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martes, 18 de noviembre de 2014

Cirugía a corazón abierto

Vaerá(Éxodo 6:2-9:35)


En la parashá de esta semana encontramos siete de las diez plagas que Dios envió en contra de Egipto. La gente suele pensar que el propósito de estas plagas fue persuadir a Paró para que liberara al pueblo judío, pero la Torá ofrece otra explicación.
Tú deberás decir todo lo que Yo te comandaré y Aarón hablará con Paró, y entonces él liberará a los hijos de Israel de su tierra. Pero Yo endureceré el corazón de Paró y multiplicaré Mis señales y Mis maravillas en la tierra de Egipto. Paró no los escuchará, y Yo pondré Mi mano sobre Egipto; y sacaré Mis legiones, a Mi pueblo los hijos de Israel, de la tierra de Egipto con grandes juicios. Y Egipto sabrá que Yo soy Dios (YHVH) cuando fortalezca Mi mano sobre Egipto y saque a los hijos de Israel de entre ellos (Éxodo 7:2-5).
Vemos en estos versículos que el propósito explícito de las plagas era introducir a Dios —a través de su nombre YHVH— a los egipcios, de forma tal que cuando los judíos salieran de Egipto, los egipcios supiesen que no había sido Paró quien los había dejado salir, sino que había sido la mano de Dios la que los había liberado.
Más adelante, esta idea aparece de una forma ligeramente diferente en el versículo que advierte sobre la plaga de los primogénitos:
Porque esta vez Yo enviaré todas mis plagas en contra de tu corazón, y sobre tus sirvientes y tu gente, de forma tal que sepas que no hay otro como Yo en toda la tierra. Porque Yo podría haber enviado Mi mano y haberte golpeado a ti y a tu gente con la pestilencia, y tú habrías desaparecido de la tierra. Sin embargo, por esto es que te he dejado subsistir, para mostrarte Mi poder y para que Mi nombre pueda ser declarado en el mundo (Éxodo 9:14-16).
Dios no sólo quería presentarse, sino que también pretendía establecer un reconocimiento universal de su singularidad: “No hay otro como Yo en toda la tierra”.
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Material didáctico

Por lo tanto, de acuerdo a la Torá, debemos ver las plagas como un material didáctico. Su propósito era enseñarle a los egipcios y al mundo sobre la existencia de Dios, sobre Su singularidad y sobre el alcance de su poder.
Por otro lado, el propósito de las últimas tres plagas, las cuales aparecen descritas en la parashá de la próxima semana —langostas, oscuridad y muerte de los primogénitos— es presentado de la siguiente manera:
Para que puedas relatar en los oídos de tus hijos y de los hijos de tus hijos sobre cómo Yo ridiculicé a Egipto; y sobre Mis señales que coloqué entre ellos; y entonces sabrán que Yo soy YHVH (Éxodo 10:2).
El propósito de estas últimas tres plagas era enseñarle al pueblo judío que Dios es YHVH, y darles una historia para contarles a sus hijos sobre cómo Dios ridiculizó a Egipto.
Las plagas tenían diferentes objetivos para el pueblo judío y para los egipcios y el resto del mundo. ¿Cómo podemos entender cuál es el significado de esta diferencia?
* * *

Objetivos diferentes

Expliquemos primero las razones que aparecen en la parashá de esta semana. ¿Cuál era el objetivo de enseñarle al mundo sobre Dios y sobre Su poder, si simultáneamente Dios endureció el corazón de Paró para que ignorase dicha información?
Es más, si Dios —Quien es omnisciente y omnipotente— decide lograr algo en el mundo, entonces Él obviamente sabe qué es lo que debe hacer para asegurar su cometido. Por lo tanto, el conocimiento que Dios introdujo en el mundo por medio de las diez plagas no tenía como objetivo enseñarles a una o dos generaciones de egipcios. Dicho conocimiento es eterno, tal como la Torá es eterna.
¿Cuál era el objetivo de endurecer el corazón de Paró?
Por lo tanto, ¿que ocurrió con esta enseñanza? ¿Cómo puede ser que el mundo no esté repleto de conocimiento sobre la existencia de Dios y sobre sus poderes?
El siguiente análisis está basado en las enseñanzas de Rav Dessler.
Primero, intentemos entender cuál era el objetivo de endurecerle el corazón a Paró.
La información nueva suele ser sumamente desconcertante para los seres humanos y tiende a desequilibrar el delicado balance del libre albedrío. El conocimiento sobre un Dios omnipotente, Quien es capaz de alterar las leyes de la naturaleza a Su voluntad, era un concepto nuevo —para el mundo y para Paró— que fue introducido con las diez plagas. Este conocimiento debe haber causado una fuerte impresión en Paró, quien declaró poco después:
¿Quién es YHVH y por qué habría yo de escucharlo y liberar a Israel? Yo no conozco a YHVH y tampoco liberaré a Israel (Éxodo 5:2).
* * *

