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martes, 18 de noviembre de 2014

Las facetas del “yo”

Pekudei(Éxodo 38:21-40:38)


Betzalel hijo de Uri hijo de Jur, de la tribu de Yehudá, [utilizó estos materiales] para hacer todo lo que Dios le había comandado a Moshé”(Éxodo 38:22)
Rashi comenta en el versículo como sigue:
Betzalel era tan grande que no sólo llevo a cabo el mandamiento de Moshé, sino que incluso intuyó cómo le había sido comandado el mandamiento a Moshé, a pesar de que Moshé no se lo había transmitido a Betzalel tal como lo había recibido. Moshé le instruyó a Betzalel que construyese el Tabernáculo de acuerdo a la secuencia descrita en Éxodo capítulos 25-26, donde la formación de las vasijas es descrita antes de la erección de la tienda. Betzalel discutió y dijo que normalmente uno yergue primero la construcción y sólo después comienza a considerar qué cosas poner en su interior. Moshé se dio cuenta que Betzalel tenía razón. Betzalel vivió completamente de acuerdo a su nombre, Betzel El, que significa “en la sombra de Dios”. Moshé dijo: “Tú debes haber estado en la sombra de Dios cuando Él me habló, ya que de hecho, así es como lo oí de Dios; la construcción del Tabernáculo debe ser primero”.
Pero si esa era la forma en que Moshé lo había escuchado, entonces ¿por qué no instruyó a Betzalel de esa forma desde un principio? ¿Por qué Moshé cambió el orden y antepuso la fabricación de los utensilios primero? Y más allá aún, ¿cuál es el significado de todo esto?

Un lugar de adoración

El Tabernáculo es un lugar de adoración. En lo que respecta a los seres humanos, su importancia radica principalmente en que nos permite contactarnos con Dios mediante los actos de adoración que llevamos a cabo allí. Dado que estos actos de adoración son realizados con la ayuda de los utensilios —el Arca, los altares, las vestimentas de los kohanim, etc.—, lo primero que se nos viene a la mente son precisamente los utensilios. Nos relacionamos con la tienda del Tabernáculo como el lugar en el cual tienen lugar los actos de adoración. El lugar siempre es segundo en importancia.
Pero, como hemos enfatizado anteriormente, Dios se relaciona con el Tabernáculo como un lugar en el cual habita Su Espíritu Divino. Si lo vemos desde este punto de vista, entonces la tienda misma es la que asume la importancia primaria mientras que los utensilios y los actos de adoración que se llevan a cabo en su interior son claramente secundarios.
Moshé describió primero los utensilios ya que desde la perspectiva de los seres humanos, los utensilios tienen precedencia por sobre el Tabernáculo. Betzalel discutió ya que él percibía que el Tabernáculo debía ser construido principalmente como un lugar en el cual pudiese morar Dios. Nuestra parashá nos informa que la visión de Betzalel era la correcta. Debemos intentar explorar las ramificaciones de la idea de Betzalel.
* * *

El novio ansioso

El Talmud ofrece la siguiente metáfora para describir el deseo de Dios de construir el Tabernáculo en el desierto:
Rebi (Rabí Yehudá Hanasi, el compilador de la Mishná), hizo un contrato de compromiso con Rabí Yosi ben Zimra. Según los términos del acuerdo, el hijo de Rebi se casaría con la hija de Rabí Yosi. Los términos del contrato estipulaban que el novio estudiaría Torá durante 12 años antes de la celebración del matrimonio, pero cuando el novio conoció a la novia, él expreso su deseo de acortar el período de espera y de celebrar el matrimonio luego de seis años. Cuando vio a la novia por segunda vez, él dijo: “Celebremos el matrimonio primero, antes de que me vaya a estudiar Torá”. Su padre, Rebi, [le] dijo: “Tú estás siguiendo el precedente que sentó tu Creador. Primero está escrito: ‘Tú los traerás y los implantarás en el monte de Tu heredad, el cimiento de Tu lugar de residencia que Tú, el Eterno, has hecho; el Santuario, mi Señor, que Tus manos establecieron’ (Éxodo 15:17) (Vemos que Dios pretendía construir su santuario sólo una vez que hubiese establecido a los judíos en Israel), pero al final está escrito: “Harán un santuario para Mí, y Yo moraré en medio de ustedes” (Éxodo 25:8) (Talmud Ketuvot 62b).
El Talmud compara el establecimiento del Santuario en el desierto con la consumación de un matrimonio en el cual el novio, luego de dar un vistazo a la hermosa novia, está demasiado impaciente como para esperar hasta la fecha planeada de boda y adelanta por lo tanto la celebración de su matrimonio.
Intentemos agregar más contenido a esta metáfora.
Rabí Elazar dijo: “Está escrito ‘Y muchas naciones irán y dirán, ‘Subamos a la montaña de Dios, a la casa del Dios y Yaakov’’ (Isaias 2). ¿Por qué a la casa de Yaakov en contraste a la casa de Abraham y de Itzjak? De hecho, no como Abraham que lo llamó montaña: ‘Y Abraham llamó el nombre de ese sitio, ‘Dios será visto’, como es dicho este día, en la montaña Dios será visto’ (Génesis 22:14). Tampoco como Itzjak, quien lo describió como un campo: ‘Itzjak salió a suplicar en los campos hacia el atardecer’ (Génesis 24:63). Sino que fue como Yaakov, quien lo llamó una casa, como está escrito ‘Y él llamó a aquel lugar ‘la casa de Dios’’ (Génesis 28:19)” (Talmud Pesajim 88a).
Este pasaje habla del sitio del Templo, el cual será reconstruido en la época mesiánica. Cada uno de los patriarcas tuvo una experiencia profética en el lugar del futuro Templo. Abraham, cuya visión vino a él luego de la akedá (el abortado sacrificio de Itzjak), describió su experiencia en términos de escalar una montaña, un acto heroico que requiere de un entrenamiento especial y de invertir una gran cantidad de esfuerzo. Como tal, encontrarse con Dios en su Templo no es una experiencia que sea accesible a todos. Sólo aquellos que tuvieran la dedicación y la fortaleza de ser héroes podrían aspirar a ello.
Itzjak comparó su experiencia profética a trabajar en un campo. Esto aún requiere cierto grado de esfuerzo, pero claramente no es una tarea heroica. Toda la gente trabaja para ganarse el sustento; es una parte común de la vida diaria para todos. En términos de la visión de Itzjak, puede que el acceso al Templo de Dios no sea automático, pero la simple voluntad de trabajar es todo lo que se requiere para que sea alcanzable.
Pero Yaakov comparó su experiencia a pasar tiempo en la casa propia. Una casa es un lugar que uno considera su hogar. La casa de toda persona es su castillo. Es el lugar al cual se va cuando está desgastado de la rutina diaria y sólo quiere relajarse. Para cuando Yaakov se había perfeccionado a sí mismo, el acceso a Dios se había vuelto una cosa tan rutinaria que Yaakov podía describirse a sí mismo como pasando tiempo en la casa de Dios.
* * *

El esfuerzo de las generaciones

Al igual que cualquier otra forma de progreso, el establecimiento de la presencia de Dios en el mundo del hombre es producto de un duro trabajo. La voluntad de Dios de proclamar Su presencia entre nosotros es una señal de un mundo mejor espiritualmente. Nosotros sabemos a partir de nuestra experiencia en el mundo físico, que se requiere una acumulación de un intenso esfuerzo para poder construir un mundo mejor. Por lo tanto, se requirió de muchas generaciones que realizaran el mismo tipo de intenso esfuerzo para provocar que Dios estableciera abiertamente una residencia aquí en la tierra. La naturaleza progresiva de este proceso es el punto del siguiente pasaje del Talmud:
Ellos escucharon la voz de Dios caminando por el jardín…” (Génesis 3:8).
Rabí Aba dijo: “El verbo ‘caminar’ de este versículo está expresado gramaticalmente en forma pasiva [para indicar que] la voz de Dios estaba en un proceso de retirada. La forma pasiva siempre es utilizada para expresar la idea de auto-absorción; uno no se dirige a otros en la forma pasiva. Adán pecó y la Presencia de Dios [la Shejiná] se fue al primer nivel de los cielos. Caín pecó y la presencia de Dios ascendió otro nivel… [Entonces] estos siete tzadikim se las ingeniaron para traerla de vuelta a la tierra. Abraham tuvo el mérito de traer la presencia de Dios del nivel siete al nivel seis; Itzjak la hizo descender del nivel seis al cinco; Yaakov al nivel cuatro; Levi al tres; Kehat del tres al dos; Amram al primer nivel, y Moshé la trajo de vuelta a la tierra”.
Rabí Itzjak dijo: “Sobre esto está escrito: ‘Los tzadikim heredan la tierra y habitan por siempre en ella” (Salmos 37). Los malvados son suspendidos en el espacio y no tienen ningún lugar en el que estar, porque ellos no traen la Presencia de Dios a la tierra, pero los tzadikimse las arreglaron para reposicionar la Presencia de Dios en la tierra por medio de sus esfuerzos. Como consecuencia, ellos “habitan por siempre en ella”; la Presencia de Dios habita en la tierra como resultado de sus esfuerzos…. ¿Cuándo se posó la Presencia de Dios en la tierra? En el día en que fue erguido el Tabernáculo” (Shir HaShirim Rabá 5,1).
El Tabernáculo no es un dulce o un trofeo que se da como premio por buen comportamiento; tampoco es una medalla de honor o una marca de prestigio que es conferida por un agradecido Dios a un merecedor pueblo judío. El Tabernáculo es erguido por medio del duro trabajo de los seres humanos que bajan la Presencia Divina a este mundo por medio de sus esfuerzos y dedicación. Es la gente la que yergue el Tabernáculo, tanto físicamente como espiritualmente.
* * *

¿Qué es la Shejiná?

Para entender la relevancia del Tabernáculo debemos comprender, al menos en un cierto grado, la especial importancia que tiene el nombre Divino Shejiná, que es el nombre de su habitante.
La primera bendición del rezo de la Amidá comienza:
Bendito seas Tú Hashem, Dios nuestro y Dios de nuestros padres, Dios de Abraham, Dios de Itzjak y Dios de Yaakov…”
Éste comienzo difiere radicalmente de las otras bendiciones, las cuales comienzan con una declaración de que Dios es quien dirige el mundo:
Bendito seas Tú Hashem, Dios nuestro, Rey del universo…”
Esta variación no sólo es provocativa con respecto a que difiere de la norma, sino que no debiese ser aceptable de acuerdo a los dictámenes de la ley judía. El Talmud (Brajot 40b) establece que una bendición que no menciona específicamente el hecho de que Dios es el rey del universo es inválida y debe ser repetida.
Los Baalei Ha-Tosafot [ibid.] responden al desafío que presenta este problemático aspecto del rezo de la Amidá, y explican que cuando nos referimos a Dios como Dios de Abraham, esa es una forma alternativa de describirlo como el rey del universo. Fue Abraham quien estableció primero el reinado de Dios enseñándole a la gente que Dios era su gobernante.

