario? Cuando entramos a los sitios web de las instituciones, y nos encontramos con sitios institucionales (valga la redundancia), que lo único que hacen es dar información sobre las instituciones y publicitar sus actividades, o en el mejor de los casos proveer una "biblioteca virtual", entonces evolucionamos y no revolucionamos, dado que seguimos haciendo lo mismo que hacíamos con la revista comunitaria, o el folleto institucional, pero mejor, más barato, más colorido, con más alcance . Obviamente, todos estos "más" no hacen la "erre" de diferencia que necesitamos para dejar de evolucionar y empezar a revolucionar.
En busca de la "erre"
Por supuesto, el problema no es sólo del mundo judío sino que es general: en las escuelas, por ejemplo, en las clases de computación se enseña a programar, por lo general algún lenguaje bastante inútil, tipo Logo; mientras que lo que debería enseñarse es la utilización de la computadora como una herramienta capaz de mejorar la calidad de vida del usuario .Estos ejemplos son bastante sintomáticos de lo que ocurre en el mundo institucional. En el sector de los emprendimientos privados, la realidad es bastante distinta: donde las instituciones fallan, los emprendimientos privados (ya sean de carácter comercial o individual) florecen. En esta categoría, por ejemplo, está Hebreos: una verdadera comunidad surgida a partir de la revolución electrónica digital , cuyo proyecto está basado en el encuentro e intercambio y no en la transmisión unidireccional de información.
Pero justamente esta brecha entre el hacer de las instituciones y el de los emprendimientos privados confirma la hipótesis que acabo de proponer: a nivel institucional, el judaísmo evoluciónó hacia lo digital, y no se revolucionó.
Entonces, si lo que hay ahora es solamente evolución, ¿de dónde sacamos una "erre" para pasar a revolucionar?
La respuesta es de simple formulación pero difícil implementación: las instituciones deben replantearse a sí mismas , pasando este replanteo tanto por los niveles existenciales como por los niveles logísticos. Es decir, las instituciones judías deben hacerse a sí mismas dos preguntas:
¿En la era de la revolución electrónica-digital, tengo razón de existir?
¿Mi estructura burocrática es compatible con la revolución electrónica-digital?
Obviamente estas preguntas son bastante peligrosas. Después de todo, ¿qué pasa si llegamos a la conclusión de que la institución de la cual venimos no tiene más relevancia (aunque esto es bastante difícil que pase); o que la estructura burocrática tiene que ser radicalmente modificada? Les pongo algunos ejemplos:
- La mayoría de las instituciones tiene una biblioteca . Ninguno de los sitios web de las instituciones me permite buscar libros en la biblioteca. Como máximo, y si tengo suerte, voy a encontrar el horario de atención y el número de teléfono.
- Todas las instituciones tienen un padrón de socios , cobran cuotas, etc. Ninguna de las instituciones permite a sus socios acceder a esa información o realizar transacciones a través del sitio web.
- Todas las instituciones tienen una estructura democrática . Ninguna de las instituciones que visité tiene mecanismos para llevar parte de la actividad democrático-institucional a la red (comités, comisiones, elecciones, documentación, etc.)
Internet como realidad
Si la existencia de un "encargado de Internet" es sintomática del problema de la no-revolución electrónica digital de las instituciones, entonces intentemos plantearnos cómo deberían ser las instituciones revolucionarias : yo espero de una institución revolucionaria que no tenga un "encargado de Internet", no porque no tenga algo en Internet, sino porque todo lo que haga, tenga que ver con la Red. Es decir, todo proyecto que la institución encara debería apoyarse en sistemas de información digitalizados, en lo posible accesibles a través de la Red. Internet no debe ser un área separada de las demás, sino que cada área debería tener su actividad en el medio. Para hacer una comparación con las estructuras institucionales actuales, podemos decir que las instituciones judías son judías justamente porque no tienen un "encargado de judaísmo" , sino que toda la actividad de la institución es judía. El elemento judío es inherente a la institución. Así, una institución de política revolucionaria en lo digital, debería redefinirse, aunque sea a nivel estructural, a partir de lo electrónico digital.Algunos ejemplos:
la Red Nacional de Jóvenes Judíos : la Red es una organización de jóvenes judíos en edad universitaria. La diferencia de la Red con respecto a todas las organizaciones estudiantiles que la precedieron es que se define a partir de la realidad internética: no hay una estructura vertical sino unaestructura de red: hay nodos, miembros, descentralización de los procesos de toma de decisiones . La Red es una organización de alcance nacional, cuya existencia no se limita sólo a los encuentros y actividades "reales" (y pongo comillas porque justamente lo que estoy diciendo es que el primer paso en la revolución electrónica-digital es olvidarse la distinción entre "real" y "virtual": Internet es tan real como la "realidad" ), sino que vive en un estado de existencia constante que tiene lugar en Internet. Tampoco es un mailing list o un foro de debates: es una institución que ve lo que pasa "dentro de la pantalla" como igual a lo que pasa "en carne y hueso". Si en la Red se hablase de "encuentros y seminarios" por un lado, y de "el email" por el otro, entonces tendríamos una entidad evolucionada. El hecho de que no se haga esta distinción, y de que la estructura de la Red se inspire en el modelo de la (otra) Red es lo que la hace revolucionaria.
