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martes, 18 de noviembre de 2014

Todo queda en familia

Mishpatim(Éxodo 21-24)


La parashá de esta semana comienza de la siguiente manera:
Y estas son las leyes que pondrás delante de ellos” (Éxodo 21:1).
Utilizamos la letra “y” para conectar ideas o palabras entre sí. Por lo tanto, es desconcertante encontrarnos con la letra “y” al comienzo de un nuevo capítulo que aparentemente está desconectado del anterior. Rashi cita un Midrash que explica la presencia de la letra “y”:
Cuando se utiliza la palabra eleh, “estos”, se descalifica lo que le precedía. Pero ve eleh [la sintaxis del primer versículo de nuestra parashá], que significa literalmente “y estos”, es una continuación de aquello que le precedió. [Esto viene a enseñarte que] tal como las palabras anteriores [los Diez mandamientos, del capítulo anterior] fueron recibidas en el monte Sinaí, asimismo estas [leyes] también se originan en el monte Sinaí (Mejilta).
Pero esta explicación genera una nueva pregunta. De acuerdo a la tradición judía, todos los mandamientos de la Torá fueron entregados en el monte Sinaí, ¿cuál es la necesidad de resaltar particularmente el origen sináico de las leyes de nuestra parashá? ¿Por qué pensaríamos de otra manera? Debe haber algo sobre las leyes de la parashá de esta semana que puede hacernos dudar sobre su origen.
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¿Quién necesita mishpatim?

La verdad es que este misterioso factor es bastante obvio. Las leyes de la parashá de esta semana abarcan temas que son tratados universalmente de forma adecuada por todos los sistemas legales. Pareciera ser que estos asuntos no necesitan directivas específicas de Dios.
Todas las sociedades humanas tienen leyes relativas a agravios, robos, propiedades y otros asuntos de índole civil. Estas leyes varían según la época y el lugar, pero siempre que estas leyes están claramente establecidas y son aplicadas de forma justa, sus variaciones no tienen efecto alguno en el armónico funcionamiento de la sociedad. ¿Por qué habría Dios de preocuparse de este tipo de leyes? ¿Qué diferencia hay en cómo se resuelven los agravios? ¿Por qué no dejar que la sociedad se preocupe por sí misma de este tipo de problemas?
De hecho, con la excepción del pueblo judío, efectivamente Dios parece haber seguido esta política de laissez faire. Una de las siete leyes de Noaj que fueron decretadas al mundo luego del diluvio obliga a toda sociedad humana a establecer sistemas de justicia, es decir, cortes que legislen y fuerzas policiales que ejecuten la ley. Estas cortes deben asegurar que se respeten las otras seis leyes de Noaj, pero también tienen el deber de supervisar un cuerpo de ley civil que se encargue de resolver las disputas sociales (ver Maimónides, Yad, Melajim 9:14). Las leyes de Noaj no decretan un contenido específico para estas leyes civiles ni tampoco especifican su forma de administración. Lo importante es que exista un sistema de justicia. Los detalles específicos de dicho sistema parecen ser irrelevantes.
¿Por qué el pueblo judío sería distinto con respecto a esto? ¿Acaso los judíos son menos capaces que los otros seres humanos de crear leyes para manejar sus problemas civiles? ¿Por qué estas leyes —conocidas como mishpatim— tienen que originarse en el monte Sinaí?
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La lección del Jazon Ish

El Jazon Ish, uno de los gigantes del mundo de la Torá que supervisaron el reestablecimiento de la vida de Torá en Israel después del Holocausto, desarrolló una respuesta sistemática a esta pregunta en su obra Emuná Ubitajón. Él comienza su discurso sobre el tema con la siguiente ilustración dramática:
Un nuevo carnicero se muda a una comunidad en la que hay un viejo carnicero que ha trabajado allí durante años. Este nuevo hombre es mucho más joven; tiene ideas más modernas sobre marketing y sistemas de empaque, y está lleno de entusiasmo y vitalidad. Entonces, él abre una tienda nueva muy atractiva. El carnicero viejo no puede competir; su fuente de ingresos gradualmente comienza a verse amenazada.
Algunas de las personas de la ciudad se sienten conmovidas por la situación y acuden en ayuda del viejo carnicero. Ellos declaran su indignación a quienquiera que desee escuchar: el antiguo carnicero es un mercader honesto que ha servido fielmente a la comunidad por muchos años. Él no merece que le roben su fuente de sustento justo cuando está a punto de retirarse. El nuevo carnicero está cometiendo el peor tipo de hurto al robarle los clientes al antiguo carnicero.
Ellos organizan un boicot en contra de la nueva tienda, averiguan cada hecho negativo que pueden sobre el nuevo carnicero y hacen su mayor esfuerzo por aislar a su esposa e hijos. En poco tiempo logran que éste se vaya de la ciudad.
Ahora, imagina la misma historia, sólo que reemplaza un colegio por la carnicería. Lo que está en juego es una nueva escuela más moderna que ha llegado para reemplazar a la escuela tradicional de la comunidad, lo cual dejará a los maestros sin trabajo.
Las emociones que despiertan estas historias son idénticas. Quizás exista un mayor sentimiento de rabia por la injusticia moral de usurpar el sustento a unos ancianos maestros, ya que muchas personas de la ciudad se sienten emocionalmente apegadas a ellos desde los años de juventud (cuando asistían a la antigua escuela). Los maestros también tienden a ser seres humanos idealistas e inteligentes, quienes por lo general son admirados dentro de la comunidad.
El sentido humano de justicia emite un veredicto idéntico en ambos casos. La decencia común obliga a la gente de buena voluntad a defender lo antiguo en contra de lo nuevo. Sin embargo, la Torá considera que ambos casos son radicalmente diferentes.
En el caso de los carniceros, hay circunstancias bajo las cuales la apertura de la nueva carnicería constituiría un acto de hasagat gvul, o invasión ilegal del territorio ajeno de acuerdo a la ley de la Torá.
En dichas circunstancias, la ley de la Torá considera que el nuevo carnicero es un rodef, alguien que persigue a su prójimo para matarlo, mientras que el antiguo carnicero es considerado un nirdaf, la persona que está siendo perseguida. Desde el punto de vista moral, hay muy poca diferencia entre amenazar la vida de una persona o amenazar su habilidad para ganar un sustento y proveer a su familia.
Por lo tanto, quien defienda al antiguo carnicero en contra del nuevo carnicero estará haciendo la mitzvá de proteger al nirdaf. La organización del boicot en contra del nuevo carnicero, la divulgación de las malas características de personalidad que él posee y el aislamiento de su familia son actos justificables que se realizaron para proteger a la víctima. Dios recompensará a la gente que se involucró en actividades para ayudar al antiguo carnicero.
En el caso de las escuelas, la ley de la Torá favorece la competencia. El Talmud declara el principio guía: “Los celos entre los sabios llevan a una mayor sabiduría” (Baba Batra 21a). La sabiduría es un bien supremo ante los ojos de la Torá, un valor que va por sobre los derechos territoriales. Por ende, la Torá considera que el personal de la nueva escuela es nirdaf —los perseguidos injustamente—, mientras que quienes defienden a los antiguos maestros son considerados rodef.
Por lo tanto, las personas que atacan a la nueva escuela y a su personal están involucradas en actos maliciosos. Las actividades idénticas que se realizan por las mismas causas pasan de ser consideradas mitzvot, meritorias de recompensa, a ser consideradas el peor tipo de trasgresión. El boicot de la nueva escuela es considerado robo; la divulgación de las características de personalidad negativas de los nuevos maestros es considerado la peor forma de lashon hará, o habla prohibida, y el aislamiento de las familias de los maestros es considerado un acto de asesinato. Dios castigará a quienes estén involucrados en dichas actividades.
Nuestro sentido interno de justicia, o nuestro instinto para distinguir entre el bien y el mal, son una guía en la que no podemos confiar. Si la seguimos ciegamente terminaremos dañando a otros y destruyéndonos a nosotros mismos. Dios, Quien nos creó y puso en nosotros aquel instinto de correr a ayudar al desprotegido, consideró que era Su responsabilidad enseñarnos a aplicar nuestros instintos de forma adecuada. Nos dio mishpatim. ¿Pero por qué a los judíos en particular? ¿Por qué no se las dio a todos los seres humanos?
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Los hijos de Dios

Hijos son ustedes, de YHVH su Elo-him” (Deuteronomio 14:1).
Así dijo Dios, ‘Mi hijo primogénito es Israel” (Éxodo 4:22).
Dios llama al pueblo judío ‘Sus hijos’. ¿Pero como se expresa la relación padre-hijo que tenemos con Dios?
No puede ser en el hecho que Dios es nuestro creador, ya que Él es el creador de todos.
Claramente no puede expresarse en el hecho que Él nos dio mandamientos. Son los amos los que dan órdenes y mandatos a sus sirvientes, y no los padres a sus hijos (al menos no en mi casa).
Quizás podemos obtener una pista al observar cómo se expresa la dinámica de dicha relación entre nosotros, los seres humanos. La relación padre-hijo se expresa entre los humanos en el hecho que los padres e hijos comparten un pequeño e íntimo mundo. Ellos viven juntos y comparten sus ideas y opiniones. Tras muchos años de intimidad, los hijos interiorizan los valores, opiniones y prioridades de sus padres respecto a las cosas importantes de la vida. Ellos adoptan la postura de sus padres respecto al matrimonio y a las relaciones en general. Aprenden a imitar sus maneras de relacionarse con los demás. Ésta es la forma en que debe trabajar la relación padre-hijo.
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Aprendiendo de maestros, compañeros y medios de comunicación