¿Pero cómo podemos relacionarnos con la idea de establecer el reinado de Dios? ¿Acaso decir que Dios es el rey del universo no es meramente la constatación de un hecho? Puede que sea un hecho con el que no todos están de acuerdo, ya que hay gente que rechaza incluso la existencia misma de Dios, ¡pero eso no significa que el reinado de Dios necesite ser establecido! El creyente, quien sí acepta la existencia de Dios, no transforma a Dios en un gobernante. Dios es el rey del universo por virtud de Sus propios poderes Divinos. ¿Qué tiene que ver Abraham con eso?
La respuesta a esto está basada en uno de los principios del judaísmo. En realidad, Dios no es el rey del universo por virtud de Sus poderes Divinos. Para ser llamado rey, Dios necesita reconocimiento.
Pues a Dios pertenece el reinado, y Él gobierna sobre las naciones” (Salmos 22:29). El Gaón de Vilna explica: “Dios es el rey del pueblo judío porque ellos lo aceptaron como su rey cuando aceptaron seguir Sus leyes. En lo concerniente a las naciones, Él gobierna sobre ellos. Cuando Él quiere que hagan algo, las naciones se ven forzadas a cumplir con Su voluntad, pero dado que ellas no reconocen a Dios como su gobernante, Él no es su rey. En hebreo, el título de rey tiene una implicancia constitucional: un rey requiere del reconocimiento de sus súbditos para ameritar su título”.
Nosotros expresamos esta idea dos veces al día en el rezo del shemá.
Escucha, Oh Israel: Hashem es nuestro Dios, Hashem es uno”.
Dios, quien hoy en día sólo es nuestro Dios y no es el Dios de las naciones, va a ser el único Dios de todos en el futuro… como está escrito: “Dios será el rey sobre toda la tierra; en ese día Dios será uno y Su nombre será uno” (Rashi Ibid.).
El establecimiento del reinado de Dios es un logro de los seres humanos. El reinado es creado por la decisión voluntaria del hombre de someterse a sí mismo al mandato de Dios. Pareciera ser que después de todo sí fue Abraham el que estableció por primera vez el reinado de Dios. La nación que siguió su enseñanza y que acepto el mandato de Dios materializó, de este modo, la visión de Abraham; ya que no hay monarca si no hay súbditos. Al aceptar el mandato de Dios, el pueblo judío ameritó la posibilidad de conocer a su Creador. El resultado de esto fue el Tabernáculo.
* * *

La parábola del matrimonio del rey

Por favor concédeme los besos de tu boca” (Cantar de los Cantares 1:2).
Este versículo es una parábola de un rey que deseaba casarse con una mujer noble de una buena familia. Él envió un emisario para pedir su consentimiento; ella respondió que no era apta ni siquiera para ser su sirvienta, pero que de todas formas, [si él realmente le estaba proponiendo matrimonio] a ella le gustaría escuchar la propuesta de sus propios labios. Asimismo, el pueblo judío hizo una petición similar: “Deseamos ver a nuestro rey”. Como está escrito:
Moshé relató las palabras del pueblo a Dios” (Éxodo 19:9).
Dios tiene una Presencia especial, una revelación de Sí mismo cuyo propósito es revelarse parcialmente a su merecedora novia humana. Después de que el pueblo judío aceptó a Dios como su rey, esta Presencia quedó íntimamente entrelazada con el pueblo judío. Para tener una idea de qué es esta Presencia, debemos escarbar un poco en nuestras almas.
* * *

La Shejiná

El alma humana, o neshamá, se puede dividir en partes al igual que el cuerpo humano. Las partes de la neshamá son conocidas como jaya y yejida. Sin entrar a explorar la enorme complejidad que hay tras estos detalles (una tarea que por lo demás estaría más allá de mis competencias), podemos adquirir cierta idea del significado de esta división por medio de examinar la fuente de la Torá que asocia al alma con la idea de neshamá, una palabra que literalmente significa respiro.
Y Dios formó al hombre de polvo de la tierra, y Él insufló en sus fosas nasales el alma de vida; y el hombre se transformó en un ser vivo”(Génesis 2:7).
El alma humana está hecha del aliento de Dios. Y cuando este aliento se vuelve parte de nosotros se llama neshamá —el Aliento—, el aliento de Dios en nosotros. El aliento de Dios se origina simbólicamente en la fuerza de vida Divina, tal como nuestro aliento se origina en la nuestra. La respiración es la señal fundamental de la vida. La neshamá viene de jaya, una palabra que significa vida.
Pero la respiración es sólo la señal externa de vida. El aliento de vida mantiene al individuo que respira. Hablando nuevamente de forma simbólica, la fuente de la neshamá es la unicidad de Dios, o yejidá, una palabra que significa exclusivamente uno. Al igual que su profunda fuente, la neshamáhumana es una porción de Dios mismo. Pero en este profundo punto, no es laneshamá individual. Es la singularidad de todas las neshamot de todos los judíos en una.
Hay 600.000 almas base que soportan los cimientos del pueblo judío. El Éxodo tuvo que esperar hasta que hubieran 600.000 hombres entre las edades de 20 y 60 antes de que el pueblo judío pudiese dejar Egipto. Para poder ser una nación viable, todos los componentes necesarios tenían que estar aquí en la tierra. Estas 600.000 almas judías son conocidas colectivamente como Kneset Israel, la congregación de Israel. Este es el nivel de yejidá. En este nivel, tú eres la fuente primaria de todas las Neshamot, y ya sea que llames a esta congregación la Presencia de Dios, la Shejiná, o que la llames Kneset Israel, sólo dependerá de tu punto de vista. Si estás mirando desde el mundo, estas viendo la Shejiná. Si estás mirando desde el trono de Dios, estás viendo a Kneset Israel. Esencialmente, estamos hablando de una sola unidad (ver Nefesh Hajaim, Portal 1, Capítulo 3).
* * *

¿Quién soy “yo”?

Para explorar las ramificaciones de este concepto, estudiemos el siguiente pasaje del Talmud:
Cuentan del sabio Hillel que cuando se regocijaba en la celebración de Sucot en el Templo, él declaraba: “Si yo estoy aquí, entonces todo está aquí. Pero si yo no estoy aquí, ¿quién está aquí?” (Talmud Suca 53a).
Rashi y Tosafot discuten sobre la identidad de la persona a quien Hillel se refiere con su “yo”.
Rashi entiende que el “yo” del pasaje es una referencia a Dios:
Hillel hablaba al público y les advertía ante el pecado, hablando en el nombre de Dios: “Si yo, Dios, estoy aquí entonces todo está aquí; todo el tiempo que yo desee esta casa y que Mi presencia resida en ella, su gloria perdurará y todos los hombres querrán venir aquí. Pero si ustedes pecan y Mi presencia se va, ¿quién querrá venir aquí?”.
Tosafot interpreta el “yo” como refiriéndose a Hillel.
Rashi explica que Hillel estaba hablando en nombre de Dios, pero en el Talmud de Jerusalem pareciera que él estaba hablando sobre sí mismo. El Talmud pregunta allí: “¿Acaso Dios requiere la alabanza de Hillel?”. El Talmud responde que el “yo” de Hillel era el yo colectivo. Él estaba hablando en nombre de Israel, y la alabanza de Israel es mas amada para Dios que cualquier otra cosa, como está escrito: “Y Tú, el Santo, que resides en las alabanzas de Israel” (Salmos 22:3).
El alma del gran tzadik Hillel, quien era el líder de Israel en esa época, su "yo", podía representar tanto el "yo" de Dios como el "yo" colectivo de la congregación de Israel. El oído sensible puede percibir la implicancia de que estos dos "yo" son realmente uno y el mismo. La santidad del Templo los fusiona en una unidad que representa la conciencia colectiva de ambos.
La fusión de estas dos entidades —del "yo" de Dios y del "yo" de Israel— sólo puede ser expresada simbólicamente de forma adecuada en términos de la consumación de un matrimonio. Idealmente, cuando los integrantes del matrimonio se unen, sus dos "yo" se funden en un solo e inseparable "yo". Ellos mismos no tienen una noción clara de dónde termina uno y dónde comienza el otro.
Cuando Israel se comporta de manera meritoria, puede alcanzar el mismo nivel de unidad con Dios. Es la necesidad de expresar esta destacable unidad la que hace necesario un Templo en el cual dicha unidad entre Dios e Israel puede realmente ser vista y sentida.
* * *

Fundiéndonos con Dios

La Presencia de Dios no puede ser detectada sino mediante la formación de un poderoso lazo espiritual con alguna criatura inteligente. Su Presencia siempre es detectable en los cielos, ya que Él es el reconocido rey de todas las criaturas que residen allí; las criaturas celestiales siempre están en perfecta unión con Dios.
Pero para hacer que Su presencia sea percibida en la tierra, Dios debe fundirse con el hombre y, como bien sabemos, este tipo de unión no puede ser tomada por sentada. A diferencia de las criaturas que habitan en los cielos, aquí en la tierra tenemos libre albedrío y solemos estar confundidos. Se requiere de un gigante como Abraham para trazar el camino que eventualmente resultará en la fusión entre el pueblo judío y Dios.
Cuando Dios fue finalmente capaz de enviar Su Shejiná a la tierra para fundirse con el hombre, Él exigió parte de Su dominio al cual no tenía entrada previamente. No hay duda de que Él tenía el poder para manipularlo desde el exterior dado que Él había sido su creador, pero no tenía posibilidad alguna de generar una relación con esta parte del universo. No había afección ni calidez. Él no podía hacer que Su presencia fuese sentida. La conexión hombre-Dios era meramente una relación de negocios.
Nuestra parashá cierra el libro de Éxodo. En su introducción a Éxodo, Najmánides explica que este libro es la historia de la primera diáspora y de la primera redención. A pesar de que para el final de Éxodo Israel aún no ha ingresado a la Tierra Prometida y sigue vagando por el desierto, la Redención ya ha llegado. La completitud de la construcción del Tabernáculo, y el hecho que la Shejiná habitara en él constituían la verdadera redención. Cuando laShejiná llegó para morar en el Tabernáculo, Israel alcanzó una vez más el elevado nivel espiritual de los patriarcas, en cuyas tiendas moraba la Shejiná.
El Éxodo termina:
"La nube cubría la Tienda del Encuentro y la Presencia de Dios llenaba el Tabernáculo" (Éxodo 40:34).
La fusión del "yo" de Dios con el "yo" de Israel es el verdadero Éxodo. Con la fusión de los "yo", el hombre pudo finalmente escapar de las limitaciones de la fisicalidad para unirse con el infinito. Cuando el "yo" colectivo de Israel se fundió con Dios, la luz Divina que bajaba por los niveles de yejidá y jaya hasta el nivel de neshamá transformaron la existencia de cada judío. La vida física adquirió un manto espiritual.
La falta de un Templo nos quita la capacidad de expresar nuestra espiritualidad en nuestras vidas diarias y deja seriamente dañada nuestra humanidad. Somos acorralados por las limitaciones de la fisicalidad y el único camino hacia el mundo del espíritu que se mantiene abierto es a través de nuestras mentes e imaginaciones. Pero el contacto que logremos establecer con Dios por medio de estos canales suele dejar a nuestros cuerpos y emociones atrás, atascados en el lodo de un mundo que es gobernado por los Faraones. Ante la ausencia del Tabernáculo, la liberación del Éxodo no puede penetrar el nivel de lo físico.
Nuestras propias frustraciones relativas a esta inhabilidad de expresar nuestra espiritualidad de forma física son compartidas por Dios. La falta de un Templo también lo restringe a Él para alcanzar Su meta, la fusión entre Su Shejiná e Israel. Él se convierte en un rey sin un país.
Eliahu le pregunto a Rabí Yosi si había escuchado algo cuando rezó. Rabí Yosi le dijo que escuchó una voz como de una paloma que proclamaba: “Ay de mis hijos, debido a sus pecados, Yo he destruido Mi casa y he quemado Mi santuario y los he exiliado entre las naciones”... Ay del Padre que tuvo que exiliar a Sus hijos, y ay de los hijos que fueron alejados de la mesa de su Padre (Talmud, Brajot 3a).
Publicado: 25/2/2014