Jinuj.net : Jinuj.net es un excelente ejemplo de cómo una institución redefine sus estructuras burocráticas a partir de Internet: nacida como una herramienta administrativa de un movimiento juvenil (Hashomer Hatzair), Jinuj.net se convirtió en una arena de intercambio y enriquecimiento en el área de la educación judía no formal. Ahora bien, la clave del éxito de jinuj.net está en haber sabido tomar una necesidad (llevar a cabo un seguimiento de las peulot que se dieron en la tnuá), y rompiendo barreras marcadas por el mundo pre-Internet, convertir la herramienta básica que suplía esa necesidad en un espacio de interacción . Si Jinuj.net se hubiera contentado con la herramienta administrativa, entonces hablaríamos de evolución. El haberse convertido en un espacio de interacción es lo que lo hace revolucionario.
Estos son sólo algunos ejemplos de lo que yo veo como una verdadera revolución institucional. En términos más abstractos, esta revolución pasa por:
- descentralización de la burocracia institucional,
- flexibilización de los límites institucionales, apertura y colaboración con otras instituciones,
- proveer un "servicio real" al miembro de la institución (no sólo información sobre actividades),
- eliminación de la distinción entre lo "real" y lo "virtual",
- acento en la creación grupal,
- digitalización electrónica de los espacios interaccionales.
El Talmud en la ventana del chat
Estos dos últimos puntos nos devuelven al análisis en base al eje de la "evolución". Hasta ahora hablamos de evolución y revolución. El tercer elemento del eje es la "de-evolución" o "involución ".Y dice el diccionario: involución -cambio retrógrado o proceso regresivo de otra índole; detención y retroceso de una evolución política, cultural, económica, etc., que se considera positiva.
Un concepto que yo encuentro equivalente al de "involución", y que me parece a la vez menos amenazante para con los "revolucionarios", y más acorde con el discurso judío, es el concepto de "regreso a las fuentes" . ¿Y por qué digo esto? Porque, si lo que proponemos para la revolución digital es lo que acabo de decir, entonces sólo tenemos que mirar para atrás en el tiempo, y analizar las instituciones judías clásicas. Si lo hacemos, nos vamos a dar cuenta que hay un paralelismo increíble entre los criterios que establecimos para identificar a la revolución digital y los modelos institucionales clásicos que el judaísmo propone.
Por ejemplo, si hablamos de la acentuación de la creación grupal , y nos remitimos a las piedras fundamentales de la cultura judía ( Tanaj ,Talmud ,Zohar ), nos damos cuenta que las mismas encarnan un proceso de creación grupal, en varios niveles. Así, por ejemplo, el Tanaj se presenta como una voz única, un relator omnisapiente, pero el texto en sí está compuesto por una selección de textos editados y canonizados. Aquí vemos una creación cultural en un solo nivel (el texto es homogéneo, su escritura es grupal).
El Talmud va un poco más allá, porque no sólo se presenta como un texto en el que conviven muchos discursos, sino que su digitalización (el paso de la tradición oral a la tradición escrita) también fue grupal: una obra de muchos editores que recopilaron la obra de muchos memoristas, que a su vez reportaban discusiones multi-discursivas.
El Zohar es quizás el ejemplo más interesante. No solamente mantiene la estructura de la heterogeneidad del discurso que encontramos en el Talmud , sino que va más allá: mientras que el Talmud es una creación grupal que refleja un debate grupal, el Zohar es una creación grupal que inventaun debate grupal.