Uno de los problemas más grandes de nuestro mundo moderno es que dicho tipo de interacción con los padres ya no es parte del mundo. Los niños de hoy en día aprenden más de sus maestros, compañeros y de los medios de comunicación que de sus padres, no porque la naturaleza humana se haya modificado, sino por la simple razón que muchos padres ya no pasan mucho tiempo de calidad con sus hijos. La sociedad moderna es una cultura de huérfanos. La familia unida que transmite sus valores de generación en generación ha dejado de existir en el mundo de lo ‘real’ y ha pasado a ser parte del mundo de lo ‘ideal’.
Pero si la estrecha interacción a lo largo de los años es una condición indispensable para el desarrollo de una relación apropiada entre padre e hijo, entonces, ¿cómo es posible que los seres humanos lleguen a ser descritos como los hijos de Dios? ¿En qué momento compartimos con Dios tal nivel de intimidad?
Debemos dirigirnos a los mishpatim nuevamente y aplicar la enseñanza del Jazon Ish en un nivel más profundo.
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Las instrucciones de un padre

Si reflexionamos, podremos ver que es precisamente a través de esta parashá que Dios se transforma en nuestro padre y hace posible que nosotros nos transformemos en Sus hijos. Es a través de los mishpatim que Él comparte Sus juicios, valores y opiniones con nosotros. Él nos explicó Su visión del matrimonio, nuestras obligaciones como hijos y la forma correcta de relacionarnos con la sociedad en general. Mediante estas leyes de la Torá que gobiernan las situaciones del día a día de la vida, Él infunde en nosotros Susentido del bien y el mal. Esta necesidad de interiorizar el sistema valórico de Dios como hijos ha tenido una influencia determinante en la forma en que estudiamos Torá y en las áreas de estudio dentro de la Torá que enfatizamos más.
Un sistema valórico no puede impartirse por medio de mandamientos y rituales o rezos. Sólo puede ser interiorizado mediante la discusión y el intercambio de opiniones. Por lo tanto, esta es exactamente la forma en que estudiamos Torá: discutimos sobre el sentido del bien y mal de Dios de forma intensa, cosa que podamos aprender a seguirlo con fidelidad.
Si vas al salón de estudios de una Ieshivá en cualquier parte del mundo encontrarás a los jóvenes estudiando en grupos, envueltos en un acalorado debate sobre alguna lección del Talmud. Los tópicos que cubren dichas lecciones son justamente aquellos que mencionamos. Cubren las leyes de matrimonio, propiedad, cómo hacer tratos de negocios, cuándo estos tratos se consideran definitivos, cuán atadas están las personas por su promesas voluntarias, etc.
A lo largo de los siglos, e incluso hoy en día, mucha gente, incluyendo judíos, han repudiado este tipo de estudio considerándolo irrelevante y han despreciado a quienes lo practican considerándolos parásitos sociales.
La mayoría de la gente puede entender que el estudio de halajá es necesario para aquellos que están interesados en respetar las leyes rituales judías. Ellos pueden entender que el estudio de filosofía judía o de misticismo (cábala) es importante para todo aquel que esté interesado en desarrollar una relación más cercana con Dios. Pero ellos no ven la utilidad de estudiar el Talmud de forma intensiva, y de dominar las minucias de un sistema legal que no está en efecto desde hace dos mil años, desde que el reino judío sucumbió ante los romanos.
Estos críticos están errando por no apreciar la genialidad de Dios o del pueblo judío. Ellos olvidan que debemos convertirnos en hijos de Dios.
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Cómo interiorizar la visión del mundo de Dios

Los judíos hemos logrado mantener nuestro estatus de ‘hijos de Dios’ a pesar de todas las dificultades de nuestra historia sólo por medio del estudio del Talmud.
Toda acalorada discusión sobre un tema del Talmud trae como resultado la interiorización de la visión del mundo de Dios en algún aspecto de la vida. Una persona que pasa la mayoría de su día estudiando Talmud está empapándose con la atmósfera y la cultura de la casa de Dios. La cabeza del sabio talmúdico está llena de las opiniones de Dios sobre los distintos temas de la vida. Él ha logrado interiorizar con éxito la visión de Dios sobre el mundo. Él es realmente un hijo de Dios.
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Lleno de las opiniones de Dios

Es ampliamente sabido que el hecho de que los judíos hayan sobrevivido 2.000 años de exilio y persecución está relacionado con su ferviente dedicación al estudio y al cumplimiento de la Torá durante dicho período, pero el mecanismo que causó dicha dedicación por lo general no está claro. Los rituales religiosos e incluso las creencias teológicas no sobreviven automáticamente la prueba del tiempo; basta tan sólo con observar el gran abandono que ha habido de las tradiciones judías en el último siglo para darnos cuenta de lo frágil que es la estructura de la observancia. Al identificar la lealtad a las tradiciones durante el exilio de 2.000 años, estamos simplemente situando el misterio de la supervivencia del pueblo judío un nivel más atrás. Claramente está relacionado con la observancia de la Torá, pero ¿cuál es el secreto de la supervivencia misma?
Confío en que la respuesta quede clara ahora. En Su genialidad, Dios nos dio un sistema que nos permite, ante cualquier situación, ser cercanos a Él como lo son los hijos de sus padres. De todos Sus regalos, el regalo de mishpatimfue probablemente el más grande de todos. Todo el tiempo que los judíos estudien el Talmud, la dedicación a los principios básicos del judaísmo está garantizada. Pero si abandonan el estudio del Talmud, el abandono del judaísmo tradicional siempre seguirá a continuación.
Las bases de nuestra relación con Dios siempre se han apoyado en el estudio de la Torá, independientemente del período histórico. Nuestros sabios nos enseñan:
La importancia del Talmud Torá, ‘la Mitzvá de estudiar Torá’, supera en importancia a todos los otros mandamientos combinados (Peá 1:1).
El estudio de las leyes de mishpatim es el que hace que nuestra relación con Dios se mantenga joven y vibrante.
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Conocerlo es Amarlo

Una de las mitzvót más importantes de entre las 613 mitzvot es el mandamiento de amar a Dios. Este mandamiento es uno de los seis mandamientos que estamos obligados a cumplir de forma constante durante cada segundo de nuestras vidas. (Ver Biur Halajá, Or Hajaim, Capítulo 1:1). Pero, ¿cómo se supone que debemos cumplir con este mandamiento? ¿Cómo es posible amar a Dios sin conocerlo realmente? La respuesta obviamente es que ¡en realidad lo conocemos muy bien! Mediante el estudio constante de la Torá llegamos a conocerlo tan bien como los hijos conocen a sus padres. Y uno ciertamente ama a sus padres de forma constante. Por lo tanto, de esta misma forma podemos amar a Dios.
El estudio de la Torá contribuye enormemente a la calidad de nuestro servicio Divino. Si logramos interiorizar la visión del mundo de Dios por medio del estudio de la Torá, entonces cuando recemos no nos estaremos conectando con algún extraño que se encuentra lejos de nosotros, sino que nos estaremos conectando con alguien familiar. Cuando llevemos a cabo los dictámenes de la ley judía, no estaremos haciendo simplemente una ceremonia solemne. Estaremos pasando tiempo en la casa de nuestro Padre, donde naturalmente hay reglas de comportamiento distintas de aquellas que prevalecen en la realidad mundana en la que habitamos.
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Midiendo

Pero la lección del Jazon Ish tiene aún otro nivel de profundidad. Resulta que las leyes de mishpatim contienen la esencia de nuestra estadía en la tierra. Para ver cómo, debemos explorar un concepto de la Torá conocido comomidot.
Todos tenemos emociones y deseos que nos ayudan a liberar la energía que potencia nuestras actividades diarias. Tenemos los sentimientos de ambición, amor, odio, enojo, generosidad, etc., y en cada situación que enfrentamos en la vida, se despierta en nosotros una combinación de dichas emociones.
Pero estas emociones no pueden expresarse en acciones sin pasar primero por una revisión. Por ejemplo, imagínate que alguien hace un comentario incisivo a costa tuya. Todos se ríen y tú te sientes profundamente herido e insultado. Te consume la rabia y te llenas de un deseo de venganza. En lugar de actuar en base a estos sentimientos, te frenas a ti mismo y piensas: “Sí, él no debería haber dicho eso; su comentario realmente me hirió. Pero expresar la rabia que siento estaría fuera de lugar. Su comportamiento fue perfectamente aceptable en la sociedad común en la que vivimos, y yo también me he comportado de esa forma en el pasado”. La mente siempre debe sopesar y medir las respuestas emocionales y debe seleccionar la respuesta apropiada de acuerdo a las circunstancias.
En hebreo, esta habilidad para evaluar una situación y responder apropiadamente se llama midá (el singular de midot). Este concepto no tiene un equivalente exacto en español y suele ser traducido erróneamente como “características de personalidad”. Pero en realidad, la palabra midá significa literalmente “medida”. Hace referencia a la habilidad de “medir” instintivamente con nuestras mentes cuán apropiadas son nuestras emociones.
Las buenas midot (aquí es donde entra la traducción de “características de personalidad”) indican que la persona mide de forma acertada. Sus acciones siempre están balanceadas por la razón. Las malas midot indican que la persona no ha trabajado bien un sistema de medición sobre cuán apropiadas son sus respuestas ante las distintas situaciones.
Desarrollar buenas midot no sólo es importante para la popularidad social; es otro de los seis mandamientos constantes que están con nosotros en todo momento.
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Siguiendo los caminos de Dios