Donaciones para Construir el Tabernáculo

Vaiakel(Éxodo 35:1-38:20)


“¡Qué desfachatez!” gritó Yankel. “Cada año, dono parte del dinero que difícilmente gano a esa nueva Ieshivá de Volozhin para que los jóvenes puedan estudiar Torá - ¿Y para qué utilizan el dinero? Para comprarle un traje nuevo, un caballo y un carro al recolector de fondos. ¡Nunca más recibirán ni un solo rublo de mí!”.
El rabino Jaim de Volozhin y el recolector de fondos de la Ieshivá estaban revisando la lista de donantes. “No puedo entender porque Reb Yankel no nos dio nada este año. Siempre da una donación considerable. ¿Por qué no lo visitamos?”, sugirió el rabino Jaim.
Dos horas después se encontraron en la sala de la casa de Yankel. Cuando Yankel se quejó sobre el traje y el caballo, el rabino explicó que estas cosas ayudaban al recolector de fondos a causar una buena impresión. “De todas maneras”, explicó el rabino, “la utilización del dinero depende de las intenciones del donante. Si el donante tiene intenciones puras, sin segundas intenciones, el dinero va directo al estudio de Torá de los jóvenes. Sin embargo, si la intención es menos pura, entonces va al traje del recolector de fondos. Y las intenciones aún menos puras, ¡van directo al caballo!” (A pesar de que sigue siendo una mitzvá, no es tan grande como los otros niveles).
* * *
La Torá presenta a Betzalel como el arquitecto del Tabernáculo. (Él era el nieto de Hur, que fue asesinado al tratar de impedir el Becerro de Oro). La Torá dice que Betzalel era capaz de tener pensamientos profundos – ¡consciente de todos los secretos cabalistas del universo! Luego la Torá dice que era un artista experto que trabajaba el cobre, la plata, el oro y la madera. Preguntó el rabino Jaim: Esta es una combinación extraña. Después de alabar a alguien por su conocimiento sobre todos los secretos del cielo y la tierra, ¿no es acaso un poco humillante agregar, “Dicho sea de paso, ¡él también es un gran orfebre y carpintero!?”.
La respuesta, explica el rabino Jaim, fue que Betzalel fue capaz de sentir los pensamientos de los donantes y utilizar las donaciones de acuerdo a sus intenciones. El oro de los que tuvieron las mejores intenciones, fue utilizado para el “Santo Sanctorum”. Y el de los que tuvieron intenciones menos puras, fue utilizado para cosas menores. Para percibir esto, una persona debe entender todos los secretos del universo.
* * *
Shabat y el Tabernáculo
La parashá de esta semana describe los detalles de la construcción del Tabernáculo.
Pregunta: ¿Por qué tanto detalle? Incluso el Templo de Salomón en el libro bíblico de Reyes no contiene tantos detalles. No es como si estuviéramos pretendiendo regresar al desierto y reconstruirlo.
Pregunta: En dos lugares (Éxodo 31 y 35), la Torá precede la construcción del Tabernáculo con las leyes de Shabat. ¿Cuál es la conexión entre ellas? Respuesta: La Torá oral deriva de esto exactamente lo que está prohibido en Shabat. La Torá dice “no realicen trabajo”. ¿Qué constituye trabajo? No construyan el Tabernáculo en Shabat. (A pesar de que el servicio del templo sobrepasa a Shabat, como el llevar las ofrendas y tocar música, eso sólo era después de que se completó el Templo. Sin embargo la construcción era considerada “una preparación para la mitzvá” y por eso estaba prohibida). Una vez que sabemos que no se puede construir el Tabernáculo en Shabat, podemos aprender de la construcción del Tabernáculo los detalles de todas las 39 categorías del trabajo prohibido en Shabat.
Otra conexión es el hecho de que el Templo representa el espacio (un lugar donde uno puede sentirse más cercano a Dios), y Shabat representa el tiempo. En Shabat, sin importar dónde estés físicamente, estás cerca de Dios.
* * *
Fuego
La Torá prohíbe hacer fuego en Shabat: “No enciendas fuego en ninguna de tus moradas en Shabat” (Éxodo 35:3). A pesar de que, tal como mencionamos, las 39 categorías se derivan de la construcción del Tabernáculo, la Torá específicamente menciona el fuego para decirnos que nosotros somos responsables por cada uno de los trabajos (si es que transgredimos y hacemos alguno de ellos en Shabat) y no solamente por hacer todas las 39 categorías al mismo tiempo.
Pregunta: ¿Por qué se eligió el fuego para enseñarnos esto?
Respuesta: El fuego es esencial para el trabajo en general, dado que se necesita para forjar herramientas que nos permiten realizar todo tipo de actividades. El fuego también puede ser visto como una referencia a la electricidad (que es esencialmente una chispa) con la que uno puede hacer máquinas que abarcan todas las categorías de actividad. (Rabino D. N Lesser)
* * *
Comer Cholent
Hay una vieja costumbre judía de mantener comida previamente cocinada en una pequeña llama durante la noche del viernes y luego comerla caliente y humeante en Shabat en la mañana. Los sabios dicen que “quienquiera que no come “cholent” (comida tibia) en la mañana de Shabat, ¡se sospecha que es un no-creyente!”. ¿Cuál es el significado de esta afirmación?
El Talmud nos cuenta de los Saduceos, un grupo que aceptó sólo la Torá Escrita, pero que rechazó la Torá Oral. Había un grupo similar en un período muy posterior llamado los Karaitas (que aún existen en pequeños números en la actualidad). Ellos fueron los primeros “fundamentalistas” que tomaron el texto de la Biblia en forma literal.
Hace 200 años ocurrió una famosa historia. Los Karaitas afirmaron descaradamente ante el Sultán de Turquía que ellos eran los judíos originales ¡y que los otros vinieron después! El Sultán exigió un debate público entre un rabino y un Karaita sobre este tema. Cuando llegaron al palacio del Sultán, el Karaita se quitó los zapatos, tal como era la costumbre y los dejó en la puerta. El rabino, sin embargo, tomó sus zapatos en sus manos mientras entraba al cuarto del Sultán.
Cuando se le pidió que explicara su extraño comportamiento, el rabino respondió, “Tenemos una vieja tradición de que en la zarza ardiente cuando Dios le ordenó a Moshé que se quitara los zapatos, había un Karaita parado ahí que se robó los zapatos de Moshé”. Concluyó el rabino, “¡Por eso nosotros siempre mantenemos nuestra vista en nuestros zapatos ante la presencia de Karaitas!”.
Al oír esto, el Karaita empezó a protestar, “¡Eso es totalmente ridículo! ¡Todo el mundo sabe que en el tiempo de Moshé no habían Karaitas!”. Y ese fue el fin del debate.
Dado que los Saduceos niegan la Torá Oral que conecta los actos prohibidos en Shabat con la construcción del Tabernáculo, ellos se enfocan en el texto “No enciendan fuego” y prohíben todo el uso de fuego en Shabat. Sus casas están oscuras y sólo comen comida fría en Shabat (sin cumplir ninguno de los otros requerimientos de Shabat).
Los sabios del Talmud explican que la prohibición es simplemente no “encender” fuego en Shabat, pero que si la llama estaba encendida antes del inicio de Shabat, o la comida estaba cocinada de antemano y se mantuvo tibia en el fuego toda la noche (“cholent”), eso es perfectamente permisible. Es por eso que los sabios dicen: Alguien que no come cholent es sospechoso de ser un no-creyente, como diciendo, es sospechoso de negar la Torá Oral.
* * *
El Pueblo Responde con Gusto
La Torá describe la energía del pueblo al proveer los materiales de construcción. “Los hombres vinieron con las mujeres” (Éxodo 35:22). Algunos explican que esto significa que las mujeres estaban primero en la fila. Nuestra tradición es que las mujeres no adoraron al Becerro de Oro, ni pecaron con los espías. (¿Qué tal eso para la liberación femenina?) Y cuando se les pidió que donaran para el Tabernáculo, ellas fueron las primeras.
Otros entienden esto justo al revés, que los hombres que habían pecado con el Becerro de Oro necesitaban expiar, como diciendo: “¡Un Baal Teshuvá se para incluso donde alguien piadoso de toda la vida no se puede parar!”. Entonces ellos subieron a un nivel superior que las mujeres que nunca pecaron.
Los materiales necesarios se obtuvieron rápidamente y fue necesario anunciar que no trajeran más. La Torá nos dice: “el material era suficiente y hubo sobrante” (Éxodo 36:7).
Pregunta: Si era suficiente, eso implica “exactamente suficiente”. Entonces ¿cómo es que hubo “sobrante”?
Un rabino Jasídico ofrece la siguiente respuesta: Si hubiera habido exactamente suficiente, cada uno habría estado orgulloso de que su contribución fue la que logró el objetivo. Cuando la gente es engreída, Dios oculta Su presencia, entonces su orgullo no habría dejado que la Shejina (Presencia Divina) reposara en el Tabernáculo. El hecho de que hubo algo de sobra y todos sintieron que tal vez su donación ni siquiera se había utilizado, hizo que todos fueran humildes – y eso creó un entorno fértil para que reposara la Shejina.
* * *
Hilando Cabras
“Y todas las mujeres, cuyos corazones estaban elevados con sabiduría, hilaron las cabras” (Éxodo 35:26). Pero la gente usualmente hila lana, ¡no cabras!
Los sabios infieren de este verso que ellas realmente hilaron la lana ¡mientras estaba todavía en las cabras! Un método muy innovador, por decir lo menos. Esta lana fue utilizada para crear revestimientos para el Tabernáculo. Era apropiado que esta tarea fuera realizada por mujeres, dado que la belleza de la sociedad judía es producto del recato de las mujeres que trae a la Presencia Divina (que el Tabernáculo representaba).
La cabra representa la terquedad. Nosotros nos apegaremos tercamente a nuestros valores, enfrentando a un mundo que frecuentemente nos confronta.
Publicado: 23/2/2011