Diferencias aparte, en ambos casos lo que encontramos en las fuentes judías es una recopilación de conversaciones. Bastante parecida, si me lo permiten, al log de un canal de chat o de un foro asincrónico . Un modelo con el que los cibernautas nos podríamos sentir muy cómodos.
La sinagoga como foro internético
El segundo elemento que se presta a una comparación es el de la distinción entre lo "real" y lo "virtual" . Aquí, para que la comparación funcione, tendríamos que reemplazar "virtual" por "ritual": el judaísmo clásico, por llamarlo de alguna manera, no hace distinción entre lo "real" y lo "ritual": todo es parte de la vida de la persona y de la comunidad. Por ejemplo, la lectura de la Torá no es sólo un ritual, sino un acto de estudio. El Séder de Pésaj no es sólo un ritual, sino un banquete organizado, es decir, no es un ritual que hay que realizar antes de comer, sino que todo el evento es real, incluyendo la cena y –central a Pésaj– el debate que la acompaña.
El tema de la lectura de la Torá nos lleva al tercer punto de encuentro entre el judaísmo clásico y la cultura electrónica-digital: el Beit ha-Kneset (sinagoga) como espacio transaccional , es decir, un espacio donde tienen lugar "transacciones", usando la palabra en su sentido más amplio (desligada de la significación comercial; transaccional = un espacio donde tienen lugar intercambios).
El Beit Hakneset no es un solamente un espacio ritual-religioso. Es, antes que nada, un espacio de encuentro. Más allá de la etimología de la palabra (Casa de Reunión), hay muchos otros elementos que apuntan en esa dirección. El primero, es los días de la lectura de la Tor á: lunes, jueves y sábado. Lunes y jueves eran los días de mercado, el espacio transaccional por excelencia de toda civilización. El judaísmo transfiere parte de esta transaccionalidad al Beit Hakneset . Entre los elementos que apuntan al Beit Hakneset como un espacio transaccional se encuentra la prohibición de hablar entre Shemá yBarjú . Es decir: si está prohibido hablar entre tales y cuales oraciones, entonces, por defecto, el resto del tiempo está permitido hablar. Eso define al Beit Hakneset como un espacio de encuentro, intercambio, transacción . Pero creo que más interesante es el caso del embargo del Sefer Torá : una persona, que siente que tiene un problema que requiere la atención e intervención comunitaria, tiene el derecho de "embargar" el Sefer Torá hasta que su problema sea resuelto. Mientras el Sefer está "embargado" la vida comunitaria no puede seguir. En el marco del embargo del Sefer Torá , el problema tiene que ser resuelto en el momento (o no se puede continuar con la tfilá, la oración), lo que convierte al Beit Hakneset en un foro público para la resolución de disputas. Y extrapolando hacia la pregunta revolucionaria, creo que está bastante claro queel Beit Hakneset de hoy se parece mucho más a un espacio ritual que a un espacio transaccional, mientras que el Beit Hakneset "original" se parece más a un foro internético que a un Beit Hakneset tradicional.
Otro ejemplo es el modelo de estudio de las Yeshivot yBatei Midrash , el cual es interesante compararlo con las bibliotecas. En la biblioteca, el elemento más importante es el silencio . Eso es lo que las caracteriza. Otro elemento, usualmente presente, aunque no siempre, es la separación entre los lectores y los libros, el cual se deja sentir también en las bibliotecas de "estante abierto".
Por el contrario, en una Yeshivá , la unidad básica es la jevruta : dos personas estudiando juntas. Por definición, el acto de lectura y estudio es grupal (de a dos), e implica un canal abierto de comunicación entre las personas. Una yeshivá es, por definición, ruidosa . Y los libros rodean a los estudiantes. Donde la biblioteca es un repositorio de saber, la Yeshivá es un espacio transaccional altamente interactivo. Y relacionando nuevamente nuestro tema, creo poder afirmar sin equivocarme que las páginas institucionales –al contrario que los foros– se parecen más a una biblioteca que a una Yeshivá .
Estos ejemplos ilustran algunos puntos en los que la cultura judía y la cultura electrónico-digital se tocan. Un marco teórico interesante para entender estos puntos es el que habla de "culturas orales" y "culturas de lo escrito". El judaísmo es a la vez un poco de las dos. Internet también: ambas combinan lo análogo y fluido del medio oral con lo digital y rígido del medio escrito. Entonces, revolucionarnos hacia el medio digital, equivale, en algún punto, a involucionarnos al "medio judío". Y como judíos, esa debería ser nuestra opción natural.
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