El desarrollo de buenas midot encaja dentro del mandamiento de vehalajta bidrajav, de “seguir los caminos de Dios”.
Dios nos ordenó modelarnos a nosotros mismos de forma que nos parezcamos a Él dentro de lo posible, como está escrito: “seguirás Sus caminos...” (Deuteronomio). Tal como Él es descrito como afable, asimismo nosotros debemos ser afables. Tal como Él es llamado misericordioso, asimismo nosotros debemos ser misericordiosos. En palabras más simples: Imita las buenas acciones y las midot nobles de Dios (Talmud Sotá 14a; Maimónides, Libro de las Mitzvot, Asé 8).
Es el estudio del Talmud el que nos permite interiorizar las actitudes de Dios. El hecho de aplicar las soluciones que provee el Talmud a los eventos y relaciones de nuestras vidas nos permite transformar nuestras actitudes naturales y nuestras respuestas emocionales instintivas en buenas midot.
La providencia Divina ordena los eventos de nuestra vida de forma tal que nos encontremos precisamente con las situaciones que necesitamos para poder expresar el conocimiento que hemos adquirido mediante nuestro estudio de Torá y transformarlo en midot. De acuerdo al Gaón de Vilna, el hecho de trasladar las actitudes de la Torá al día a día de nuestras vidas es el propósito de nuestra estadía en este mundo (Even Shlemá, Capítulo 1).
“Todo está en las manos del Cielo, salvo por el temor al Cielo” (Talmud, Brajot 33b)
Dios nos dio a cada uno de nosotros un cuerpo y un alma. Ambos están programados por Él y nos tiran en ciertas direcciones previamente programadas. Dios también determina las influencias externas que actuarán sobre nosotros por medio de un sistema de hashgaja pratit, o providencia Divina. Entonces, ¿qué queda en nuestras manos?
La respuesta es Torá y midot.
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Balanceando el cuerpo y el alma

La interiorización de la Torá y el desarrollo de buenas midot son las únicas cosas que fueron dejadas en manos del hombre. Nuestras midot son la verdadera expresión de nuestra individualidad. Puede que nuestras características de personalidad fundamentales hayan sido implantadas en nosotros de forma Divina, pero son invisibles y sólo pueden ser observadas por medio de la ventana de nuestras midot. Nuestras midot reflejan la forma única en que hemos elegido cumplir con el mandamiento de “seguir los caminos de Dios”; las midot nos distinguen del resto de Sus hijos y nos hacen únicos. Son las ropas que vestiremos por toda la eternidad (Even Shlemá, capítulo 1).
Independientemente de si está bien o no, los padres son juzgados en base a cuán bien o mal salen sus hijos. Nosotros obtenemos la posibilidad de ser hijos de Dios a través de nuestro estudio de Torá y nuestra interiorización de las leyes de mishpatim. Las buenas midot que desarrollamos son el reflejo que le devolvemos a nuestro Padre. El siguiente fragmento del Talmud lo resume hermosamente:

Amarás a Hashem tu Dios” (Deuteronomio 6), Dios debe ser alabado a través de tus acciones. Una persona debe aprender cómo leer la Torá, luego debe dominar la Mishná y luego debe estudiar con un erudito; después de todo esto, su interacción con la gente deberá ser encantadora y placentera. ¿Qué dirá la gente de una persona como esta? “Su padre fue sabio al enseñarle Torá”, “su maestro hizo bien al enseñarle Torá”, “es una pena por quienes no estudian Torá”, “tal persona estudió Torá”, “mira cuán placenteros son sus caminos, cuán trabajadas son sus acciones”; sobre él está escrito “Él me dijo, tú eres mi siervo Israel, y Yo puedo presumir contigo [y así me llenaré de orgullo] (Yeshayahu 49)” (Talmud, Ioma 86a).

Tablas para la vida

Itró(Éxodo 18-20)


La Torá contiene 613 mandamientos, pero en el monte Sinaí —la única ocasión en la historia en la cual todo el pueblo judío tuvo un encuentro cara a cara con Dios— Dios decidió enfatizar sólo diez de ellos.
Los primeros dos de los Diez mandamientos los escuchamos directamente de la boca de Dios, sin que Moshé actuara como intermediario, mientras que los otros ocho los escuchamos por medio de Moshé.
De acuerdo a muchos comentaristas, el primero no es realmente un mandamiento, sino que es más bien una declaración introductoria a todos los mandamientos. Pero hay un factor común que unifica a estos diez mandamientos y que los distingue de los otros; son los únicos mandamientos que aparecen en las Tablas de la ley.
Moshé explica de la siguiente manera qué significa que aparezcan escritos en las Tablas:
Él (Dios) te dijo Su pacto que Él te comando a ti observar, los diez mandamientos, y los inscribió en dos tablas de piedra” (Deuteronomio 4:13).
Estas diez declaraciones tienen un aspecto dual. Además de ser mandamientos por sí mismos, al igual que el resto de los 613, constituyen un pacto especial entre Dios e Israel. Nos referimos a ellos en la Hagadá de Pesaj como Las tablas del pacto. En este ensayo intentaremos explorar precisamente el aspecto de ‘pacto’ de dichos mandamientos.
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El pacto

Un pacto no es algún tipo de unión mística espeluznante, sino que es meramente el término que se utiliza para referirse a un contrato. Todo contrato es un acuerdo que fue negociado entre dos partes. Cuando se alcanza un acuerdo, por lo general éste es registrado y cada una de las partes obtiene una copia legalizada para que tengan registro de sus derechos y obligaciones contractuales. Al describir los Diez mandamientos como un pacto, la Torá nos está informando que las Tablas representan una copia del acuerdo contractual entre Dios y nosotros. Las Tablas que recibimos en Sinaí constituyen la copia legalizada de Israel.
Pero esta parece ser una idea sumamente novedosa. ¿En qué sentido pueden ser descritos los mandamientos —los cuales son principalmente órdenes que emitió Dios—, como un acuerdo que fue negociado?
Para entender mejor el aspecto contractual de estos mandamientos debemos explorar el proceso de negociaciones que llevó a dicha culminación.
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La oferta

Cuando Moshé ascendió al monte Sinaí por primera vez luego de que el pueblo judío acampase a sus pies, Dios lo envió de vuelta al pueblo con el siguiente mensaje:
Ustedes vieron lo que hice a Egipto, y a ustedes los llevé sobre alas de águilas y los traje hacia Mí. Ahora, si Me obedecen y cumplen Mi pacto, serán Mi tesoro más preciado de entre todas las naciones, ya que el mundo entero es Mío. Serán para Mí un reino de sacerdotes y una nación santa” (Éxodo 19:4-6).
Esta declaración contiene la oferta de Dios.
Najmánides explica qué es lo que Dios estaba ofreciendo: El mundo entero le pertenece a Dios, pero Él puso a las otras naciones bajo el mandato de los ángeles. Un tesoro preciado es algo que uno vigila cuidadosamente de manera personal. Él se encargaría de las necesidades del pueblo judío por sí mismo en lugar de delegárselas a la jurisdicción de los ángeles, tal como hace con las otras naciones.
Un tesoro preciado es algo que uno vigila cuidadosamente de manera personal.
Pero esta oferta de jurisdicción Divina personal en realidad contenía dos partes. Además de la promesa de preocuparse en este mundo, también ofrecía una entrada al próximo mundo. Porque un objeto atesorado nunca pierde su valor, y por lo tanto, alguien que es preciado para Dios, Quien es eterno, se mantendrá con Dios por toda la eternidad. Si Israel aceptaba la oferta de Dios y se convertía en Su objeto atesorado, entonces eso extendería el trato de forma automática hacia la eternidad.
Estas dos ideas están contenidas en las dos frases “reino de sacerdotes”, una referencia a este mundo, y “nación santa”, lo cual es una referencia al próximo mundo. Cabe destacar que la palabra “santo” en hebreo siempre implica una separación de la fisicalidad. Por lo tanto, una “nación santa” es una nación en un sentido no físico, es decir, una nación en el próximo mundo.
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La aceptación

Moshé vino y convocó a los ancianos del pueblo, y puso frente a ellos todas estas palabras que Dios le había comandado. Todo el pueblo respondió junto y dijo: “Todo lo que Dios ha dicho, haremos” (Éxodo 17:7-8).
Este versículo describe cómo el pueblo judío aceptó la oferta de Dios.
Moshé le presentó la oferta a los ancianos de forma que ellos la hicieran circular entre la gente, observaran sus reacciones y tomaran una decisión acordemente, pero el pueblo se adelantó a este proceso de deliberación mediante el declarar con entusiasmo su aceptación inmediata y unánime con una sola voz.
Obviamente los judíos consideraron que esta era una gran oferta. La aceptaron de forma inmediata, sin una deliberación previa. Pero debía haber algunas condiciones en la oferta.
Y efectivamente las hay: las condiciones son los mandamientos.
Para entrar en el pacto debes aceptar los Diez mandamientos. Pero, ¿por qué es tan difícil aceptar estos mandamientos? Una lectura superficial no muestra nada controversial o difícil de respetar.
Para entrar en el pacto debes aceptar los Diez mandamientos.
La lógica nos obliga a observar más de cerca estos mandamientos para encontrar la respuesta.
Inmediatamente se hace aparente que estos mandamientos están divididos en dos partes. Y de hecho, la tradición judía nos enseña que hay dos tablas: 1) una corresponde a las obligaciones con Dios, y 2) la otra consiste en obligaciones con el prójimo. Pero si las examinamos de cerca podremos ver que están relacionadas.
Por efectos de simplicidad, refirámonos a las dos tablas como la tabla de Diosy la tabla del hombre, y analicémoslas paralelamente.
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Yo soy Dios / No asesinaras