Medida por medida

Ki Tisá(Éxodo 30:11-34:35)


El mundo ha estado al borde de la perfección dos veces en la historia. La primera ocasión fue la creación de Adán, quien nació en el Jardín del Edén, obra de las manos de Dios. La segunda fue el Éxodo, cuando Israel recibió la Torá en el monte Sinaí.
Si el pecado no hubiera asomado su fea cabeza, nuestra existencia actual habría llegado a un abrupto final y Dios habría dado paso al Mundo por Venir. Esta idea aparece en el siguiente pasaje del Talmud:
Rabí Iojanán enseñó: “Cuando la serpiente tuvo relaciones sexuales con Eva, insertó su defecto en la especie humana. Israel, que estuvo en el monte Sinaí, fue limpiado de dicho defecto; quienes no estuvieron en el monte Sinaí nunca lo perdieron” (Talmud, Yevamot 103b).
El Maharshá (quien probablemente fue el primer comentarista en explicar de forma sistemática las porciones hagádicas del Talmud) explica:
Adán fue creado a imagen de Dios. Su neshamá, o alma, fue tomada de los cielos. Su cuerpo fue formado de una porción especial de tierra tomada del lugar espiritualmente más puro del mundo, el lugar que más adelante serviría como la base para el Altar del Templo, el mismo punto a partir del cual fue creada la Tierra. Adán era único en el mundo inferior —tal como Dios era único en los cielos—, y como una expresión de su singularidad los seres humanos fueron creados solos y sin pareja, a diferencia de los otros seres vivientes, los cuales hicieron su aparición inicial como especies completas.
¿Qué significa “la serpiente tuvo relaciones sexuales con Eva?”.
La expresión de que “la serpiente tuvo relaciones sexuales con Eva por medio del pecado” significa realmente lo siguiente:
La serpiente planeó la muerte de Adán causando que él pecase (Dios le había dicho a Adán que el día que él pecase, se convertiría en una criatura mortal), para así poder casarse con Eva. La idea de relación sexual o matrimonio con Eva simboliza el hecho de que luego de su pecado, Adán se volvió parcialmente tamé, o espiritualmente impuro, al igual que las otras criaturas del mundo inferior con quienes la serpiente podía entrar en contacto.
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Pérdida de la singularidad

Como resultado de su pecado, Adán perdió su singularidad: ser una imagen perfecta de Dios. Como consecuencia de esto, él se volvió vulnerable al contacto con la serpiente y, por lo tanto, perdió su inmortalidad, dado que el Ángel de la Muerte es uno de los secuaces de la serpiente.
Esta era la condición humana hasta que Israel se paró a los pies del monte Sinaí, momento en el cual perdieron todo defecto tamé que había causado el pecado de Adán y, nuevamente, una porción de la humanidad recuperó su singularidad y recuperó la pureza de haber sido creados completamente a imagen de Dios, como está escrito:
Yo dije: ustedes son como Dios… pero sin embargo morirán como los hombres” (Salmos 82:6-7).
A pesar de que no lo cita, el Maharshá claramente se está refiriendo al pasaje del Talmud que declara que el pueblo judío sólo aceptó la Torá para que el Ángel de la Muerte no tuviera nunca más ningún tipo de dominio sobre ellos, “como está escrito, Yo dije: ustedes son como Dios… pero sin embargo [dado que se impurificaron con sus propias acciones] morirán como los hombres” (Avodá Zará 5a).
La pureza de Adán antes del pecado lo mantenía fuera del alcance de la serpiente y por lo tanto a salvo de las garras del Ángel de la Muerte, y los judíos que se pararon a los pies del monte Sinaí recuperaron dicho estado de pureza y fueron nuevamente candidatos para la inmortalidad. El pecado del becerro de oro es, por lo tanto, la contraparte exacta del pecado de comer del fruto del Árbol del Conocimiento. Estos dos pecados reintrodujeron la muerte por medio de reestablecer el contacto entre el hombre y la serpiente.
Cada uno de estos pecados se originó en un deseo de conectarse totalmente con Dios.
Pero también tenían otra cosa en común. Cada uno de estos pecados se originó a partir de una falla en la represión de un deseo —que todos nosotros deberíamos aspirar a sentir y que estaríamos agradecidos de alcanzar—, el deseo de conectarse totalmente con Dios.
Para poder conectarse completamente, Adán sabía que tenía que emular a Dios. Ésta es la forma de acercarse más a Él: elegir con nuestro libre albedrío parecernos a Dios por medio de imitar Sus características de personalidad que están reveladas. El mandamiento devahalajta bidrajav, “irás en los caminos de Dios”, expresa esta idea fundamental del judaísmo.
La serpiente tentó a Adán y le mostró que el hecho de comer del fruto prohibido lo haría como Dios, ya que Dios sabe que en el día que comas del fruto, tus ojos se abrirán y serás como Dios, conocedor del bien y del mal(Génesis 3:5).
Y el deseo de Adán por alcanzar dicha cercanía con Dios era tan grande, que fue incapaz de resistirse a la tentación de desobedecer las órdenes de Dios cuando estas se interponían en su camino. De hecho, el Zohar nos dice que Dios mismo pretendía permitirle a Adán hacer la bendición sobre el fruto prohibido —la uva según una escuela de pensamiento— tan pronto como comenzara Shabat. La Torá nos relata que Adán fue creado el viernes, el sexto día. Shabat es una reminiscencia actual del Mundo por Venir. Si Adán no hubiera pecado, la llegada de aquel primer Shabat habría marcado el verdadero comienzo de dicho mundo.
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El pecado del becerro de oro

El pecado del becerro de oro provino de un deseo similar. La Torá nos informa que cuando Moshé no regresó a tiempo como se esperaba, el pueblo judío fabricó inmediatamente el becerro de oro. Los comentaristas explican que en realidad él sí llego a tiempo, sólo que hubo un pequeño problema de cálculo: los cuarenta días que habían sido asignados para la escritura de la Torá llegaron realmente a su fin un día después de eso. Por lo tanto, el pecado del becerro de oro fue en realidad el resultado de un error de cálculo de un solo día. A su vez, este error en el cálculo fue causado por la impaciencia.
Un estudio de los comentaristas revela que la fuente de dicha impaciencia fue la intensa frustración del pueblo judío por su falta de habilidad para conectarse con Dios. El amor de Israel por Dios luego del encuentro en Sinaí era tan grande que los judíos sintieron que la falta de contacto directo con Dios —en ausencia de Moshé— era simplemente intolerable. Si pensamos en ellos, podemos relacionarnos fácilmente con sus sentimientos colectivos, ya que todos nos relacionamos de la misma forma con quienes amamos.
El amor de Israel por Dios era tan grande que los judíos sintieron que la falta de contacto con Dios era simplemente intolerable.
Nosotros no tenemos que estar en contacto constante con quienes amamos, pero sí necesitamos saber que hay una forma en que podemos contactarlos en caso de necesidad. Si no hay ninguna forma de verlos, o de contactarlos por teléfono, o al menos de comunicarnos por e-mail, la situación se torna bastante difícil, e incluso dolorosa. Si en tales circunstancias la posibilidad de establecer un canal de comunicación directo con el objeto de nuestro amor estuviera a nuestro alcance, entonces seguramente estaríamos dispuestos a pagar grandes sumas de dinero por ello.
Rashi y Najmánides discuten sobre el origen del mandamiento de construir el Tabernáculo. Rashi opina que el mandamiento era una señal de Dios de que Israel había sido finalmente perdonado por el pecado del becerro de oro. Pero de acuerdo a Najmánides, la idea de un Tabernáculo siempre fue una parte integral de la entrega de la Torá y del encuentro cara a cara en Sinaí. El Tabernáculo fue diseñado por Dios para preservar el nivel de contacto que había sido establecido con Dios en el monte Sinaí. Por lo tanto, Dios mismo estaba de acuerdo con el deseo judío de siempre tener disponibles los medios necesarios para acceder a la experiencia de Sinaí.
Al igual que en el caso de Adán, el pecado del becerro de oro consistió en intentar alcanzar de forma prematura un nivel de cercanía con Dios que siempre estuvo en los planes.
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Por qué está tan mal

¿Cómo puede ser que estas dos expresiones de sobreabundancia de amor por Dios —las cuales claramente emergen de los deseos más nobles— sean consideradas pecados tan grandes? ¿Qué hay de malo en querer parecerse a Dios lo más posible, o de sentir de forma demasiado intensa la necesidad de conectarse con Él constantemente?
Dios debe considerar que esto es algo terriblemente malo, ya que el castigo de Adán fue sumamente severo:
“…maldita es la tierra por tu culpa; con sufrimiento comerás de ella todos los días de tu vida. Ella producirá espinos y abrojos para ti, y comerás las hierbas del campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que retornes a la tierra de la cual fuiste tomado; pues tú eres polvo y al polvo retornarás” (Génesis 3:17-19).
¿Pero acaso tiene sentido tomar a Adán —aquel sublime ser humano, quien fue creado para alcanzar las vertiginosas alturas de los niveles espirituales más grandes y quien aspiraba con todo su corazón a transformarse a sí mismo hasta llegar a ser una perfecta imagen de Dios— y someterlo a una vida de eterno trabajo agrícola, lo cual efectivamente sofocaría todos sus nobles deseos y aspiraciones?
La clave para entender esto involucra el entendimiento de un concepto llamado midot, el cual suele ser traducido incorrectamente al español como “características de personalidad”. Estamos tratando aquí con un concepto que es tan extraño para la mente secular que no existe una palabra en español para describirlo. Sin embargo, las midot son tan centrales para el judaísmo que el Gaón de Vilna declara en reiteradas ocasiones que el propósito principal de enviar al hombre a este mundo es para que trabaje sus midot (ver Even Shlema 1:1).
La palabra midá en hebreo significa “medida”. Todas nuestras interacciones con el mundo deben ser medidas. Supón que A insulta a B. B se llena de un sentimiento de cólera. El sentimiento está más allá de su control, pero su respuesta a partir de dicho sentimiento no lo está. Por lo tanto, B tiene muchas opciones: él puede insultar de vuelta a A. Puede golpearlo o tomar un arma y matarlo. Puede desafiarlo a un duelo. O puede simplemente tragarse su rabia e irse de allí.
La palabra midáen hebreo significa “medida”. Todas nuestras interacciones con el mundo deben ser medidas.
Si B es una persona que no tiene autocontrol, entonces él seleccionará la opción de comportamiento que calce con la intensidad de su rabia y que le permita expresarse al máximo. La mayoría de los humanos tienen una buena cantidad de autocontrol, por lo que es poco probable que esto ocurra. Muchas de las opciones teóricas de B pueden no existir realmente por las leyes de la sociedad o por convenciones sociales, lo cual le deja una selección más limitada de opciones para escoger. Todo el tiempo que B exprese su rabia sólo con estas consideraciones en mente —es decir, cuál es la mejor manera de comunicar sus sentimientos y cuál es la forma socialmente aceptable para expresarlos— él no estará ni cerca de expresar verdaderamente sus midot, a pesar de que esté actuando con autocontrol.
Para comportarse con midot, B deberá someterse a un ejercicio totalmente diferente de los mencionados anteriormente, los cuales son automáticos e instintivos para todos los seres humanos. Él deberá preguntarse a sí mismo qué haría Dios en dicha situación y deberá intentar modelar su propia respuesta en base a la supuesta respuesta Divina.
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Ir en Sus caminos