Mirando hacia atrás

Para rastrear los efectos psicológicos de este nuevo conocimiento de Dios basta con observar cómo reacciono el mundo ante la introducción del conocimiento de la existencia de El Sha-dai.
Dios habló con Moshé y le dijo: “Yo soy YHVY, Quien se apareció a Abraham, a Itzjak y a Yaakov como El Sha-dai, pero con mi nombre YHVH no me presenté ante ellos” (Éxodo 6:2).
Najmánides explica:
El nombre El Sha-dai, el aspecto de Dios que interactuó con los patriarcas, representa el aspecto de Dios que puede manipular la naturaleza por el bien de aquellos a quienes Él favorece. Por lo tanto, Él podía proveerles riqueza y éxito a los patriarcas, hacerlos triunfar por sobre sus enemigos, darles hijos luego de un extendido período de infertilidad, etc. Ahora bien, estas cosas no son milagrosas por sí mismas, sino que simplemente no ocurren tan a menudo. No demuestran que Dios es omnipotente, sino que meramente demuestran que Él controla la naturaleza. No demuestran que Dios puede realmente pasar por encima de las leyes de la naturaleza, sino que sólo demuestran que dentro del sistema de la naturaleza, Él puede hacer lo que quiera.
El conocimiento de la existencia de un Dios fue diseminado a lo largo del mundo por medio de los esfuerzos de los patriarcas, y el mundo descubrió sobre la existencia de El Sha-dai al interactuar con ellos.
De hecho, las personas que entraban en contacto con los patriarcas a lo largo del libro de Génesis mostraban un gran respeto por ellos; vemos de aquí que el impacto inicial que tuvo este conocimiento fue revolucionario. (Es más, la Torá propone que remeció los fundamentos del primer imperio del mundo y sentó las bases para la guerra que se desarrollaría, la cual es descrita en Génesis 14). Sin embargo, con el tiempo, la humanidad aprendió a absorber esta idea de forma ecuánime y a seguir con sus vidas sin que este conocimiento los alterara en absoluto.
La humanidad aprendió a absorber el conocimiento de la existencia de Dios con ecuanimidad.
Después de todo, puede que Dios esté en posición de manipular la naturaleza para el beneficio de aquellos a quienes favorece, pero Él es un “jefe” sumamente demandante. Las leyes de la naturaleza estaban allí para todos, para que cada uno las explotara como le pareciera adecuado. Ellos podían arreglárselas perfectamente bien sin la ayuda de Dios. Había otras formas de manipularla, ciertamente menos efectivas, pero no implicaban una necesidad de servir a Dios. Además, durante la mayoría del tiempo no necesitaban obtener asistencia Divina, ya que todo andaba bien.
El impacto inicial de la aparición de Dios fue asombroso y sobrecogedor; este sentimiento impuso una restricción en la habilidad del hombre de actuar en contra de Dios, pero eventualmente el hombre perdió este sentimiento de reverencia y recobró su capacidad de ejercer su libre albedrío. Para cuando el pueblo judío llegó a Egipto, el conocimiento sobre El Sha-dai ya no tenía ningún valor disuasivo. Paró no vaciló en imponer duras medidas en contra de los judíos, a pesar de que no había duda de que sabía sobre Yosef y sobre el anterior Faraón, quien había interactuado con Abraham.
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El nuevo nombre