El primer mandamiento en la tabla de Dios es la aceptación de Dios como nuestro gobernante. Él nos sacó de la esclavitud de Egipto para que nos transformáramos en Sus sirvientes en lugar de ser los sirvientes de Paró. De forma paralela a este mandamiento encontramos en la tabla del hombre el mandamiento relativo al asesinato. El acto del asesinato representa también una violación de la esencia del primer mandamiento de la tabla de Dios.
Quienquiera que derrame la sangre del hombre, su sangre será derramada por el hombre; porque Dios creó al hombre a Su imagen(Génesis 9:6).
La prohibición en contra del asesinato está basada en el hecho de que el hombre fue creado a imagen de Dios. Cuando una persona toma una vida humana, está destruyendo la imagen de Dios.
Si un hombre comete un pecado cuyo castigo es la muerte, él deberá ser ejecutado y tú deberás colgarlo en un árbol. Su cuerpo no deberá pasar la noche en el árbol, sino que deberás enterrarlo en ese mismo día, ya que una persona que está colgando es una maldición de Dios…(Deuteronomio 21:22-23)
El Talmud (Sanhedrin 46b) dice que asesinar a un ser humano es similar a asesinar a un gemelo de Dios. Es la mayor violación del espíritu del primer mandamiento que uno pueda imaginarse.
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No tendrás otros dioses / No cometerás adulterio

El segundo mandamiento de la tabla de Dios es la prohibición de la idolatría. En la tabla del hombre encontramos en segundo lugar la prohibición de cometer adulterio.
La prohibición de hacer idolatría es una prohibición en contra de beneficiarse de la bondad de Dios en contra de Su voluntad por medio de obtenerla de segunda mano. El idólatra quiere beneficiarse de la bondad de Dios sin seguir la política de Dios. Y como parte del sistema de libre albedrío que Dios le entregó al hombre, Él hizo que esto fuera posible.
Ahora bien, la institución del matrimonio, cuya santidad es violada por el pecado del adulterio, es la bondad de Dios en contra de la soledad. El símbolo humano que extingue esta soledad es la mujer. Dios explicó la creación de la mujer de la siguiente forma:
No es bueno que el hombre esté solo; le crearé una ayuda que le corresponda (Génesis 2:18)
Dios hizo esto dividiendo al ser humano en dos, curando de esta forma la angustia de la soledad. Tanto el hombre como la mujer se ven beneficiados en igual grado de esta bondad, pero ella es el símbolo de la cura Divina. En el plan de Dios, todo matrimonio fue diseñado con la idea de que los integrantes de la pareja sirvan de complemento mutuo.
El adulterio es tomar esta bondad Divina sin seguir la política y voluntad de Dios. Esta cura para la angustia humana estaba destinada a un destinatario diferente. Por lo tanto, el adulterio es paralelo a la idolatría.
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No jurarás en falso / No robarás

El tercer mandamiento en la tabla de Dios es la prohibición en contra de hacer juramentos en falso, lo cual es paralelo a la prohibición de robar, que aparece en la tabla del hombre.
Dios es la fuente de toda la realidad. Sustituir la realidad que Dios estableció con una realidad falsa es una perversión del trabajo de Dios. Un juramento en falso es una afirmación de que Dios está asociado con una realidad que Él no planificó.
Tal como Dios es la fuente de toda la realidad, Él es la fuente de toda la bondad.
Tal como Dios es la fuente de toda la realidad, Él es la fuente de toda la bondad. Algo que está destinado a ser de Reubén no puede ayudar a Shimón. Si Dios lo destinó para Reubén, entonces el hecho de que Shimón se lo arrebate también es una perversión de la realidad.
Si no fuera porque la conexión de Dios con la realidad está oculta tras el velo de la naturaleza para permitirle al hombre tener libre albedrío, nadie podría estirar su mano para apropiarse de aquello que le pertenece a otro. La mano se dirigiría hacia su propósito pero el objeto robado desaparecería tan pronto como cayese en las manos incorrectas.
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Respetarás Shabat / No testificarás en falso

El cuarto mandamiento en la tabla de Dios es la observancia de Shabat. De forma paralela a ella se encuentra la prohibición de testificar en falso en latabla del hombre.
La observancia de Shabat es un testimonio de la creación de Dios. Si Dios es el Creador, entonces Él también es la fuente de todo el poder creativo del mundo. Todo lo que crea y logra el hombre es en realidad una canalización del poder creativo de Dios. Si el mundo no hubiera sido diseñado para ocultar la presencia de Dios, y de esta forma, permitirle al hombre tener libre albedrío, entonces las leyes de Shabat serían una descripción apropiada de la creación en realidad. Sólo Dios crea, el hombre meramente disfruta los beneficios del poder creativo de Dios.
No respetar Shabat es un acto de testimonio en falso. Este testimonio en falso declara que este es un mundo sin propósito y sin un destino final.
Dar falso testimonio en contra del prójimo sitúa al prójimo en un mundo que no fue creado mediante la canalización del poder creativo de Dios. El falso testimonio creó este universo paralelo en su testimonio. Por lo tanto, no respetar Shabat y dar testimonio en falso son paralelos exactos.
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Honrarás a tus padres / No codiciaras

El último mandamiento en la tabla de Dios es el mandamiento de respetar a los padres. De forma paralela a este mandamiento se encuentra en la tabla del hombre la prohibición de codiciar la esposa de tu vecino o cualquier cosa que le pertenezca.
En lugar de comenzar con la tabla de Dios y luego pasar a la tabla del hombre, analicemos este paralelo de forma inversa.
Ibn Ezra hace una pregunta provocativa sobre la prohibición de codiciar: ¿Cómo es posible ordenarle a una persona no desear algo que es inherentemente deseable?
Nos es fácil comprender la prohibición en contra de llevar a cabo nuestros deseos ilícitos en la vida real, pero las prohibiciones relativas a llevarlos a cabo ya fueron establecidas en los primeros cuatro mandamientos de la tabla del hombre. ¿Cómo podemos relacionarnos con una prohibición en contra del deseo mismo?
Según las reglas de la naturaleza humana, un campesino codicia la esposa de su amigo campesino, pero no a la hija del rey.
Él responde con una metáfora. Según las reglas de la naturaleza humana, un campesino codicia la esposa de su amigo campesino, pero no a la hija del rey. Cuando ve a la princesa pasar en su carruaje, incluso si la encuentra hermosa, no la codicia. Ella está más allá de su alcance. Cualquier pensamiento que él pueda tener en relación a ella son puras fantasías, y no deseos realmente alcanzables.
Si una persona está bien enfocada en el mundo, entonces se relaciona con todo lo que le pertenece a otro de la misma forma que se relacionaría el campesino con la inaccesible princesa. Dios le dio a cada uno las cosas que necesita tener para dirigir su vida de forma exitosa. No son las circunstancias las que determinan qué recibe cada persona; las decisiones Divinas, las cuales están basadas en consideraciones racionales sobre qué es beneficioso, son las que lo hacen.
Si las cosas que deseo están a mi alcance de forma permitida, entonces puedo asumir que Dios las puso allí de forma deliberada ya que realmente podría utilizarlas para alcanzar metas que Él estableció para mí. Pero si no están a mi alcance de forma permitida, entonces deberé concluir que no sería bueno para mí tenerlas y mi única conexión con ellas es en el inofensivo mundo de fantasía de mi imaginación.
Codiciar cosas que le pertenecen a otras personas es una clara señal de peligro que indica que la vida está fuera de foco. En el mundo según los Diez mandamientos, cada persona es única ante los ojos de Dios, cada persona es un socio del pacto. Y cada socio vive en su propio mundo, rodeado de las cosas que necesita para poner a prueba su compromiso con el pacto y para ayudarlo a desarrollar todo su potencial como un socio de Dios.
El mundo no es una jungla en la que todos competimos por el mismo premio, el cual le pertenecerá —según las reglas de la jungla— al más veloz y al más capaz. En un mundo como ese, cualquier cosa que tenga otra persona también es una posibilidad para mí, especialmente si me considero más apropiado. En el mundo de la jungla está permitido codiciar cualquier cosa, independientemente de quién la tenga. Mientras le quites la cosa al otro de una forma que la sociedad considere legal, no estarás haciendo ningún mal. La persona que codicia está viviendo en el mundo equivocado.
Si volvemos a la tabla de Dios, encontraremos que la misma idea aparece expresada en el mandamiento de respetar a los padres. Este mandamiento no tiene nada que ver con respeto convencional y gratitud. Para la gran mayoría de nosotros que hemos tenido la fortuna de haber sido criados en casas normales y llenas de amor, los sentimientos de gratitud hacia nuestros padres son una parte inseparable de nuestra vida en este mundo. No hay necesidad de reforzar la naturaleza humana por medio de mandamientos. Pero el honor al que se refiere este mandamiento es una cosa completamente diferente.
Uno asigna el honor en base a qué considera importante en la vida, y no en base a gratitud.
Uno asigna el honor en base a qué considera importante en la vida, y no en base a gratitud. Toda persona siente la atracción del emocionante mundo nuevo que hay allí afuera. La atracción de las nuevas ideas, de los diferentes modos de vida, es una fuerza sumamente poderosa que hay en todos nosotros. Tendemos a relacionarnos con el mundo de nuestros padres como algo anticuado y obsoleto. Sentimos la necesidad de desplegar nuestras alas y volar rumbo a nuevas direcciones.
Pero el mundo en el que Dios nos puso es el mundo de nuestros padres. Hay tres socios en la formación de una persona: Dios, su padre y su madre (Talmud, Nida 31a). Dios no escoge a sus socios de forma aleatoria. Si Él seleccionó a esos socios en particular, entonces quiere decir que Él quiere que el niño nazca en el mundo de ellos. Los valores que nos transmiten nuestros padres crean la base de nuestras vidas, la cual fue seleccionada por Dios mismo. No sólo debemos amar a nuestros padres, sino que también debemos honrarlos.
Codiciar lo que le pertenece a otro y no honrar a nuestros padres tienen la misma causa común, el creer que estamos en un mundo incorrecto.
* * *

En conclusión

El tema predominante de las tablas es que es imposible separar las interacciones que tenemos con nuestro prójimo de las interacciones que tenemos con Dios. En el mundo del pacto, cuando Israel se transforma en una nación de sacerdotes y en un pueblo santo, la santidad de Dios se esparce para abarcar todos los aspectos de la vida. No hay nada que esté alejado de Él.
El pacto no se trata de obedecer las órdenes de Dios y de adoptar ciertas costumbres y prácticas. El pacto se trata de la voluntad de habitar en un mundo común con Dios, en el que cada aspecto y relación de la vida está teñida por el hecho de que está ocurriendo ante Su presencia, la cual todo lo abarca. Para quien desea vivir en su propio espacio, el pacto es un yugo intolerable.
Vemos entonces que la oferta de Dios de transformarnos en una nación de sacerdotes y en un pueblo santo era en realidad una espada de doble filo. Nosotros también debemos querer transformarnos en una nación de sacerdotes y en un pueblo santo. Esto implica habitar un mundo en el cual es imposible trazar una línea que divida lo sagrado y lo que podría ser considerado como mundano u ordinario.