Maimónides nos informa que el método correcto para lidiar con las situaciones está comandado por el más central de los mandamientos positivos de la Torá, el mandamiento de “ir en Sus caminos”.
Entonces los rabinos nos enseñaron sobre el contenido de este mandamiento. Tal como Dios es llamado misericordioso, así mismo tú debes ser misericordioso. Tal como Él es descrito como piadoso, asimismo tú deberás ser piadoso, Tal como Él es llamado santo, tú también deberás ser santo. Y de esta manera, los profetas describieron a Dios en términos de características de personalidad —lento en enojarse, abundante en bondad, recto, perfecto, poderoso, etc.— para enseñarnos que hay características rectas y positivas, y que una persona está obligada a comportarse de acuerdo a ellas y asemejarse a Dios tanto como le permita su poder (Maimónides, Leyes de Personalidad, 1:6).
Es por medio de seguir los caminos de Dios que nos conectamos con Él, y no por medio de simplemente expresar nuestros deseos y emociones, sin importar cuán nobles o espirituales sean.
Por lo tanto, Adán, quien era una creación de las propias manos de Dios, sintió naturalmente un deseo de ser como Dios. Este deseo no fue el resultado de ningún desarrollo personal metódico y reflexivo, sino que era algo natural en Adán. Dado que él fue creado por Dios, su misma naturaleza era necesariamente santa y espiritual. La irrestricta expresión de los sentimientos espontáneos de aquella noble naturaleza no eran más meritorios ante los ojos de Dios que la expresión irrestricta de cualquier otra emoción humana innata. No era ‘medida’. No representaba un compromiso de seguir los caminos de Dios. Como una expresión de midot, Adán nunca habría intentado ser como Dios haciendo precisamente lo opuesto de lo que Él le había comandado hacer.
De la misma forma, cuando Dios sacó a Israel de Egipto con señales y milagros, alimentó al pueblo judío con maná en el desierto, se reunió con ellos cara a cara y les entregó Su Torá, Él elevó de forma natural al pueblo judío a un plano espiritual sumamente elevado en el cual el amor por Dios y la interacción constante con Él eran una parte esencial del día a día. Cuando Israel expresó este apego emocional sin restricción alguna y falló en filtrarlo por medio de los lentes de las buenas midot, su expresión no encontró favor alguno ante los ojos de Dios.
De hecho, el mal entendimiento del rol de las midot y de la importancia de trabajar en ellas, es la causa de las ideas erróneas más comunes respecto a qué constituye una relación humana-Divina sana.
Aquellos de nosotros que hemos dedicado al menos una parte de nuestras vidas a desarrollar dicha relación, tenemos el sentimiento equivocado de que nuestros esfuerzos son en vano a menos que experimentemos una cercanía emocional con Dios por medio de nuestros rezos y servicio Divino. De hecho, a muchos de nosotros nos molesta una pregunta existencial que remece las mismas bases de nuestra fe en Dios, pese a que raramente es expresada de forma abierta. “Si Dios está interesado en todo esto, ¿cómo puede ser que no me acerque a Él? ¿Cómo puede ser que no me permita sentir la inspiración de Su presencia?”.
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El error de Shaúl

La respuesta es clara. Recientemente leímos la historia de la guerra de Shaúl con los amalekitas (la haftará de parashat zajor). En contra del mandamiento de Dios, Shaúl no destruyó lo mejor del ganado de los amalekitas. Cuando el profeta Shmuel lo confrontó por esto, él respondió:
De amalek los he traído, porque la gente se apiadó de lo mejor de los ovinos y bovinos para ofrendarlos a Dios, pero lo demás lo destruimos”(Shmuel I 15:13).
Y nuevamente, cuando Shmuel continuó reprimiéndolo por su desobediencia, dijo:
¡Pero yo escuché la voz de Dios y caminé en el camino por el cual Él me envió! ¡Traje a Agag, el rey de Amalek, y destruí a Amalek! El pueblo tomó a los ovinos y bovinos del botín, lo mejor de lo que debía ser destruido, para ofrendarlo a Dios en Gilgal” (Shmuel I 15:20-21).
Vemos que Shaúl creía genuinamente que él se había quedado con lo mejor de los ovinos y bovinos sólo para ofrendarlos a Dios, y que no estaba violando de ninguna manera el mandamiento de destruir todo lo que perteneciese a los amalekitas. La respuesta de Shmuel a esto fue la siguiente:
¿Acaso Dios disfruta de los holocaustos y sacrificios así como de la obediencia a Sus palabras? He aquí que la obediencia es mejor que los sacrificios y prestar atención es mejor que las grasas de los carneros”(Shmuel I 15:22).
¿Pero qué respuesta es esta ante el argumento de Shaúl? Él declaró haber obedecido a Dios, diciendo “yo escuché la voz de Dios”.
El verdadero punto de disputa es precisamente el tema de este ensayo.
El propósito de todos los mandamientos es imbuir buenas midot, y no alcanzar grandes alturas espirituales.
Para Shaúl, la culminación de una exitosa guerra con los amalekitas requería que la experiencia fortaleciera el lazo emocional de Israel con Dios. Esto, a su vez, implicaba ofrecer sacrificios. Guardar lo mejor del ganado para estos sacrificios fue interpretado por él como un aspecto fundamental de la guerra.
Pero Shmuel sabía que esto no era así.
El propósito de todos los mandamientos es imbuir buenas midot, y no alcanzar grandes alturas espirituales. La búsqueda de estos puntos altos es en sí misma el mayor malentendido de todo lo que Dios pretendía lograr mediante Sus mandamientos.
Shmuel sabía que Shaúl había desobedecido de una forma sumamente fundamental.
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El propósito de las midot

El carácter es el único aspecto que puede ser considerado “una creación propia del hombre”. El cuerpo es algo que le fue dado y el alma viene directamente de Dios. Es sólo a través de sus midot —la mezcla única de mente y emoción que cada persona desarrolla mediante el ejercicio de su libre albedrío—, que él se convierte en un ser que perdura. Es más, también es mediante sus midot que él puede modelarse, que cada ser humano puede desarrollar su propia forma de cumplir con el mandamiento de vahalajta bidrajav, de “ir en los caminos de Dios”.

La conexión con Dios en un nivel maduro sólo es posible a través de las midot. El contacto íntimo espiritual con Dios —la fuente del disfrute que experimentaremos en el próximo mundo—, sólo puede ocurrir en las personas que han alcanzado un verdadero acuerdo en sus mentes. La efímera inspiración de los altos espirituales es tan temporal como lo es todo el resto de las cosas de nuestra existencia presente. La Torá persigue algo más permanente.

La ropa y el hombre

Tetzavé(Éxodo 27:20-30:10)


Tal como la parashá de la semana pasada presentó una gran cantidad de desconcertantes detalles sobre la construcción del Tabernáculo y sus utensilios, la parashá de esta semana nos bombardea con instrucciones sobre la confección de las vestimentas de los kohanim.
Como señalamos en nuestra discusión sobre el Tabernáculo, la clave para apreciar dichos detalles es entender que ni el Tabernáculo ni los Templos que le siguieron tenían como objetivo servir como “catedrales”; lugares de culto diseñados para infundir un sentimiento de reverencia por la majestuosidad de Dios en los corazones de sus visitantes. Estas estructuras judías fueron diseñadas en torno a la idea de servir como una morada para Dios; lugares en los cuales la Presencia Divina podía manifestarse de forma física. Como tales, no había una necesidad de que la estructura misma despertara un sentimiento de reverencia por Dios y por su majestuosidad. Dicho sentimiento estaba allí sin la necesidad de utilizar ningún tipo de apoyo físico; la Presencia Divina lo generaba.
Por lo tanto, debemos analizar las vestimentas de los kohanim con la misma perspectiva. El propósito de las vestimentas no era deslumbrar a la audiencia. No había ninguna necesidad de exponer ante los fieles la importancia de loskohanim por medio de vestirlos con maravillosas vestimentas. Su importancia era obvia dado que ellos servían en la casa de Dios. Para entender las instrucciones de Dios sobre dichas vestimentas debemos comprender que la apariencia de aquellos que las vestían era placentera ante Sus ojos. Intentaremos dilucidar qué es lo que Dios encontraba tan placentero en dichas vestimentas en particular. El primer paso para esto es explorar el poder de estas vestimentas.
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Ropas con el poder para expiar

Rabí Inimi bar Sason dijo: “¿Por qué la Torá enlistó las instrucciones sobre la ofrenda de sacrificios de forma adyacente a las instrucciones relativas a las vestimentas de los kohanim? Para enseñarte que tal como los sacrificios son ofrecidos para expiar por los pecados, asimismo las vestimentas de loskohanim también expían por los pecados (como sigue):
  • La túnica expía el pecado del derramamiento de sangre humana, como está escrito: “Ellos degollaron una cabra y sumergieron su túnica en sangre” (Génesis 37:31).
  • Los pantalones expían por los pecados resultantes del libertinaje sexual, como está escrito: “Les harás pantalones de lino para cubrir la carne de los órganos sexuales” (Éxodo 28:42).
  • El turbante expía por el pecado de la arrogancia. ¿Cómo sabemos esto? Rabí Janina dijo: algo que es vestido en lo alto [la parte superior de la cabeza es el punto más alto de un ser humano erecto] expía por el pecado de tenerse a uno mismo en alto.
  • El cinturón limpia el corazón de los pensamientos impuros; [también] sabemos esto de su ubicación (el cinturón estaba enrollado en torno al cuerpo del kohen justo por debajo de sus brazos, en la sección media).
  • El pectoral expía por el pecado de la mala ejecución de la justicia, como está escrito: “Harás un pectoral de justicia” (Éxodo 28:15).
  • El efod expía por el pecado de la idolatría, como está escrito: “Sin efod y trafim (talismán)” (Hoshea 3:4).
  • La bata expía por el pecado de lashón hara. ¿De dónde sabemos esto? Rabí Janina dijo: Sólo algo con una voz (la bata tenía campanas que sonaban cuando el Kohen Gadol caminaba) puede expiar por la voz del mal.
  • El tzitz expía por el pecado de la insolencia, como está escrito: “Estará en la frente de Aharón siempre” (Éxodo 28:38). Y fue escrito sobre la característica de personalidad de la insolencia: “Tienes la frente de bronce de una ramera” (Yirmiahu 3) (Talmud, Zevajim 88b).
¿Cómo puede ser que expiemos los pecados cometidos simplemente con el hecho de vestir ciertas ropas? La expiación es un proceso espiritual que requiere arrepentimiento, y el verdadero arrepentimiento sólo tiene lugar en las partes más internas del corazón humano, sin embargo ¡las ropas son completamente externas! El arrepentimiento y la expiación se tratan de quién eres realmente, ¡mientras que las ropas se tratan solamente de cómo te ves!
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Perdón