De la misma forma, la aparición inicial del Dios omnipotente que era representado por el nombre YHVH habría creado un gran sentimiento de reverencia en el corazón de la gente, y aquel sentimiento sobre su propia insignificancia en relación a la omnipotencia de Dios habría obligado al hombre a someterse a la voluntad superior de Dios. Es en este sentido que tenemos que entender el endurecimiento del corazón de Paró. Dios sacó este sobrecogedor sentimiento de reverencia —que debería haber sido la consecuencia natural del nuevo descubrimiento de la existencia de un Dios omnipotente— del corazón de Paró. En cambio, Paró tuvo la reacción que tendría alguien que ha vivido con este conocimiento por tanto tiempo que ya no se ve afectado emocionalmente por el.
El Maharal clarifica este punto en su obra Netiv HaTeshuvá. Primero, él cita el Midrash:
Rav Yojanan dijo: “Este versículo abre una puerta para que el no creyente afirme que Dios no le dio a Paró la oportunidad de arrepentirse, como está escrito, ‘porque Yo he endurecido su corazón’.
Reish Lakish le respondió: “Los no creyentes deberían cerrar sus bocas… Dios le advierte a una persona una vez, dos veces, tres veces; si él no se arrepiente, entonces Dios cierra su corazón para poder castigarlo por su pecado. Asimismo hizo con Paró; después de que Dios envió a su emisario cinco veces y que él no le prestó atención, entonces Dios le dijo: ‘Tú endureciste tu cerviz y tu corazón, entonces ahora Yo voy a agregar impureza [espiritual] a tu impureza’” (Midrash Rabá, Éxodo 13:3).
Luego, el Maharal explica:
Una persona opera en dos niveles:
  1. En el nivel de las emociones y la sensibilidad, las cuales son cualidades de su corazón.
  1. En el nivel de la razón, la cual es una facultad de su cerebro.
Dios construyó a los seres humanos de tal forma que si ellos ignoran el mensaje sentimental que envían sus corazones hacia sus cerebros, entonces eventualmente sus corazones se apagan y se tornan insensibles ante los sentimientos que ellos ignoraron; consecuentemente, las personas se quedan solamente con la razón.
El descubrimiento de la existencia de un Dios omnipotente inundó el corazón de Paró con sentimientos de reverencia: “¿Quién soy yo, un mero humano, para desafiar al Dios omnipotente? ¿Qué bien podría salir como consecuencia de dicho accionar? En lugar de confrontarlo, yo debería tratar de unirme a Él”. Pero una vez que Paró ignoró los mensajes de su corazón, él se volvió insensible a su propio sentimiento de reverencia; por lo tanto, ahora debía enfrentar sólo con su razón el dilema de qué hacer.
Y la razón le dijo: “Yo no quiero liberar a los judíos. ¿Dios es una amenaza para mi decisión? Es verdad, Él envió algunas plagas. Pero Él fue cuidadoso de enviar plagas que demostraran Su omnipotencia sin amenazar vidas. La sangre, ranas y piojos fueron muestras magníficas, pero no mataron a nadie. Aparentemente Dios quiere persuadirme, no matarme. Si descubro que Él realmente quiere matarme, entonces reconsideraré mi posición, pero por mientras, no veo ninguna razón para ir en contra de mi propio deseo y someterme a Su voluntad. No siento el más mínimo interés de unirme a Él”.
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Ignorar el sentimiento de reverencia

El endurecimiento del corazón que experimentó Paró fue un fenómeno que en realidad es parte del diseño de todos los seres humanos. Cuando ignoramos nuestro sentimiento de reverencia por Dios y nuestro deseo de adquirir inmortalidad por medio de alcanzar una unión emocional con Dios, entonces nuestros corazones se cierran y nuestros sentimientos relativos a establecer una conexión con Dios desaparecen por completo.
Y entonces, cuando nos enfrentamos a nuestros desafíos morales, sólo disponemos de los fuertes sentimientos que están asociados a la búsqueda de satisfacción de nuestros deseos en contra de un conocimiento abstracto de la voluntad de Dios sin que dicho conocimiento vaya acompañado de ningún deseo de seguirla. Esta desequilibrada ecuación es reforzada además por el conocimiento de que Dios nos dio libre albedrío para que actuemos como queramos, sin tener ninguna intención de destruirnos si pecamos.
Una decisión sabia y balanceada requiere de un sentido de proporciones apropiado. Las proporciones de las decisiones morales suelen estar correlacionadas con nuestros sentimientos por los determinados temas. Pero cuando la decisión oscila entre nutrir nuestra relación con Dios y la satisfacción de nuestros deseos terrenales, y además nos hemos vuelto emocionalmente insensibles a la importancia de nuestra unión con Dios, entonces es imposible que tomemos una decisión moral que esté correctamente balanceada. ¿Acaso nos sorprende que el conocimiento de la omnipotencia de Dios no nos afecte?
Esta insensibilidad emocional ante la importancia de la espiritualidad es lo que el Maharal llama ‘impureza espiritual’, tamé en hebreo.
Dios hizo un buen trabajo cuando introdujo el conocimiento de Su omnipotencia al mundo a través de las plagas. Lo que falta en el mundo no es el conocimiento de la omnipotencia de Dios. El factor que falta es la reacción emocional y el sentimiento de reverencia que genera esta información.
Esta falta de impacto emocional es la causa principal del escepticismo sobre la existencia misma de Dios.
Es más, esta falta de impacto emocional es la causa principal del escepticismo sobre la existencia misma de Dios. El puro hecho de observar el mundo y de utilizar el sentido común automáticamente nos lleva a la conclusión de que debe haber un gran Diseñador. Si el sentido común rechaza la idea de que un reloj de pulsera haya sido ensamblado por azar, entonces debería reaccionar con perplejidad ante la idea de que la gran complejidad que existe en el mundo haya sido formada a partir del azar.
La razón por la cual esto no ocurre es porque la persona argumenta lo siguiente: “Si Dios realmente existe, tal como indica mi sentido común, entonces esta información debería cambiar mi vida. Si el mundo fue creado, entonces uno puede suponer que fue creado con un propósito y probablemente Dios quiere cosas de mí. Si ese es el caso, entonces estoy viviendo de forma completamente errada. Pero si eso realmente es cierto, entonces, ¿cómo puedo ser tan indiferente ante ese Dios que mi sentido común me indica que debe existir? Yo nunca me siento indiferente ante alguien que tiene el potencial de afectar mi vida y mi felicidad de forma tan poderosa. Por lo tanto, si realmente Dios hubiera diseñado y creado el mundo, entonces probablemente yo tendría fuertes sentimientos por Dios de una u otra forma. La indiferencia emocional no sería una opción. Por lo tanto, lo más probable es que esto no sea cierto después de todo”.
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Abrir la mente