Sólo si permitimos que las dos tablas se unan en un solo pacto nos podremos transformar en aquellos santos sacerdotes. Las condiciones de la oferta de Dios son las cadenas que atan lo sagrado y lo mundano en una sola vida coherente.

¿Ver para creer?

Beshalaj(Éxodo 13:17-17:16)


En la parashá de esta semana vemos cómo Dios abrió el mar para que el pueblo judío atravesara por el medio. Al parecer, según la opinión de nuestros sabios, la apertura del mar fue un milagro difícil de realizar para Dios. Si no, ¿por qué compararían la dificultad de emparejar gente en matrimonio y proveer sustento a las personas con la apertura del mar?
Raba bar bar Jana dijo en nombre de Rabí Iojanan: Emparejar [a dos personas en matrimonio] es tan difícil como lo fue abrir el mar... (Talmud, Sotá 2a).
Rav Shizvi dijo en nombre de Rabí Elazar ben Azaria: Proveer sustento a las personas es tan difícil como lo fue abrir el mar; así como está escrito, (en Salmos 136): “Él provee pan a todo ser viviente...”, y un versículo adyacente dice: “Él dividió el mar en secciones...” (Talmud, Pesajim 118a).
¿Cómo podemos relacionarnos con la idea de que algo sea difícil para Dios? ¿Qué tiene en común la apertura del mar con el hecho de formar parejas o con proveer los medios de subsistencia a la gente?

Dificultad moral

La lógica nos dice que no debemos buscar la dificultad asociada a los milagros en los detalles técnicos. Si aceptamos la existencia de un Dios Todopoderoso, ¡entonces sería absurdo pensar que abrir el mar por unas cuantas horas es difícil para Él! Sería mucho más razonable explicar la dificultad en términos de consideraciones morales. Un comentario rabínico sobre algunos de los versículos de la parashá de esta semana hace alusión a dicha dificultad moral:
El ángel de Elo-him que iba al frente de los hijos de Israel se movió y se situó atrás de ellos...” (Éxodo 14:19)
Rabí Noson le preguntó a Rabí Shimón: En todas las otras partes el ángel es descrito como el ángel de YHVH [el nombre sagrado que se utiliza para describir el atributo sagrado de la misericordia Divina]; ¿por qué aquí se hace referencia a él como el ángel de Elo-him? Rabí Shimón respondió: Elo-him siempre se refiere al atributo de la justicia Divina; los judíos estaban siendo juzgados en ese preciso momento sobre si debían ser destruidos junto con los egipcios o si debían ser salvados (Yalkut, Beshalaj, 233).
Los hijos de Israel caminaron por tierra firme en medio del mar” (Éxodo 14:29).
Los ángeles celestiales se sorprendieron y dijeron: “¿Cómo puede ser que idólatras caminen por tierra seca en medio del mar?” (Éxodo Rabá 26:4).
En palabras más simples, los israelitas no merecían un milagro tan grande como la apertura del mar; la diferencia moral que había entre ellos y los egipcios no estaba suficientemente marcada como para justificar que uno fuese salvado y el otro ahogado. Hacer milagros para aquellos que no lo merecen es discriminatorio y presenta una dificultad moral incluso para Dios.

Un pueblo moral

Pero esta tesis necesita clarificación. Las fuentes indican que los judíos que pasaron entre las aguas partidas tenían un gran mérito moral. Ellos se aferraron obstinadamente a su identidad nacional y a sus costumbres por 210 años y se rehusaron a asimilarse con el ambiente inmoral de Egipto:
Rav Huna dijo en nombre de Bar Kapara: Israel fue redimido de Egipto por el mérito de cuatro cosas: los judíos no cambiaron sus nombres a nombres egipcios; no abandonaron su lenguaje; no se delataron mutuamente; y no se volvieron débiles en su moral sexual (Yalkut, Emor, 757).
Si el estándar moral de los judíos no estaba en duda, entonces, ¿cómo podemos entender las deliberaciones del atributo de justicia sobre cuán merecedores eran los judíos de que se abriese el mar por ellos? La respuesta es que no es el mérito moral el que posibilita los milagros, sino la emuná, o creencia en Dios. El mar sólo se puede abrir para quien cree en ello antes de que ocurra.
Rav Jaim de Volozhin, el estudiante del Gaón de Vilna, clarifica el versículo:
Dios le dijo a Moshé: '¿Por qué clamas a Mí? Habla con los israelitas y comiencen a moverse” (Éxodo 14:15).
Es difícil entender la orden de Dios. Con el mar a un lado y el ejército egipcio al otro, ¿qué más podría haber hecho Moshé que clamar a Dios por salvación?
De acuerdo a Rav Jaim, la explicación es la siguiente: Dios le dijo a Moshé que sus rezos ya habían logrado todo los que los rezos pueden lograr. ¡El mar estaba listo para abrirse! Dios no tenía que hacer nada más. La energía espiritual que se requería para lograr el milagro de la apertura del mar ya había sido suministrada y estaba lista y disponible, esperando a ser utilizada. Pero para que este poder bajara a la tierra y fuera aplicado directamente al mar, se necesitaba un intermediario humano. La energía Divina fluye al mundo sólo a través de la intervención de los seres humanos. Los judíos debían entrar al mar para que este se abriese. Eso significa que ellos realmente tenían que creer que se abriría antes de que esto ocurriera en la práctica. Una persona que no cree que el mar se puede abrir si Dios así lo desea, no puede entrar al mar debido a su clara percepción de que se ahogaría si lo hiciese.
Por lo tanto, aprendemos que los milagros requieren tanto del poder humano de la emuná, o fe, como de un aporte especial de energía Divina. ¡Los milagros sólo le pueden ocurrir a quienes creen en milagros! Y es precisamente en el área de la fe que la dificultad del milagro de la apertura del mar se hace manifiesta.

Apego a la cultura propia

Por definición, un exilio es una deslocalización física. Pero el Zohar explica que la deslocalización física es en realidad la manifestación externa de una deslocalización espiritual. Parte del poder espiritual del pueblo judío está en exilio y las naciones del mundo lo mantienen cautivo. Los comentaristas se relacionan con el exilio egipcio en términos de la deslocalización de la facultad del “habla”.
La facultad del habla le permite al hombre expresar sus ideas y sentimientos. Pero el habla es una herramienta cultural. El vocabulario sigue los patrones culturales. Los árabes tienen 30 palabras diferentes para camello: camellos jóvenes, camellos viejos, machos, hembras, etcétera; cada uno tiene una palabra específica que lo describe. El hebreo tiene muchos nombres para Dios, cada uno de los cuales hace referencia a otro de Sus aspectos, mientras que en español hay sólo uno, el famoso “Dios”. El lenguaje es una expresión de la cultura.
Los judíos son un pueblo cultural. Siempre se sumergen en la cultura, estén donde estén. Los judíos de Egipto no eran diferentes, ellos estaban totalmente inmersos en la cultura egipcia. Asistían a las escuelas egipcias y a sus universidades, leían libros y periódicos egipcios, y también disfrutaban de las posibilidades de entretenimiento que allí existían. Este profundo sumergimiento en la cultura extranjera implicaba que ellos sólo poseían las herramientas de expresión del alma egipcia.
Y a pesar de que ellos de adhirieron fehacientemente a sus propias tradiciones morales, a su lenguaje propio y a su forma de vestir, los judíos de Egipto no tenían acceso a una cultura que les permitiese expresar sus almas judías. Para poder expresar la unicidad de su alma, para poder articular sus creencias más internas, un judío debe sumergirse en su propia cultura, la Torá. Necesita escuelas judías, universidades judías, libros judíos y medios de comunicación judíos que estén enfocados en la Torá. Pero estas eran precisamente las cosas que los judíos en Egipto no tenían. Aún no teníamos nuestra propia cultura. Moramos ahí por 210 años sin Torá. No teníamos una alternativa a la cultura egipcia. Nuestra facultad del “habla” estaba en exilio.
Ahora bien, sin el beneficio de nuestra cultura de Torá, sólo podíamos expresar nuestros 'yo' internos en términos egipcios. Si la cultura egipcia no podía proveer la infraestructura ideológica necesaria para aceptar la idea de que el mar podía abrirse milagrosamente, entonces los judíos eran incapaces de expresar —incluso para sí mismos— su creencia en un milagro como ese. Tus ideas tienen que darte permiso para creer, y nosotros simplemente no poseíamos las herramientas conceptuales que se requerían. Independientemente de si en realidad idolatrábamos a otros dioses o no, nuestros conceptos culturales eran los de una sociedad de idólatras. No podíamos imaginar que el mar se abriría, y por lo tanto el mar en realidad no podía abrirse para nosotros.
Los ángeles celestiales se sorprendieron y dijeron: “¿Cómo puede ser que idólatras caminen por tierra seca en medio del mar?” (Éxodo Rabá 26:4).