En hebreo existen tres palabras distintas para expresar la idea del perdón:mejilá, slijá kapará. El Gaón de Vilna explica que estas palabras no son sinónimos; cada una de ellas expresa una idea diferente. Podemos tener una idea de los diferentes significados que expresan por medio de observar cómo utilizamos estas palabras en el rezo de la amidá: “Perdónanos (slaj) Padre ya que hemos pecado (jatanu), perdónanos (mejal) nuestro Rey ya que hemos transgredido (pashanu)”.
El texto de la plegaria asocia slaj con Dios Padre y con el tipo de pecado llamado jet, mientras que mejal se asocia con Dios Monarca y con el tipo de pecado conocido como pesha. El Gaón explica que esto no se trata de elocuencia poética, ¡sino de precisión quirúrgica!
El pueblo judío tiene una relación dual con Dios; somos Sus hijos y también sus súbditos. En términos de la relación padre-hijo, la principal consecuencia de nuestros pecados es la profanación del nombre de Dios ante los ojos de la humanidad. La gente tiende a evaluar a los padres en base a cuán pulidos y exitosos resulten ser sus hijos; cuando por alguna razón los hijos fallan, los padres sufren inevitablemente una pérdida de prestigio. ¿Cuán serio podemos tomarte siendo que criaste hijos tan patéticos? Cuando no vivimos según los estándares que nos fijó Dios —incluso si nuestra falla fue causada por dejadez o por falta de atención, y no por un acto activo de rebelión en contra de los edictos de Dios— estaremos pecando contra el aspecto de padre de Dios.
Este tipo de pecado es un jet, una palabra cuyo significado exacto es “un acto ilícito cometido sin pensar”, y el tipo de perdón que requiere se llama slijá en hebreo. Los padres que están decepcionados de sus hijos aún los aman, pero ya no están dispuestos a invertir en ellos. Si no puedo confiar en mi hijo, ya que quizás él desperdiciará los recursos que yo invertiré en su desarrollo, entonces prefiero no malgastar mi dinero y energía. En lugar de ayudar a mi hijo a hacer un mayor desastre, lo dejaré hacer el desastre a él solo y guardaré mis recursos para limpiar el inevitable caos que seguirá a continuación. Slijá significa que Dios, nuestro Padre, conservará su optimismo en relación a nuestro éxito y continuará invirtiendo en nosotros a pesar de nuestro pobre desempeño hasta ahora.
Como súbditos de Dios, nuestros pecados son dañinos actos de rebelión. A diferencia del padre, quien es vulnerable ante el descuido de sus hijos, el rey siempre tendrá suficientes sirvientes competentes para gobernar su reino, siempre y cuando sea percibido como alguien poderoso. Pero cuando su poder parece decaer, entonces la gente deja de tomar su régimen de manera seria. El respeto por la autoridad desaparece y cada uno comienza a preocuparse por sus propios deseos egoístas y se olvidan del bien común.
Los pecados de rebelión son conocidos como pshaim y el tipo de perdón que se requiere para ellos se conoce como mejilá. Este tipo de perdón representa la decisión del rey de continuar aceptando a sus desobedientes súbditos y de continuar otorgándoles los beneficios de la ciudadanía a pesar de su rechazo a la autoridad.
Pero incluso cuando el padre supera su reticencia y decide invertir más recursos en su decepcionante hijo; e incluso cuando el rey es persuadido y perdona al súbdito rebelde, las cosas nunca son iguales a como eran antes. El entusiasmo y la confianza se han ido irrevocablemente. Sin embargo, con Dios, tenemos la oportunidad de superar completamente el pasado mediante un proceso conocido como kapará.
Kapará, o “expiación”, es un nivel de perdón que no deja ninguna huella o marca del pecado y que le permite al pecador aparecer frente a los ojos de Dios como un ser fresco espiritualmente y limpio como en el día en que nació. Nosotros no pedimos por kapará en nuestros rezos diarios. Este nivel de perdón sólo puede ser alcanzado en ocasiones especiales como Iom Kipur.
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Cubriéndose

De acuerdo a nuestros sabios, las ropas de los kohanim no sólo traen perdón, sino que traen kapará, aquel nivel especial de perdón que borra todo recuerdo de pecado. Debemos investigar cómo esta idea —la cual pareciera simplemente profundizar el problema—, nos provee en realidad la clave para entender la expiación de las vestimentas de los kohanim.
En una sección anterior de la Torá podemos encontrar también la relación entre ropa y pecado. Luego del pecado de Adán y Eva en el paraíso, cuando ambos comieron del fruto del Árbol del Conocimiento, está escrito:
Entonces los ojos de ambos se abrieron y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosieron una hoja de higuera y se hicieron cobertores” (Génesis 3:7).
Más adelante, después de que Dios terminó de explicar las variadas consecuencias de aquel pecado, está escrito:
Dios confeccionó para Adán y su esposa vestimentas de pieles y los vistió” (Génesis 3:21).
En el capítulo 2 de la Guía de los perplejos, Maimónides señala un sorprendente fenómeno que se observa en la relación entre el primer pecado y la consecuente necesidad de cubrir la desnudez. Uno esperaría que el hecho de cometer un pecado debiera dejar al pecador en un estado menos sublime con respecto al nivel en el cual estaba antes de pecar. Sin embargo, lo contrario pareciera haber ocurrido luego del primer pecado de la historia.
Antes de que Adán pecara, él no percibía su desnudez y no se avergonzaba por ella. Fue sólo después de este pecado que “se abrieron sus ojos”. Aparentemente, el hombre adquirió su atributo más preciado —su gran inteligencia— como consecuencia de su pecado. ¿Acaso esto tiene algún sentido? Debemos analizar la respuesta de Maimónides, ya que ésta se relaciona directamente con nuestra discusión.
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Transformaciones

Maimónides explica que la consecuencia del pecado fue un incremento en las emociones, y no un incremento en el intelecto. Antes de cometer el pecado, si Adán percibía intelectualmente que cierta acción era necesaria para su supervivencia y/o que era moralmente correcta, el mismo hecho de darse cuenta de ello generaba el deseo emocional necesario para realizarla. Por otro lado, cuando él percibía que cierta acción era moralmente incorrecta o contraproducente, la percepción intelectual era suficiente para generar un sentimiento de repulsión hacia ella. Esta predominancia del intelecto por sobre las emociones desapareció después del pecado.
Hay un destacable pasaje del Talmud que describe la condición humana después del pecado de Adán:
El Talmud relata que luego de la destrucción del Primer Templo, los miembros de la Gran Asamblea abolieron con éxito la inclinación del mal hacia la idolatría. Inspirados por su éxito, ellos dirigieron su atención a la inclinación del mal por la sexualidad y decidieron destruirla también. Afortunadamente fueron precavidos y decidieron hacer una prueba de tres días de duración antes de realizar la destrucción final; para su sorpresa, descubrieron que luego de tres días sin inclinación del mal por la sexualidad no pudieron encontrar ni siquiera un huevo fresco. Consecuentemente, ellos decidieron dejar la inclinación sexual prácticamente intacta (Talmud, Sanhedrin 64a).
Este pasaje del Talmud indica que después del pecado de Adán, el hombre necesita la ayuda de la inclinación del mal para realizar incluso las acciones más necesarias. Debemos sentir lujuria para tener relaciones sexuales y reproducirnos, pese a que es obvio que la reproducción es necesaria para la supervivencia. Si no hay deseo, la gente no puede involucrarse en relaciones sexuales simplemente porque es necesario. Esto no es culpa de Dios. Cuando Él nos creó, nuestra inteligencia era nuestro principal motivador; fue nuestro propio pecado el que redujo el estatus de nuestra inteligencia y la transformó en “perro guardián” en vez de motivador.
Todo el tiempo que la mente de Adán controlaba sus motivaciones, sus deseos físicos tenían el mismo efecto en su comportamiento que la comezón que sentimos en nuestros pies cuando nos hacen cosquillas. Una comezón definitivamente es una sensación poderosa, pero en ningún caso es un motivador.
Desde el punto de vista netamente intelectual, los órganos sexuales no tienen ninguna diferencia con el resto de las partes del cuerpo humano y no hay nada vergonzoso en exponerlos a plena vista. Pero cuando el control sobre el comportamiento humano se traslada de la mente a las emociones, entonces los órganos sexuales se diferencian del resto de la anatomía humana y su exposición se vuelve de hecho vergonzosa. Veamos si podemos apreciar cómo ocurre esto.
La transformación que trajo el pecado no alteró nuestra imagen sobre nosotros mismos. Nosotros todavía sentimos que somos criaturas racionales y que nuestra mente está en control de lo que hacemos. Obviamente nosotros sabemos que este sentimiento de control es más ilusorio que la realidad. ¿Cuántas veces hemos tenido el sentimiento de “Por qué tengo tantos problemas para hacer esto si yo sé que es lo correcto”? Puede que experimentemos este sentimiento en muchas áreas de la vida, pero por lo general lograremos hacernos creer —tanto a nosotros mismos como al resto—, que de todas formas somos seres racionales.
Desafortunadamente, la pérdida del control intelectual sobre el comportamiento humano está claramente manifiesta en nuestra anatomía. El recordatorio constante de nuestra pérdida de control mental es la aparente independencia de los órganos sexuales, los cuales no le prestan ninguna atención a nuestro raciocinio y reaccionan como quieren, sin importar cuán inapropiadas sean las circunstancias. Si alguna vez nos las arreglamos para olvidar nuestro poderoso lado irracional, ellos siempre estarán allí para recordarnos quiénes somos en realidad. Cubrir esta desnudez fue la forma de Adán de intentar esconder su vergonzoso secreto: la dicotomía que había entre sus pasiones y su razón.
De hecho, la existencia de dicha dicotomía es la fuente de todas nuestras transgresiones. Por cuanto que no podemos hacer nada que no deseemos al menos un poco —incluso si estamos totalmente convencidos de que es lo correcto—, estamos en serios problemas cuando nuestras mentes y nuestros deseos entran en conflicto.
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Conflicto de mente y corazón