Pero la gente no entiende el concepto espiritual de tamé, y por lo tanto, no saben cómo abrir sus corazones. Para abrir el corazón a la espiritualidad, hay que partir por la mente.
Para tener una idea de cómo funciona esto, analicemos la física. La física moderna nos ha proveído de muchos productos fantásticos que han incrementado en gran medida la calidad de nuestras vidas. Quienquiera que utilice una computadora o que se someta a una microcirugía guiada por rayos láser se estará beneficiando del conocimiento científico. Pero uno no siente reverencia ni se maravilla por el alcance de este conocimiento por el mero hecho de tomar ventaja de sus aplicaciones.
Para llegar a sentirse sobrecogido por su grandeza uno debe entender un poco de física. Y dado que la física es sumamente abstracta y compleja, entonces la persona que esté interesada en experimentar el impacto emocional de su esplendor deberá invertir parte de su tiempo y energía en aprender sobre ella. Para alguien familiarizado con dicho conocimiento, la experiencia de utilizar su computadora o de recibir un tratamiento con rayos láser se transforma en una experiencia asombrosa. Su corazón puede abrirse a la experiencia en lugar de simplemente enfocarse en disfrutar sus beneficios.
Dios le dijo al pueblo de Israel que relatasen la historia de las plagas a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Es verdad que ellos se beneficiaron de las demostraciones de omnipotencia que realizó Dios, pero el mero hecho de disfrutar sus beneficios no es suficiente. A menos que el sentimiento de asombro se mantenga vivo en la mente humana mediante el entendimiento y el estudio, el corazón humano se cerrará rápidamente ante toda experiencia nueva.
Paró no quería mantener fresco el recuerdo de las plagas. Él quería dejar rápidamente atrás esa dolorosa experiencia, liberarse de sus efectos dañinos y olvidarla. Sin embargo, la información que Dios te presenta para que cambies tu vida y que tú ignoras, rápidamente se da vuelta y termina burlándose de ti. Cuando otros lean tu historia, la reacción principal que tendrán será: ¿Qué le pasó a este tipo?
Eso es lo que ocurrió con Paró.
Y esa es también la lección que le da Dios a los judíos al comienzo de la parashá de la próxima semana.
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Un corazón cerrado