Una canción de resurrección

¿Cómo nos ayudó Dios a superar esta limitación? ¿Como puede hacer uno para inculcar la creencia en posibilidades infinitas en la mente de un idólatra? La Torá nos da una pista.
Entonces Moshé y los hijos de Israel decidieron cantar esta canción a Dios...” (Éxodo 15:1)
El verbo “cantar” en hebreo aparece como yashir, que es la forma verbal en tiempo futuro de acuerdo a la gramática hebrea. Nuestros sabios encontraron una referencia a la resurrección de los muertos en esta aparentemente inadecuada selección de una palabra en tiempo futuro para describir un evento pasado. Si uno lo lee literalmente, el texto dice que Moshé y los hijos de Israel cantarán esta canción en el futuro.
Nuestros sabios interpretan esto como profecía; Moshé y los hijos de Israel cantarán en realidad esta canción en la época de la resurrección de los muertos. Por lo tanto, la canción de nuestra parashá, una canción de agradecimiento a Dios por haber abierto milagrosamente el mar, es en realidad la canción de la resurrección; es la misma canción que cantarán las personas en el momento de la resurrección (ver Mejilta, Beshalaj, citado en Rashi).
Para entender las implicaciones de esto, analicemos otro aspecto de las revelaciones que acompañaron a este milagro, el cual es mencionado por los comentaristas (ver Rashi y Najmánides).
El segundo versículo de la canción dice:
Este es mi Dios y le construiré un santuario; el Dios de mi padre, y lo exaltaré” (Éxodo 15:2)
Dios se les apareció, por decir así; ellos fueron capaces de señalarlo con sus dedos. Incluso las sirvientas que estaban presentes tuvieron una visión profética que superó el nivel de las visiones de los profetas posteriores (Mejilta, ibid.)
En la literatura rabínica, la sirvienta es mencionada como un símbolo de la falta de desarrollo intelectual, mientras que los profetas ejemplifican la cima del desarrollo intelectual (ver Maimónides, Yad Jazaká, Fundamentos de la fe, capítulo 7). El grado de claridad intelectual que se requiere para captar un poco de lo infinito está mucho más allá de la capacidad de una persona promedio. Que una sirvienta tenga una visión profética es equivalente a que una persona con educación primaria desarrolle una nueva teoría de física cuántica.
Si la sirvienta pudo experimentar la visión que el profeta alcanza mediante un gran esfuerzo de su capacidad intelectual, entonces sólo puede haber una forma de explicarlo. Ella debe haber sido transportada existencialmente a algún mundo superior. Una vez que somos transportados físicamente a algún lugar, podemos percibir nuestro alrededor mediante nuestros sentidos ordinarios. No hay necesidad de utilizar nuestras mentes o imaginación para observar lo que nos rodea. Si una persona con educación primaria pudiese ir a dar un paseo por el bosque de las partículas subatómicas, entonces podría entender más sobre ellas que el más grande de los físicos.

Una canción de fe

En otras palabras, para adquirir el nivel de emuná necesario para permitir el milagro de la apertura del mar, la nación judía tenía que elevarse físicamente y ser transportada al mundo de tejiat hametim, el mundo que experimentaremos en la época de la resurrección.
La palabra shir en hebreo no sólo describe una tonada musical. La palabrashir ‘canción’ es utilizada cuando se discute sobre sentimientos e ideas que están más allá de la habilidad de las palabras ordinarias. La persona que se percibe a sí misma en cierto grado como un ser resucitado también puede imaginarse que el mar se abrirá ante la orden de Dios. Si la tumba puede abrirse y dar paso a una nueva vida, entonces las aguas del mar también pueden abrirse. La canción de la resurrección también es la canción de la apertura de las aguas. Y esto nos lleva nuevamente de vuelta a la emuná.
En ese día, Dios salvó a Israel de la mano de Egipto, e Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar... y el pueblo reverenció a Dios, y tuvieron fe en Dios y en Moshé, su sirviente” (Éxodo 14:30-31).
Utilizamos la palabra fe para referirnos a cosas que creemos que están allí a pesar de que no podemos verlas. Si puedes ver algo entonces sabes que está allí, y no hablaríamos más de “fe en su existencia”. Esta concepción de la fe es contraria a la visión que aparece en el versículo anteriormente citado. Según el versículo, el pueblo judío —que acababa de experimentar todas las maravillas del Éxodo incluyendo la apertura del mar—, recién ahora había alcanzado el nivel de tener fe en la existencia de Dios.
Así, hemos llegado finalmente al punto que estamos tratando de explicar en este ensayo: ver no es creer.

Ver no es creer

Los seres humanos sólo pueden comprender el mundo que ven a su alrededor mediante filtrar la información que perciben con sus sentidos, a través de los lentes intelectuales que les proveen sus culturas. Vivir ciertas cosas no garantiza que las percibamos con la perspectiva correcta.
El idólatra vive en un mundo físico que existe separado de los seres a los que él adora. Sus Dioses no pueden manipular las leyes fundamentales de la realidad. Platón realmente creía que incluso Dios no puede hacer que los lados de un cuadrado sean iguales a su diagonal. Él no creía que estaba imponiendo una limitación al poder de Dios cuando formulaba esta declaración. Su Dios era parte de la misma realidad que él, y por lo tanto, también estaba sujeto a las mismas reglas y limitaciones que imponía la lógica.
Cuando el pasado cultural de una persona le indica que no puede haber milagros que violen las leyes de la naturaleza, entonces, él puede experimentar la apertura del mar y no por eso entenderlo correctamente. Él pensará que debe haber alguna explicación natural. Para él, el milagro no puede ocurrir incluso si ocurre. Este principio está más allá de la regla espiritual que hemos explorado en este ensayo; para ese tipo de gente, el milagro de la apertura de las aguas no puede ocurrir por definición. Cualquiera que no puede ver un milagro incluso cuando lo experimenta, en realidad nunca lo experimentará. Él podría perfectamente ahogarse en el mar que se ha abierto de forma milagrosa.
Ahora que hemos desarrollado este concepto de forma plena, podemos entender con facilidad la relación que hay entre la apertura del mar, el matrimonio judío y el sustento.

La pareja de acuerdo al judaísmo

La pareja, de acuerdo al judaísmo, no es simplemente una persona con la que vives unos años mientras sea placentero o conveniente, sino que es, junto a ti, una parte integral del mismo todo; ambos experimentarán juntos la resurrección. Tu pareja y tú son partes de la misma alma. De acuerdo al judaísmo, tu pareja es una parte mucho más integral de ti mismo que tus brazos o piernas.
Cuando encontramos a nuestra pareja, generalmente pensamos que sabemos qué es lo que nos atrae. La gente se casa porque se enamoran, porque es una relación beneficiosa, por alguna otra razón o por todas ellas combinadas. Pero estas son tan sólo las razones aparentes. Ninguna de ellas sería suficiente para que el matrimonio sobreviva por toda la eternidad; pero el matrimonio judío sí sobrevive por siempre. La verdadera razón que hay detrás de un matrimonio judío es que Dios ya había arreglado la unión. Para tener una actitud correcta en relación al matrimonio, uno debe saber que las razones aparentes que hicieron que nos casáramos, son realmente ilusorias. Las razones existen para que a la persona le sea más fácil cumplir con la voluntad de Dios. Se necesita fe para apreciar la realidad de un matrimonio judío. Necesitas emuná para ser capaz de ver tu propio matrimonio con esta visión eterna.

Sustento

Dios diseñó el mundo de tal forma que ganarse el sustento generalmente requiere de una gran cantidad de esfuerzo. Pero entender que la calidad o la cantidad de esfuerzo que invertimos no tiene ninguna influencia real en el resultado, es algo que está prácticamente más allá de nuestra imaginación. Sin embargo, el judaísmo nos enseña precisamente eso; no hay ninguna cantidad de esfuerzo que pueda permitirle a una persona obtener ni siquiera un poco más de lo que Dios ha designado para él o quedarse con lo que ha sido designado para otra persona.
Por lo tanto, incluso si una persona se sumerge totalmente en sus labores, él debe creer que su intensa lucha no tiene ninguna influencia en el resultado. Dios decide cuánto debe tener y no importa qué es lo que haga, eso es todo lo que conseguirá obtener. El esfuerzo es necesario por sí mismo, pero no para alterar el resultado.
En la medida que interiorice esta lección, el judío será rescatado de la tentación de trabajar la cantidad de horas que lo dejarían sin tiempo para estudiar un poco de Torá, para asistir a los rezos en la sinagoga o para tener una relación cercana con su esposa e hijos.
Nuevamente estamos hablando de un fenómeno que requiere de fe para ser entendido correctamente a pesar de que uno vive en él. Nuevamente estamos hablando de la apertura del mar.