Imagina un inmigrante judío que llega a América convencido de que su negocio sólo tendrá éxito si él abandona su observancia de Shabat. En su mente, él sabe que observar Shabat es lo correcto de hacer, y que la ley judía exige que él observe las leyes de Shabat incluso si la consecuencia de esto es la bancarrota y el fracaso.
En su corazón, él quiere desesperadamente triunfar en el nuevo mundo y escapar finalmente de la despreciable pobreza de la cual había huido. Su cabeza es totalmente inflexible. Él no puede controlar su deseo de tener éxito y de volverse independiente financieramente, ni tampoco puede eludir su constatación de que lograr el éxito depende de dejar de observar Shabat.
Él tiene que tomar una de las siguientes tres opciones:
  1. Puede renunciar a su sueño de ser exitoso.
  2. Puede dejar de observar Shabat, pero igualmente seguir creyendo que está cometiendo un gran pecado cada vez que va a trabajar en Shabat.
  3. Puede cambiar su pensamiento sobre la necesidad moral de observar Shabat e ir a trabajar con la conciencia tranquila.
Lo único que no puede hacer es desear observar Shabat bajo tales circunstancias. ¿Acaso nos sorprende el hecho de que cerca de tres millones de judíos que inmigraron a Estados Unidos entre 1800 y la Segunda Guerra Mundial hayan dejado de observar Shabat?
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Las vestimentas como constructoras de imagen

Resumamos lo que hemos descubierto hasta ahora. La historia del pecado de Adán nos enseña que protegernos del exterior no es la principal razón para utilizar vestimentas. Las vestimentas fueron inventadas principalmente para ocultar el hecho de que nosotros somos en realidad gobernados por nuestras pasiones. Ellas están diseñadas para dar la impresión de que nosotros no hemos cambiado, sino que todavía seguimos los dictámenes de nuestra razón.
A pesar de la caída que causó el pecado de Adán en la humanidad, nosotros aún creemos que somos controlados por nuestra razón, e instintivamente cubrimos el hecho de que en realidad es la pasión la que nos domina, al ocultar los principales símbolos de nuestra pasión.

Las vestimentas, al servir como una capa aislante ente nosotros y el mundo exterior, nos permiten proteger la imagen que deseamos proyectar y ser capaces de superar el trauma que sería permitir que otros den un vistazo a quienes somos en realidad.
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La verdadera imagen

Pero hay otro aspecto sobre las vestimentas.
Supón que alguien trabajó realmente duro para perfeccionar su personalidad y logró situarse bajo el dominio de la mente hasta que su comportamiento realmente llegó a parecerse al de Adán antes del pecado. ¿Cómo podría uno lograr dicha hazaña? ¡Obviamente mediante la observancia de la Torá! La multitud de mandamientos y prohibiciones que hay en la Torá están allí para enseñarnos a comportarnos como seres racionales controlados enteramente por el poder de la razón.
El pecado de Adán sólo transfirió el control sobre sus emociones y deseos desde su mente a su corazón. Pero la mente de todas formas se quedó con el control sobre las acciones. El comportamiento humano refleja las decisiones que toma la mente humana. Lo que hemos descubierto es que la mente se ha vuelto incapaz de tomar decisiones totalmente racionales por causa del poder de los impulsos y las emociones, las cuales ya no controla. La Torá nos enseña a comportarnos como si la mente aún controlara nuestras motivaciones más básicas y elimina así la confusión que causa la confrontación mente-emoción.
Tú eres mi oveja, el rebaño que yo pastoreo; tú eres Adán” (Ezequiel 34:31), eso quiere decir que tú, Israel, eres llamado Adán; sin embargo, las naciones del mundo no son Adán” (Talmud Yevamot 61b).
Al verse enfrentado al desconcertante laberinto que forman una gran cantidad de motivaciones, ninguna de las cuales se origina en la mente, el hombre necesita una guía que le enseñe a comportarse como si aún fuera un ser puramente racional. Las Mitzvot de la Torá fueron diseñadas para esto y por lo tanto Israel, que aceptó la Torá, aún es un reflejo de Adán tal como era antes de su pecado.
Por lo tanto, la información que contiene la mente del judío que sigue la Torá es la misma que contenía la mente de Adán antes de su pecado: un producto solamente de la razón. Su comportamiento es el mismo; solamente sus emociones son diferentes.
En el caso del judío, vestir ropas que estén diseñadas para representar el estado ideal del ser humano no sería una falsedad; ya que dichas ropas proyectan con precisión el ser interno ideal que su comportamiento exterior refleja realmente. Este tipo de vestimentas realmente constituyen un tipo dekapará, la remoción de la mancha que dejaron las trazas del pecado.
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Las vestimentas del Kohen Gadol

El Kohen Gadol vestía ocho prendas:

Túnica

La capa más interna, junto a la piel, representa las emociones más básicas y primitivas del ser humano. En el nivel más primitivo, yo sé que mis asuntos no son más importantes que los del resto, pero en mi corazón yo estoy listo para matar a cualquiera que se interponga entre yo y mis intentos por satisfacer mis deseos.
La túnica es una kapará para estos agresivos impulsos. El comportamiento delkohen hacia otros está gobernado por el mandamiento de “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18) y esto refleja su mente en lugar de su corazón.

Pantalones

En mi mente me doy cuenta que el propósito del impulso sexual es poblar el mundo y ayudar a consolidar la relación entre hombre y mujer con el poderoso lazo del amor romántico. En mi corazón quiero inmiscuirme en el sexo tan sólo para satisfacer mi lujuria.
Los pantalones son una kapará para los impulsos sexuales ya que el comportamiento en esta área de quien los viste está gobernado por las leyes de la Torá.

Turbante

En mi mente entiendo que mi importancia en el gran esquema de las cosas no puede estar por sobre la de otros seres humanos; después de todo, todos somos creaciones de Dios. Pero en mi corazón siento que yo soy el centro del universo.
El turbante sirve de kapará para estos sentimientos de altivez en aquella persona que actúa con humildad ante los demás.

Cinturón

La agitación y confusión internas que me llevan por el mal camino provienen de mi incapacidad de distinguir entre los pensamientos que son generados por los deseos de mi corazón y aquellos que son productos puramente de mi razón.
El cinturón que vestía el kohen representa la determinación de eliminar esta confusión por medio de contrastar cada pensamiento con los dictámenes de la Torá.
Tanto el kohen gadol como el resto de los los kohanim vestían estas cuatro prendas. Sin embargo, las cuatro prendas restantes eran vestidas sólo por elkohen gadol.
Concluyamos con el siguiente pensamiento. La palabra para referirse a vestimentas en hebreo es begued, la cual está compuesta por las letras bet, guimel y dalet. La palabra en hebreo para ‘traición’, beguidá, está formada por las mismas letras.
Estas letras también son secuenciales; son la segunda, tercera y cuarta letra del alfabeto hebreo.
Las vestimentas tienen un aspecto dual. O bien son un disfraz que viste el traidor para intentar ocultar su fechoría, o bien fluyen naturalmente desde el número uno, y nos permiten rastrear al usuario hasta su verdadera Fuente.
Publicado: 5/2/2014

Construcciones y constricciones humanas

Trumá(Éxodo 25:1-27:19)


Harán un santuario para Mí, y Yo moraré en medio de ellos. De acuerdo a lo que Yo te mostraré, la forma del Tabernáculo y la forma de todos sus utensilios, así harás” (Éxodo 25:8-9).
El Talmud comenta sobre el final del versículo, “así harás”, lo cual significa: “Así harás por todas las generaciones” (Sanhedrin 16b).
Rav Jaim de Volozhin, el famoso estudiante del Gaón de Vilna, dice quedar perplejo por este pasaje del Talmud. Si Dios declaró un mandamiento de construir un Tabernáculo por todas las generaciones, entonces ¿cómo es posible que no intentemos cumplir con este mandamiento en cada generación? Y si la explicación para esto es que es imposible de cumplir, entonces ¿por qué Dios diría que este mandamiento es aplicable a todas las generaciones? Si Él considera que es importante llevar a cabo este mandamiento aquí y ahora, ¿por qué no arregla las cosas para que sea posible hacerlo?
Cada judío es un Tabernáculo en miniatura.
Rav Jaim explica que la respuesta a esta pregunta se encuentra en el mismo versículo: “Yo moraré en medio de ellos”, lo cual literalmente significa en medio de cada uno de ellos. El mandamiento de construir un Tabernáculo es principalmente un mandamiento personal; cada judío es un “Tabernáculo en miniatura”. Dios hace descansar la Shejiná, Su presencia divina, principalmente en el corazón humano.
Cuando la Shejiná encuentra un lugar cómodo para morar en la mayoría de los corazones judíos, entonces, también tenemos un Tabernáculo en el mundo exterior. Pero la Shejiná que mora en este Tabernáculo es una emanación de la Presencia Divina que hay en los corazones judíos. La conexión entre el hombre y Dios no es reemplazada por edificaciones u objetos, sin importar cuán santos sean. Dicha conexión puede originarse sólo en el alma humana. El corazón humano judío es la verdadera morada de la Presencia Divina en este mundo.
La obligación de construir el Santuario de Dios por todas las generaciones puede cumplirse en cualquier momento y lugar, ya que cada judío puede transformarse a sí mismo en una cómoda morada para la Shejiná. ¿Cómo se logra esto?
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Una morada para lo Divino

Rav Jaim explica:
El Zohar compara a cada judío con el Templo (es decir, el Tabernáculo permanente). Tal como el centro del Templo es el Santo Sanctórum, el centro del ser humano es su corazón. Su cabeza está sobre él y sus pies están por debajo, de forma que su corazón, el cual está en la parte media de su tronco, se ubica efectivamente en el centro de su ser. Tal como la santidad que es la fuente de todo lo que es bueno en el mundo emana del Santo Sanctórum, asimismo la fuerza motora del ser humano emana de su corazón.
Pero los paralelos son más profundos aún. En el Santo Sanctórum se encontraba el Arca del Pacto, sobre la cual se encontraban los dos querubines, uno representaba a Dios y el otro a Israel. La voz Divina emanaba de entre los querubines.
Cuando Moshé llegaba a la Tienda del Encuentro a hablar con Él, oía la voz que le hablaba desde lo alto de la cubierta que había sobre el Arca del Pacto, de entre los dos querubines, y Él le hablaba” (Números 7:89).
En términos humanos, el espacio en el Santo Sanctórum por sobre los querubines pertenecía a lo Divino, mientras que el área que estaba por debajo era territorio humano. El punto de interacción de la esfera de lo humano con la dimensión de lo Divino estaba localizado justo entre los querubines.
El paralelo a este punto focal del Templo, que ocupa por lo tanto el lugar del Arca en el Santo Sanctórum del ser humano, es la porción del alma conocida como ruaj y su paralelo físico, el corazón humano.
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Anatomía del alma