Dado que habitamos en un mundo de carácter físico y que nuestros deseos e intereses se enfocan automáticamente en el mundo que habitamos, la espiritualidad se encuentra alejada de nuestros corazones. No nos sentimos cómodos con nuestro propio sentido de reverencia por Dios. Para enfocarnos en él, debemos desapegarnos del mundo físico en el que habitamos. Por lo tanto, cerramos instintivamente nuestros corazones. Y esto hace que el conocimiento que hay en nuestras mentes no sea una amenaza, ya que no nos mueve en lo absoluto.
Dios le dijo al pueblo judío que el conocimiento de sus mentes abriría sus corazones.
Dios le dijo al pueblo judío que enfocaran sus mentes en las plagas desde una edad temprana. En lugar de relatarles a los niños cuentos de hadas, debían relatarles sobre el Éxodo. Debían hacer que el conocimiento de Dios y de sus maravillas fuese una parte fija en sus mentes al crecer. El conocimiento de sus mentes abriría sus corazones.
El propósito final de toda revelación es permitirle al hombre establecer una relación emocional con Dios. Pero una información de gran relevancia que es ignorada no es más que una burla. Y Dios quiere enseñar y elevar, no burlarse.
El propósito de Dios al proveernos la revelación de las plagas no era causar el cierre que se produjo en el corazón de Paró, sino justamente lo contrario. Al abrir una nueva ventana hacia la revelación Divina, Dios estaba intentando instaurar un sentimiento fresco de fascinación y asombro en el hombre a partir del cual se generaría un nuevo lazo con Él.

Así, el hombre podría utilizar el torrente de sentimientos que generaría esta nueva apertura, agregar sus propios sentimientos a este nuevo entendimiento de la omnipotencia de Dios y, de esta forma, continuar avanzando hacia el lazo que se generaría posteriormente en el monte Sinaí.

Fe entre las pirámides

Shemot(Éxodo 1:1-6:1)


Y estos son los nombres de los hijos de Israel que descendieron a Egipto con Yaakov, cada hombre con su casa bajó. Reuben, Shimón...(Éxodo 1:1)
Todos los comentaristas destacan el hecho de que este versículo, que da comienzo al libro de Éxodo, es prácticamente una repetición palabra por palabra de un versículo que encontramos al final del libro de Génesis (47:8), y por lo tanto, es totalmente redundante.
El consenso entre los comentaristas es que el objetivo de la repetición es describir el exilio egipcio desde sus inicios, y este es el punto en el que realmente comenzó el exilio.
Todo el tiempo que Yaakov estaba vivo, la estadía en Egipto no se sentía como un exilio.
Todo el tiempo que Yaakov estaba vivo, la estadía en Egipto no se sentía como un exilio. El mérito colectivo de estos grandes tzadikim era suficiente para prevenir que los egipcios impuesieran cualquier medida en contra del pueblo judío. Hasta que todos ellos fallecieron, al final del libro de Génesis, los judíos vivieron en Egipto de la misma forma que habrían vivido en Israel. Estaban totalmente envueltos en la atmósfera de santidad que generaban estas grandes personas, y se encontraban libres de la opresión externa. Sólo cuando estos grandiosos individuos fallecieron fue que el pueblo se dio cuenta que estaban en el exilio.
Consecuentemente, encontramos que las señales de opresión, el comienzo de las labores forzadas y el edicto que impuso el Faraón en contra de los niños judíos aparecen aquí.
Al comenzar el relato con la llegada de Yaakov y sus hijos, nuestra parashá se las arregla para abarcar los 210 años de exilio egipcio, ya que ésta finaliza con la primera reunión entre Moshé y el Faraón cuando Moshé tenía 80 años, es decir tan sólo un año antes del Éxodo.
Esto enfatiza el hecho de que todo este período fue parte del exilio, incluyendo los años iniciales en los cuales no hubo sufrimiento.
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Exilio egipcio

El exilio egipcio es un fenómeno sumamente extraño entre los exilios judíos. Todos los otros exilios que sufrió el pueblo judío fueron claramente por causa de sus pecados.
La Torá y los libros de los profetas están llenos de claras advertencias sobre las consecuencias de los pecados y de su clara correlación con los varios exilios que sufrió el pueblo judío. Pero el exilio egipcio no parece haber sido precedido por ningún pecado.
Y esto se ve enfatizado por la forma en que la Torá se sale de su camino para describir los inicios de este exilio. El pueblo de Israel llegó a Egipto como una pequeña tribu de 70 individuos, y sólo se convirtieron en una nación en Egipto; por lo tanto, su exilio no puede haber sido causa de un pecado nacional. Entonces, ¿por qué estaban en el exilio?
Si revisamos de cerca el concepto que tiene la Torá sobre qué es un exilio, nos sorprenderemos al encontrar que su correlación con la idea de castigo es meramente casual. Si bien no hay duda de que si el pueblo judío no hubiera cometido pecados entonces nunca habría sido forzado a experimentar cualquiera de los otros exilios fuera del exilio egipcio, de todas formas es incorrecto entender los exilios como un castigo.
De hecho, Rav Dessler explica el concepto de exilio en términos de una corrección de las fallas de carácter más que en términos de castigo.
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El propósito del exilio