La lección de Uzah

La historia de Uzah el levita (que es relatada en Shmuel II, capítulo 6) es una ilustración perfecta de esta idea.
David fue a buscar el Arca del Pacto que habían capturado los Filisteos. En lugar de hacer que los levitas la transportasen, tal como lo requiere la ley judía, él ordenó equivocadamente que fuese transportada en un vagón. El vagón chocó con un bache, el Arca comenzó a deslizarse y Uzah, uno de los levitas que estaban presentes, estiró su brazo para sostenerla y evitar que cayese. Dios instantáneamente lo mató y todo el emprendimiento fue suspendido.
Nuestros sabios explican cuál fue el pecado de Uzah. Él debería haber entendido que a pesar de las apariencias, no es el hombre quien sostiene al Arca, sino que el Arca es la que sostiene al hombre.
Para nosotros este puede parecer un error insignificante. Pero esta idea es el punto crucial del Éxodo. El alma judía es la que fue liberada de la esclavitud de la cultura egipcia y finalmente pudo cantar su propia canción. El cuerpo sólo fue liberado porque acompañaba al alma. No es el cuerpo del hombre el que sostiene a su espíritu, sino que su espíritu es el que sostiene a su cuerpo. Es por eso que el punto final del Éxodo fue el establecimiento de una conexión con la resurrección.
El alma nunca muere; no es gran cosa proveerle un nuevo par de zapatos para que pueda caminar por la tierra. El conocimiento de que el alma es la que mantiene al cuerpo hace que la idea de la resurrección sea más fácil de entender. La persona que tiene este conocimiento también puede imaginar que el mar puede abrirse. La realidad es fundamentalmente espiritual. Una persona que no tiene este conocimiento nunca podrá abrir el mar. La conexión con la resurrección nació con la apertura del mar. Es por eso que ambos eventos comparten una misma canción de agradecimiento.

El exilio moderno del ‘habla’

Pero experimentar la apertura del mar generó mucho más que la habilidad de cantar nuevas canciones. Dio a luz a un tipo de ser humano completamente distinto. Todo el mundo sabe que los judíos son distintos a los otros pueblos. A pesar de que sólo son una pequeña parte de la población mundial, son sumamente visibles y están a la cabeza de todos los movimientos que buscan un mundo mejor. Han ganado una increíble cantidad de premios Nobel. Han escrito una cantidad desproporcionada de libros. Constituyen un porcentaje ridículamente alto de los alumnos que asisten a las universidades. Contribuyen a obras de caridad de forma desproporcionada en relación a su número. Son un pueblo que está lleno de una flamante ambición y de un ardiente entusiasmo. El éxodo produjo un ser humano que tiene un incontenible deseo de expresar su alma.
Los judíos modernos son víctimas de una terrible tragedia cultural. La pasión interna del alma judía no puede expresarse en el lenguaje cultural de las demás naciones. Nosotros, los judíos, estamos viviendo nuevamente el exilio del poder espiritual del “habla”. Estamos tan alienados de nuestra propia cultura y tan inmersos en la cultura de las naciones, que hemos perdido la habilidad de verbalizar nuestras propias almas judías.
La dificultad de trascender lo físico y de conectarnos con la realidad en la que se originan los milagros debería haber quedado en el pasado. Recibimos la Torá en el monte Sinaí. Ahora tenemos nuestra propia cultura judía. No deberíamos tener problemas para superar nuestras dificultades físicas. El medio para conectarnos a la realidad de los milagros —la cultura de la Torá—, está en nuestra posesión.

Pero un judío sin conocimientos de Torá es como un extraño que está observando desde afuera, al menos en lo que respecta a la expresión de su alma. Él es como un egipcio que intenta caminar entre las aguas que se han partido. Observa sin comprender. Mira sin poder creer la evidencia que le muestran sus propios ojos. Él no se atreve a cruzar a través de las aguas partidas.

Rompiendo el reloj de arena del tiempo

Bo(Éxodo 10:1-13:16)


Así es como deberán comerlo: con la cintura ceñida, con los zapatos en los pies y con la vara en la mano. Deberán comerlo apresuradamente. Esta es la ofrenda de Pesaj para Dios (Éxodo 12:11).
La idea de la prisa es una idea recurrente en la historia del Éxodo.
Dado que por más de 2.000 años no hemos podido ofrecer el sacrificio de Pesaj, la festividad que conmemora el Éxodo ha quedado asociada inevitablemente en la mente judía a la matzá, aquel pan sin levadura que constituye nuestro alimento principal durante la festividad. Y la matzá también está asociada a la prisa.
Y el pueblo tomó su masa antes de que pudiera leudar; envolvieron el sobrante en sus ropas y lo pusieron sobre sus hombros... Hornearon la masa que sacaron de Egipto en tartas sin leudar, ya que no podían ser leudadas, puesto que fueron sacados de Egipto y no podían demorar...(Éxodo 12:34,39)
No sólo comemos matzá en conmemoración de la prisa, sino que ésta es la encarnación misma de dicha cualidad. El pan sin leudar está compuesto de una masa de agua y harina sin ningún ingrediente extra.
Para que sea ritualmente válida para cumplir con el mandamiento de comer matzá, la masa debe estar en el horno antes de que pasen 18 minutos desde el primer contacto de la harina con el agua. Cualquier pedazo de masa que no cumpla con esto en el tiempo establecido se transforma inmediatamente enjametz, es decir, masa que ha leudado y que por lo tanto no califica como matzá.
Cualquiera que haya visto como se prepara matzá para Pesaj sabrá que el ingrediente principal de su preparación es la prisa.
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¿Por qué la prisa?

¿Cuál es la razón para dicha asociación? Después de la plaga de los primogénitos, los judíos podrían haber dejado Egipto de forma tan pausada como hubieran querido. ¿Por qué era importante dejar Egipto con prisa? ¿Por qué es necesario conmemorar el éxodo mediante el reproducir ese sentimiento de prisa con el horneado de la matzá?
En su famosa obra Mesilat Yesharim, Rav Moshé Jaim Luzatto describe los pasos que debe dar todo judío que quiera una relación cercana con Dios para formar y desarrollar su carácter. El primer paso que describe está asociado con la prisa.
La primera característica de personalidad que debe desarrollar una persona, antes de cualquier otra, se llamazrizut, “presteza”.
La primera característica de personalidad que debe desarrollar una persona, antes de cualquier otra, se llama zrizut, “presteza”. La presteza como una 'característica de personalidad', la cual aparentemente es un elemento esencial de un carácter judío apropiado, es un concepto tan ajeno para la cultura secular que ni siquiera hay una palabra adecuada para describirla.
A todos nos es familiar el hacer cosas rápidamente bajo presión, o cuando la gente toma decisiones apresuradamente. Pero la presteza como una característica de personalidad positiva es para nosotros un concepto totalmente ajeno.
Sin embargo, Rav Luzatto declara que la zrizut no es sólo una característica de personalidad positiva, sino que dice que es imposible comenzar a subir la escalera que lleva hacia Dios sin ella. ¿Cómo podemos explicar esto?
“Cuidarán las matzot” (Éxodo 12:17). Rabi Yashia enseñó: “No leas la palabra como matzot [es decir, pan no leudado], sino que léela como mitzvot [es decir, mandamientos positivos]. Tal como tenemos prohibido leudar las matzot mediante el retraso, ya que deben prepararse con gran presteza, asimismo no debemos dejar leudar las mitzvot, las cuales deben hacerse con la mayor presteza posible. Si una mitzvá viene a tus manos, no dejes que leude. Hazla inmediatamente (Mejilta, Tratado de Pesaj, Bo, 9).
Todos podemos relacionarnos con el hecho de que una mitzvá que realizamos sin demora y con entusiasmo tiene mayor mérito que aquella que realizamos sin asignarle mayor prioridad, pero el texto citado implica más que esto.
Nuestros sabios nos están informando que si realizamos una mitzvá con demora, de alguna forma ésta se arruina, tal como la masa que leuda se arruina y ya no sirve como matzá¿Como se arruina una mitzvá por falta de presteza?
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Una mitzvá fuera de tiempo

El Maharal explica en su obra Guevurot Hashem que una mitzvá no puede cumplirse en el marco del tiempo. Las mitzvot pertenecen al mundo de la eternidad y no tienen lugar en nuestro mundo. Hacer una mitzvá en la dimensión del tiempo demuestra una profunda falta de entendimiento de la naturaleza de las mitzvot.
Cuando un judío realiza una mitzvá, deja el mundo del tiempo y entra en el mundo de la eternidad. Poner una mitzvá bajo el dominio del tiempo es arruinarla.
Intentemos traer esta idea a la tierra.
Todas las actividades humanas están dominadas por la conciencia del tiempo. Cuando somos jóvenes planeamos nuestro futuro. Más adelante en la vida nos preocupamos de tener suficiente para nuestra vejez y del futuro de nuestros hijos. Nuestra preocupación por el paso del tiempo le da forma a nuestra personalidad y a nuestras actividades. Para cuando alcanzamos la vejez, estamos tan desgastados por las vidas que condujimos en base a esta preocupación constante por el futuro, que es extraño que alguien conserve la imaginación y energía como para emprender nuevos rumbos.
El sentimiento del paso del tiempo nos impide pensar más allá, incluso con respecto a nuestras propias vidas.
Los ecologistas constantemente nos advierten sobre las consecuencias de nuestro uso imprudente de los limitados recursos naturales. ¿Cómo van a sobrevivir nuestros nietos en este mundo contaminado y superpoblado? Sin embargo, estamos tan consumidos por la preocupación de nuestro propio futuro que no tenemos la capacidad de preocuparnos por lo que ocurrirá después de que nos hayamos ido de este mundo. El sentimiento del paso del tiempo nos impide pensar más allá, incluso con respecto a nuestras propias vidas. Los jóvenes no se preocupan por la vejez.
Por esta razón, a pesar de que todos sabemos que nuestro tiempo se va a acabar, no gastamos mucho tiempo preocupándonos sobre qué va a pasar con nosotros después de que muramos. El mundo por venir genera una presión emocional sumamente débil sobre nosotros. Estamos demasiado preocupados con qué nos va a ocurrir el día después de mañana. Sólo estamos conscientes de nuestra mortalidad, y toda nuestra atención se enfoca en la arena que corre por el reloj de nuestras vidas.
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El significado del tiempo