De acuerdo a la tradición judía, el alma humana tiene tres partes: nefesh, ruajneshamá. Cada uno de estos aspectos espirituales tiene una contraparte física en el cuerpo humano cuya función asignada es servir como una antena perfectamente afinada para recibir y traducir las señales espirituales al lenguaje de la fisicalidad.
El cerebro captura y traduce los mensajes de la neshamá a conceptos e ideas. El corazón recolecta las señales del ruaj y las traduce a carácter, emociones y habla. El hígado está dedicado al nefesh y traduce sus mensajes en deseos y motivaciones.
El Gaón de Vilna explica que la neshamá está por sobre el nivel del hombre. Elnefesh, el cual es un símil de la fuerza de vida de los animales, esta por debajo de él. Y el ruaj representa perfectamente el nivel espiritual esencial del hombre.
El corazón humano sirve como la antena física receptora de la fuerza espiritual delruaj.
Así, vemos que el corazón humano, el cual sirve como la antena física receptora de la fuerza espiritual delruaj, es la contraparte exacta de los querubines que estaban sobre el Arca en el Santo Sanctórum.
Y así como ese era el punto desde el cual la voz Divina le hablaba al hombre, así también el ruaj del corazón del hombre es el punto de conexión con la neshamá, la cual representa la divinidad que hay en el hombre.
Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con construir un Tabernáculo o un Templo? Si el hombre fue diseñado de esta manera por Dios, entonces él automáticamente simboliza el Templo incluso sin haberlo construido.
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Pensamientos versus acciones

Para comprender cómo es que esta construcción es una tarea humana a pesar de todos las herramientas espirituales que recibimos Divinamente, debemos entender desde una perspectiva de Torá la diferencia que hay entre pensamientos y emociones por un lado, y acciones en el otro.
La gran mayoría de los 613 mandamientos de la Torá están enfocados en acciones. Hay 248 mandamientos positivos, que requieren de acciones proactivas (como comer matzá en Pesaj, o circuncidar al recién nacido en el octavo día, etc.), y hay 365 mandamientos negativos que prohíben otras formas de acción (como profanar Shabat, robar, etc.). Sin embargo, hay muy pocos mandamientos en relación a los pensamientos o sentimientos. Es tan fuerte el énfasis que pone la Torá en las acciones versus los pensamientos, que el Talmud establece lo siguiente como política Divina:
Dios considera un buen pensamiento como equivalente a una buena acción completa, como está escrito: “…entonces los temerosos de Dios hablaron entre ellos, y Dios prestó atención y escuchó, y fue escrito frente a Él un libro del recuerdo de los temerosos de Dios y de aquellos que piensan en Su nombre” (Malaji 3:16).
¿Quiénes son aquellos que piensan en Su nombre? Rabí Assi enseñó: “Incluso una persona que planeó llevar a cabo un mandamiento positivo y fue incapaz de ejecutarlo debido a las circunstancias, será recompensado como si realmente lo hubiera hecho. Por otro lado, un pensamiento malvado no tiene el mismo peso que la acción misma [incluso si fueron las circunstancias las que hicieron que su ejecución fuera imposible], como está escrito (Salmos 66:18) ‘si yo hubiera tenido inequidad en mi corazón, Dios no habría escuchado’”. (Talmud, Kidushin 40a).
Desde el punto de vista de premio y castigo, sólo son contadas las acciones, no los pensamientos. Como una muestra especial de Su bondad, Dios está dispuesto a asignarle a los pensamientos sobre buenas acciones el peso de las acciones mismas, de forma que también sean recompensados.
Sin embargo, en otro lugar el Talmud (Ioma 29a) enseña que los pensamientos sobre malas acciones son peores que las acciones mismas. ¿Cómo pueden entenderse estas ideas contradictorias? ¿Acaso los pensamientos son más importantes que las acciones en realidad?
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Secreto de construcción

Rav Jaim explica que esta pregunta es precisamente la clave para entender cómo se construye el ser humano como un Templo para Dios.
El vínculo entre el ruaj en el corazón y la neshamá en la mente, que es donde se produce la unión con Dios, ocurre en el mundo de los pensamientos y sentimientos, no en el de las acciones. Si este vínculo es poderoso, entonces el cerebro, que es el receptor de los mensajes de la neshamá, llenará el corazón de imágenes de santidad. Consecuentemente el corazón, que es dónde se ubica el ruaj, arderá en flamas y será consumido por los sentimientos de amor y temor a Dios.
Las poderosas emociones del corazón pasarán después al nefesh para relacionarse con él. Y luego el hígado, que es la contraparte física del nefesh, llenará la sangre —la cual está bajo su control—, con la fuerza vital que deriva de estas emociones. A medida que la sangre circule por el cuerpo, todos los órganos serán imbuidos con el deseo y entusiasmo de llevar a cabo los mandamientos de Dios.
Entonces, el ser humano estará completamente lleno de la Shejiná, la presencia de Dios.
Es por esto que los pensamientos malignos son peores que el pecado mismo. Si el corazón está lleno de pensamientos de promiscuidad, o si está lleno del fuego de la ira hacia otro judío, o del frío fuego de los celos, entonces laneshamá no podrá conectarse con él. ¿Cómo se supone que la neshamá, la cual representa a la Shejiná, resida en un corazón como ese?
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Una conexión profana

Ante la ausencia del vínculo que une la neshamá con el ruaj, la conexión entre el cerebro y el corazón no puede ser santa.
Al verse forzada a romper su conexión con el ruaj, la neshamá retira sus señales al cerebro. El corazón no recibe por lo tanto ningún pensamiento o imagen de santidad. En lugar de arder con un fuego sagrado, la llama profana que ya se encontraba en el corazón se expande al cerebro y la mente comienza a ocuparse con pensamientos sobre cómo llevar a cabo de mejor manera los deseos profanos del corazón.
Si esto continúa sin ningún tipo de resistencia, entonces el cerebro enviará instrucciones para la implementación de esto deseos profanos a los órganos externos, lo cual causará la ejecución de dichos deseos que se originaron en el corazón. Y entonces, el ser humano albergará los deseos ilícitos del corazón como su fuerza espiritual.
Por lo tanto, el corazón humano es el punto central de la santidad del ser humano. La construcción del Templo humano implica aprender a controlar los deseos negativos. Cuando el corazón es capturado por las llamas de la ira o del deseo ilícito (como le ocurre a todos los corazones humanos de vez en cuando), el judío que desea transformarse a sí mismo en un lugar apropiado para que resida la Shejiná deberá liberar a su corazón de estos fuegos profanos y restaurar en su lugar la luz de la Shejiná. Pero, ¿cómo puede hacer esto?
La respuesta: llenando su corazón con palabras de Torá y plegaria.
El ruaj, la contraparte espiritual del corazón humano, es también el lugar de residencia del poder humano del habla.
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Un espíritu que habla

Onkelos traduce la frase hebrea de nishmat jaim, “ser viviente” (en la historia de la creación, Génesis 2:7) como “un espíritu que habla”. Y en realidad la representación de Onkelos es la más apta, ya que el propósito del ruaj es captar los mensajes de la neshamá y transmitirlos al nefesh para que puedan ser ejecutados como acciones en el mundo exterior. Por lo tanto, la esencia del ruaj es la comunicación, la cual también es la esencia del habla.
Las sagradas palabras de Torá tienen la capacidad de apagar las llamas profanas.
Las sagradas palabras de Torá y de la plegaria tienen la capacidad de llenar el corazón y de apagar cualquier llama profana que se haya encendido en su interior. Son los bomberos que nos dio Dios para contrarrestar las llamas profanas de los deseos ilícitos que son innatos a todos nosotros.
Pondrás estas palabras sobre tu corazón y sobre tu alma [nefesh en este versículo] (Deuteronomio 11:18).
Pondrás [en hebreo la palabra es vesamtem]. Nuestros sabios aprenden de esto que la Torá es comparada a un elixir de la vida, osam tam.
Podemos expresar la lección que nos está enseñando Dios por medio de la siguiente metáfora: Una persona le hizo una gran herida a su hijo, pero colocó un efectivo parche sobre ella. Y le dijo a su hijo: “Hijo mío, todo el tiempo que seas cuidadoso y mantengas este parche sobre tu herida, podrás comer lo que quieras, beber lo que quieras y bañarte en agua caliente o fría según prefieras, sin ningún temor. Pero si remueves el parche, entonces la herida se infectará con gangrena”. De la misma forma, Dios le dijo a Israel, “Mi hijo, He creado la inclinación al mal en ti, pero te He dado la Torá como un efectivo antídoto. Si te ocupas de ella, entonces nunca caerás en las manos de la inclinación al mal, como está escrito, si te mejoras, serás elevado (Génesis 4:7). Pero si no te ocupas de las palabras de Torá, entonces de seguro caerás en manos de la inclinación al mal, como está escrito, el pecado espera en la puerta(ibid.)” (Talmud Kidushin 30b).
Pero hay una ramificación más profunda de todo esto. Todo el tiempo que laShejiná ocupa el Templo, éste no puede ser destruido. Ya que, ¿de qué sirve la maquinaria de destrucción humana en contra de la Presencia Divina de Dios? De la misma manera, todo el tiempo que el judío sea un Templo humano y que el vínculo entre su neshamá y su ruaj —entre su cerebro y su corazón­— no pueda ser destruido, él será invulnerable ante los poderes del mal.
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Partida de la Shejiná

La destrucción del Templo físico siempre es precedida necesariamente por la partida de la Shejiná. En el caso del ser humano, esto significa que la muerte sólo puede ocurrir cuando la neshamá se separa del ruaj.
Rav Jaim señala que este es un pensamiento realmente escalofriante. Implica que un ser humano con pensamientos y deseos impuros en su corazón está experimentando en realidad una especie de muerte en vida. Rashi expresa esta idea en nombre del Midrash en Génesis 11:32; los malvados son llamados muertos incluso cuando están vivos, mientras que quienes hacen el bien son considerados vivos incluso cuando están muertos.

Pero quizás la lección más importante que podemos aprender de este ensayo tiene que ver con la ubicación de la fuente de la inspiración Divina. No hay necesidad de recurrir a medidas heroicas como largos ayunos o intensa meditación para sentir la presencia de Dios. Todo lo que necesitas es pureza de corazón. La Shejiná irá automáticamente a residir en cualquier judío observante que mantenga su corazón puro. Y por el contrario, en cualquier judío que permita que el odio, la ira, los celos o el libertinaje ocupen su corazón, no importa cuantos actos heroicos haga, éstos nunca serán suficientes para sentir la inspiración de la presencia Divina.