Todo exilio es una prueba existencial, y la supervivencia al mismo, corrige de forma automática alguna falla básica en el sentimiento de identidad judía y en la consciencia de uno mismo. Si no existiera tal falla en el carácter, o si los judíos mismos la corrigieran sin la necesidad de una presión externa, entonces el exilio sería innecesario.
El sufrimiento que ocurre en el exilio siempre es positivo.
Pese a que el sufrimiento que viene como consecuencia de la retribución y el castigo es esencialmente negativo, el sufrimiento que ocurre en el exilio siempre es positivo.
La forma correcta de relacionarse con el exilio es percibirlo como una herramienta de corrección existencial sumamente poderosa. Los judíos necesariamente corrigen una gran falla nacional de carácter mediante soportar el sufrimiento que está asociado al exilio.
Por lo tanto, incluso ante la ausencia de pecados, el exilio puede ser utilizado como el método más efectivo que hay disponible para corregir algunas fallas de carácter dentro de la nación judía.
De acuerdo a Rav Dessler, la visión de la Torá del primer exilio —la estadía de 210 años en Egipto—, es que este exilio tenía como objetivo corregir la falla de carácter de tener una falta de fe en Dios.
La fe en Dios que reside en los corazones del pueblo judío es una herencia de nuestros patriarcas. Dios mismo declaró:
¿Acaso he de ocultar de Abraham lo que voy a hacer? Abraham seguramente se convertirá en una gran y poderosa nación, y todas las naciones de la tierra serán bendecidas por él. Pues lo he amado, porque él ordena a sus hijos y a su familia que sigan el camino de Dios, haciendo caridad y justicia, para que Dios traiga sobre Abraham aquello de lo que le había hablado (Génesis 18:17-19).
Abraham se convertiría en una gran y poderosa nación porque Dios lo amaba, y Abraham se hizo merecedor de este amor ya que él sabía cómo transmitirles a sus hijos la creencia en Dios y la adherencia a Sus caminos. Por lo tanto, la más minúscula falla en la fe de Abraham estaba destinada a aparecer en sus hijos de forma aumentada, tal como una pequeña falla en las raíces de una planta se vería magnificada en sus ramas y brotes.
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Una pequeña falla

Y efectivamente encontramos que hay una pequeña falla como esta en la fe de Abraham. Cuando Dios le prometió descendencia a Abraham, él acepto Su promesa con fe perfecta.
Y él [Abraham] confió en Dios, y Él se lo tuvo en cuenta como rectitud(Génesis 15:6).
Sin embargo, cuando Dios le prometió que le daría la tierra de Israel a su descendencia como una herencia eterna, Abraham no confió tan plenamente. Él le pidió a Dios una prueba:
¿Cómo puedo realmente saber que será mía? (Génesis 15:8).
Abraham no podía garantizar que sus hijos estarían siempre libres de pecado, y por lo tanto, le costaba creer que Dios pudiera garantizarle para siempre la tierra de Israel a su descendencia. Dado que la consecuencia del pecado es el exilio, entonces él no podía aceptar la promesa de Dios tal como venía.
Y fue precisamente por su falta de fe que Dios impuso el exilio egipcio sobre sus hijos (ver Rashi en nombre del Midrash).
El primer peldaño del carácter de la nación judía debe ser una fe inquebrantable en Dios.
El primer peldaño del carácter de la nación judía debe ser una fe inquebrantable en Dios. Para el pueblo judío, esta es una necesidad mucho más grande que un hogar nacional o que un ejército. El propósito del exilio egipcio fue desarrollar dicha fe. Es más, esto era un prerrequisito para establecer el contrato eterno con Dios en el Monte Sinaí.
¿Pero era realmente la petición que hizo Abraham una demostración de falta de fe según nuestra definición de fe? ¿Acaso Abraham no tenía razón? El ser humano tiene libre albedrío y por lo tanto nadie puede asegurar que no pecaremos, ni siquiera Dios; además, también es verdad que el castigo por los pecados es el exilio, tal como lo señala en repetidas ocasiones la Torá. Por lo tanto, ¿cómo podemos relacionarnos con el escepticismo de Abraham como una falta de fe?
Antes de que intentemos resolver esta pregunta, primero debemos explicar cómo es que el exilio de Egipto podía efectivamente remediar la falta de fe en Dios a nivel nacional.
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El remedio