La primera bendición que decimos en los rezos matutinos es: Bendito es Quien habló, y el mundo vino a la existencia; Bendito es Él quien hace el comienzo...
El Gaón de Vilna explicó que la frase de “quien hace el comienzo” es una referencia al tiempo. Antes de que Dios hiciera el mundo, Él creó el tiempo.
Nuestros sabios nos enseñan que el mundo fue creado con diez enunciados. Sin embargo, cuando leemos Génesis 1 sólo encontramos nueve enunciados de creación. Explican nuestros sabios que la primera palabra de la Torá, la palabra “en el comienzo”, también es un enunciado de creación (ver Talmud Roh Hashaná 32a). Explica el Gaón que este enunciado de creación describe la creación del tiempo. La razón de por qué fue creado primero es para enfatizar que todo el mundo natural que es descrito en Génesis fue creado bajo el dominio del tiempo.
Pero el mundo que es descrito en Génesis 1 no es todo lo que existe en la realidad. Y los seres humanos simplemente no podemos contentarnos con ello.
La unión entre el alma y el cuerpo es comparada en el Midrash con una princesa que se casa con un campesino. Él le provee a ella todo lujo y comodidad imaginable, pero sin embargo ella nunca está satisfecha. Ni siquiera el mejor esfuerzo del campesino podrá igualar el ambiente en el que la princesa creció. Él simplemente nunca ha vivido en un palacio. No sabe cómo reproducir aquello que nunca ha experimentado (Kohelet Rabá 6:6).
El alma (la princesa), fue forzada a dejar el palacio de Dios y a casarse con el cuerpo (el campesino).
Lo mismo es verdad para los seres humanos. Al ser una mezcla entre alma y cuerpo, los seres humanos son una metáfora perfecta de dicho matrimonio mixto. El alma (la princesa), fue forzada a dejar el palacio de Dios, a casarse con el cuerpo (el campesino), y a venir a vivir con él a este mundo. Y esto condena al ser humano a una vida de eterna frustración.
No importa qué haga un ser humano en el mundo natural, él nunca podrá llenar el vacío de su alma. Su alma está hambrienta por algo que el mundo no puede ofrecerle. Él corre de un lado a otro durante toda su vida luchando y buscando la felicidad, pensando siempre que si tan sólo pudiera tener X o Y, o ser Y o Z, sería realmente feliz, y no se da cuenta que no importa qué bien material u honor consiga, su alma siempre estará hambrienta.
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El rol de los mandamientos

La historia del éxodo marca el nacimiento de la nación judía. Para tener éxito en su misión, la nación judía debe sumergirse en el cumplimiento de los mandamientos. La inmensa mayoría de estos mandamientos no se relacionan con las preocupaciones temporales de los seres humanos. No tienen como finalidad mejorar nuestra estadía en el mundo natural que es dominado por el tiempo. La única manera de dedicarse a su cumplimiento es vivir con la consciencia del mundo por venir.
Pero los judíos somos seres humanos. Y es difícil para los seres humanos separarse completamente de las preocupaciones del tiempo, del constante tic-tac del reloj de la vida.

Por lo tanto, para tener éxito en esta vida, un judío debe estar consciente de que es un ser eterno. Deber elevarse por sobre el tiempo. Debe desarrollar la característica de personalidad de zrizut. ¿Cómo nos ayuda el éxodo a lograr esto?
Los milagros del éxodo conectaron al alma judía con la realidad que hay más allá del tiempo. Pero el hecho de que el alma humana se conecte con una realidad eterna no la libera de los confines del cuerpo o del mundo de la mortalidad. Todo el tiempo que una persona esté viva, estará atrapada en el mundo físico, independientemente de cuál sea su estado espiritual. La conexión existencial simultánea tanto a la realidad de la mortalidad como a la de la inmortalidad pone al judío en un estado de conflicto espiritual constante.
Cuando la consciencia de la eternidad se ve forzada a comprimirse a sí misma en las limitantes murallas del tiempo, su frustración con su reclusión y sus intentos por recuperar la libertad de la eternidad la fuerzan a acelerar las actividades de la vida al máximo de forma tal que se parezcan a las dimensiones de la eternidad lo máximo posible. Esta nueva consciencia de la eternidad desarrolla por lo tanto la característica de personalidad de zrizut, en la cual la misma personalidad del individuo es la que lo fuerza a realizar todas sus actividades con gran presteza, haciendo caso omiso a las demandas objetivas de su situación en este mundo.
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El conector

Najmánides señala que probablemente la mayoría de los 248 mandamientos positivos de la Torá son en conmemoración del Éxodo, ya que un mandamiento es un conector. Si Dios establece un mandamiento para un objetivo particular, entonces podemos estar seguros que cumplir dicho mandamiento producirá el resultado esperado. Recordar el Éxodo como un evento histórico no afecta mucho la conciencia humana. Pero recordarlo mediante el cumplimiento de una mitzvá tiene el efecto de transformar la personalidad del individuo.
El propósito de las mitzvot es conectarnos con la realidad atemporal de la eternidad.
El propósito de las mitzvot en general es conectarnos con la realidad atemporal de la eternidad, y las mitzvot que están asociadas con la conmemoración del Éxodo tienen un efecto mucho más grande. Mediante el cumplimiento de esas mitzvot renovamos la conexión original con la eternidad que forjaron los milagros del Éxodo en el espíritu humano. La conexión con la eternidad se transforma de esta forma en una componente permanente de nuestra consciencia y deja su marca en nuestras personalidades en la forma de zrizut.
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El pan de la pobreza

Otro nombre que le da la Torá a la matzá es el ‘pan de la pobreza’.
No comerás pan leudado con él; por siete días comerás matzá, el pan de la pobreza, puesto que saliste de Egipto con presteza. De forma que recuerdes el día de tu salida de Egipto todos los días de tu vida (Deut. 16:3)
Es por esta asociación entre matzá y pobreza (la palabra en hebreo oni que se utiliza en el versículo significa pobre) que, en la noche del Seder, recitamos la bendición de la matzá sobre un pedazo roto de matzá. Y es también por esta asociación que una matzá horneada con miel o con otros aditivos no es ritualmente apta para cumplir el precepto de comer matzá, incluso si no ha leudado.
Aún así, la asociación entre matzá y pobreza no es tan obvia. Los comentaristas explican que la matzá es difícil de digerir y se queda en el estómago por un largo período de tiempo. Por lo tanto, es más barato alimentar a un esclavo con matzá, ya que de esta forma no va a tener hambre tan rápido.
Pero el Maharal señala que en ninguna parte de la Torá aparece mencionado que los judíos comían matzá en Egipto como parte de su esclavitud. La Torá siempre asocia a la matzá con la prisa del Éxodo. Por lo tanto, él sugiere otra cosa para explicar la conexión que hay entre la matzá y la pobreza, la cual nos servirá para resaltar el tema de este ensayo.
Para el Maharal, la idea de redención es la que conecta la matzá con la pobreza. El hombre rico está conectado con los recursos del mundo. Posee bienes raíces, activos, cuentas bancarias. En contraste, el hombre pobre sólo se tiene a sí mismo. El Maharal explica que el hombre redimido es similar al hombre pobre. Su conexión con el mundo ha sido cortada y él está libre de todas sus amarras previas. Sólo se tiene a sí mismo, al igual que el hombre pobre.
Esta comparación no es una referencia a su situación en este mundo, sino que es un indicador de su estado espiritual. Por lo tanto, a pesar de que el pueblo judío dejó Egipto con gran riqueza material, no podrían haber salido sin cortar toda su conexión espiritual con la sociedad egipcia en la que nacieron. En un sentido espiritual, ellos estaban solos como consecuencia de la redención.
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Estado del alma

Para entender este concepto de forma más clara, debemos excavar un poco más profundo. La analogía de la pobreza es realmente apropiada para describir el estado del alma en este mundo físico. Porque en este mundo el alma no tiene propiedades o bienes. No puede establecer una conexión verdadera con nada material. El alma es una princesa que está en el exilio. Todos sus bienes están en otra realidad de existencia, al otro lado del puente del tiempo, en la realidad de la eternidad. En este mundo, el alma está en un constante estado de pobreza.
Pesaj conmemora el apego a esta realidad eterna.
La festividad de Pesaj, que conmemora el apego a esta realidad eterna, va acompañada por el mandamiento de comer matzá.
Si la comida que puso al hombre en un estado de atadura con la tierra y con el dominio del tiempo es descrita como “…el árbol era bueno para comer y deseable a los ojos, y el árbol era atractivo para obtener inteligencia...” (Génesis 3:6), entonces la comida que el hombre debe comer en la noche en que fue liberado de esta atadura debe ser lo más simple posible, tan cercana a la harina pura como se pueda y sin que sea afectada por el paso del tiempo (el proceso de leudado). Es comida para el alma, el pan de la pobreza.
Porque este es Dios, nuestro Dios, por siempre y siempre, Él nos guiará por sobre la muerte (Salmos 48:15)
La marcha para conquistar la muerte debe comenzar con la conquista del tiempo. El Midrash interpreta este versículo de la siguiente forma:
Este es nuestro Dios, quien nos guía tanto en este mundo como en el próximo. Una interpretación alternativa: Él nos guía con zrizut, con presteza.

Publicado: 1/1/2014