Cuando Moshé le describió al pueblo judío la tierra de Israel, la contrastó con Egipto en términos del atributo de la fe:
Porque la tierra hacia la que van para poseerla no es como la tierra de Egipto de la cual salieron, en la cual podías plantar tu semilla e irrigarla al igual que un huerto. La tierra a la que están cruzando para poseer es una tierra de montañas y valles; de la lluvia del cielo tomará agua. Es una tierra que Dios busca constantemente; los ojos de Dios siempre están sobre ella, desde el comienzo del año hasta su fin” (Devarim 11:10-12).
El hecho de vivir en Egipto, cuya principal fuente de agua es el sistema de irrigación de canales que toma el sobrante del caudal anual del río Nilo, no te obliga a mantener una relación cercana con Dios. Pero en la tierra de Israel, la cual depende absolutamente de las lluvias, sólo aquellos que tienen una relación cercana con Dios pueden habitar en ella, de forma que “los ojos de Dios siempre estén sobre ellos, desde el comienzo del año hasta su fin”.
Los egipcios pueden sobrevivir sin una fe en Dios, pero Dios le entregó deliberadamente al pueblo judío una tierra en la cual la fe en Él es una necesidad de vida.
Es más, Egipto era una tierra que idolatraba a los poderes de la naturaleza, y no a alguna divinidad espiritual abstracta. Los dioses egipcios eran el sol, el motor que energiza al mundo; y el cordero, que es el signo zodiacal asociado al mes de Nisán, el primer mes de la primavera, y simboliza el poder de la renovación natural.
Los egiptólogos nos enseñan que de acuerdo a la creencia egipcia, incluso el mundo de los espíritus era un lugar natural que formaba parte del mundo físico. Después de la muerte, las almas se iban a esa parte del mundo natural y era posible equiparlas con las provisiones necesarias para que continuaran viviendo una vida de lujo.
Ahí es donde se generó la ciencia de la momificación, que es la preservación de la integridad física de quien fallece, y las pirámides, aquellas elaboradas tumbas que son una de las maravillas del mundo y en las cuales la realeza egipcia podía continuar viviendo eternamente de forma lujosa.
Por lo tanto, nuestro entendimiento histórico de la visión egipcia de la vida corresponde exactamente a la descripción que hace la Torá de Egipto como un lugar en el que la población predominante no creía en un Dios netamente espiritual.
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El atractivo de la asimilación

Los judíos exiliados en Egipto tuvieron que enfrentar una enorme tentación a asimilarse.
Al principio del Éxodo, el Faraón dijo explícitamente que su motivación para oprimir a los judíos era completamente defensiva.
He aquí que el pueblo de Israel se ha vuelto más numeroso y fuerte que nosotros. Seamos más inteligentes que ellos, no sea que si ocurre una guerra, ellos también se unan a nuestros enemigos y peleen contra nosotros y nos expulsen de la tierra (Génesis 1:9-10).
El Faraón estaba asustado de los judíos porque ellos simplemente se rehusaban a ser como los egipcios. Se rehusaban a cambiar sus nombres, su lenguaje o su forma de vestir (ver Shir HaShirim Rabá 4:1 entre otras fuentes).
Un judío en Egipto estaba sometido constantemente al mensaje de que estaba viviendo en miseria por causa de su propia elección.
Un judío en Egipto estaba sometido constantemente al mensaje de que estaba viviendo en opresión y miseria por causa de su propia elección, sólo porque se rehusaba a adaptarse a la cultura local. Si aceptaba interiorizar y adoptar sus detalles externos, no sólo mejoraría su suerte, sino que también podría aspirar a alcanzar niveles más altos en la sociedad egipcia. Después de todo, ¿no había alcanzado Yosef la segunda posición más alta del imperio?
Por lo tanto, ¿por qué seguir aferrándose en la miseria a la fe que les habían transmitido sus patriarcas cuando podían disfrutar de los beneficios de una gran vida sin tener la necesidad de creer en ningún tipo de intervención divina?
Ante esta tentación, los judíos se rehusaron fervientemente a asimilarse. Ellos se aferraron a su lenguaje, a sus nombres y a su forma de vestir, con lo cual mostraban constantemente la cara de un amenazante ente extranjero. Ellos eligieron sufrir para preservar su fe.
Pero, ¿por qué? ¿Acaso no veían día a día la evidencia de que nada de eso era necesario?
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Sufrimiento voluntario

Cuando buscamos en el mundo ejemplos de grandes grupos de personas que se someten voluntariamente al sufrimiento, entonces inmediatamente la palabra “amor” se nos viene a la cabeza. La gente esta dispuesta a someterse a mucho sufrimiento con tal de no separarse de alguien a quien aman.
Abandonar la fe en Dios implica también abandonar la conexión con Dios. Y para una persona que se siente cercana a Dios, abandonar su fe es similar a abandonar a un hijo.
De hecho, este principio también aplica a las relaciones humanas. Es sabido que el amor y la confianza están relacionados uno con el otro. Tener confianza es tener fe, y perder la confianza en un ser amado es perder el amor y la relación.
Si la nación judía estaba dispuesta a pagar el precio de sufrir 210 años de opresión egipcia con tal de aferrarse a su fe en Dios, entonces su obstinada persistencia era una muestra de la grandeza de su amor.
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El significado de la fe

¿Qué significa tener fe en Dios? La gente siempre ha dicho que la obligación de tener fe en Dios es una paradoja. O bien uno cree previamente en Dios, en cuyo caso la obligación de creer en Él sería completamente superflua, o bien uno cree, en cuyo caso dicha obligación sería un absurdo. Si no creo en Dios, entonces bajo mi percepción no hay ningún Dios que me pueda obligar a creer en Él. Pero esta es una visión muy superficial de qué significa la fe en realidad.
La obligación de tener fe en Dios es una obligación de nunca romper la conexión con Él. Por lo tanto, el mandamiento de creer en Dios —el primero de los diez mandamientos—, es realmente un mandamiento de preservar la conexión que uno tiene con Dios a cualquier precio, dado que la relación con Dios es la más importante de todas las relaciones que puede tener un ser humano.
Esto también explica por qué las expresiones externas de fe son tan importantes.
Esto también explica por qué las expresiones externas de fe son tan importantes. Por qué los judíos de Egipto no se dijeron a sí mismos “no hay necesidad de confrontar a los egipcios con una expresión externa de nuestro judaísmo. Después de todo, nuestra fe está en nuestros corazones. ¿Por qué no habríamos de adoptar los nombres egipcios, hablar su lenguaje y vestir sus ropas? ¿Qué tienen que ver estas expresiones externas con nuestras creencias internas?”.
Las conexiones requieren de expresiones. La filosofía está en la mente, pero una relación debe manifestarse en el mundo real.
Ser un egipcio en todo salvo en la mente significa ser un egipcio completamente. La esencia de un egipcio es que no tiene fe. Pero un hombre de fe debe verse como un hombre de fe. Si su fe no queda de manifiesto por la forma en que vive su vida, entonces no es la fe la que nutre el amor y la relación, sino que es meramente la fe vacía del dogma y la ideología.
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El contexto de la vida

Yosef arreó su carroza y fue a encontrarse con su padre Israel en Goshen. Se presentó frente a él, cayó sobre su cuello y lloró sobre su cuello excesivamente (Génesis 46:29).
Rashi pregunta cómo puede ser que este versículo esté escrito en forma singular. Obviamente el versículo debería haber dicho que cada uno lloró sobre el cuello del otro. Pero Rashi explica que el versículo está escrito en forma singular porque fue sólo Yosef quien lloró.
Cuando Yaakov abrazó a Yosef, Yaakov recitó el Shemá. En este emocional momento, Yaakov conectó su amor por Yosef con su amor por Dios.
Su relación con Yosef sólo existe en el contexto de su entendimiento de que el Dios de Israel es Uno y Único.
Toda la vida y sus relaciones adquieren su significado en el contexto de esta relación suprema. Todos los aspectos de la vida están teñidos por nuestra fe en Dios.
Abraham le pidió a Dios una prueba porque él sabía que no podía atar a sus hijos a Dios con un lazo tan firme que nunca se rompiese sin importar qué tuvieran que soportar para mantenerlo. Crear un lazo tan poderoso como ese entre Dios y las generaciones futuras de Israel estaba más allá de su capacidad. Un lazo tan poderoso como ese sólo podía forjarse mediante el auto-sacrificio voluntario para preservar su fe que tuvo que soportar el pueblo judío en Egipto.
Abraham podía enseñarles a sus hijos sobre la existencia de Dios. Pero dicho conocimiento intelectual no es suficiente para mantener el lazo entre Dios y los seres humanos que representa la tierra de Israel. Para preservar dicho lazo uno debe aprender a vivir con fe y uno debe estar dispuesto a sufrir para preservarlo.
Publicado: 14/12/2013